Voltaire
Abad
Ya sabemos que abad significa padre. Si llegáis a serlo, prestáis un servicio al Estado, hacéis lo mejor que puede hacer el hombre, dar vida a un ser que piensa. Hay en el acto de ser padre algo divino; pero si sólo sois abad para que os tonsuren, para llevar una pequeña golilla, una capa corta y esperar un beneficio simple, no merecéis el nombre de abad.
Los antiguos monjes dieron este nombre al superior que se elegía. El abad era su padre espiritual. Los mismos nombres, con el transcurso del tiempo, significan cosas muy diferentes.
En los tiempos más antiguos, el abad espiritual era un pobre que estaba al frente de otros muchos pobres; pero luego los pobres padres espirituales llegaron a disfrutar de doscientas mil y de cuatrocientas mil libras de renta, y actualmente hay pobres padres espirituales en Alemania que tienen a sus órdenes un regimiento de guardias.
El pobre que hace juramento de ser pobre, y que por consecuencia de este voto llega a ser soberano, es intolerable.
Las leyes protestan contra ese abuso, la religión se indigna, y los verdaderos pobres que carecen de vestido y de alimento lanzan al cielo gritos de indignación desde la puerta del palacio del abad.
Pero oigo que replican los abades de Italia, de Alemania, de Flandes, de Borgoña, preguntando: «¿Por qué no hemos de acumular bienes y honores? ¿Por qué no hemos de ser príncipes, cuando lo son los obispos? Los obispos eran originariamente pobres como nosotros; se han elevado y se han enriquecido; uno de ellos ha llegado a ser superior a los reyes; le imitaremos, pues, hasta donde podamos.»
Tenéis mucha razón. Podéis invadir el mundo, que pertenece al más fuerte o al más hábil que se apodera de él. Supisteis aprovecharos de los tiempos de ignorancia, de superstición y de demencia, para despojarnos de nuestros bienes y para pisotearnos y para engordar con la sustancia de los desgraciados. Pero temblad de que llegue el día en que alumbre al mundo la luz de la razón.
Voltaire es un precursor. Es el portaantorcha del siglo XVIII, que precede y anuncia la Revolución. Es la estrella de ese gran mañana. Los sacerdotes tienen razón para llamarle Lucifer.
VÍCTOR HUGO
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