jueves, 12 de enero de 2012

El Espía Desconocido para "un conocido" sureño




Seguridad :::: Exclusivo: La historia de cómo el alférez de fragata Eduardo Barrios Coloma intentó venderle información a Chile en 1989.

El Espía Desconocido

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17:00 horas del 5 de diciembre de 1989. Barrios (izq.) y el agente Enrico en el café Haití. Barrios tenía solo 25 años.











Empezó el 29 de noviembre de 1989. Dos días antes, una persona había dejado un sobre en la sede de la Embajada de Chile en el Perú. El file de manila estaba dirigido al agregado naval chileno con el sello de estrictamente personal. El remitente era el mismo hombre al que la Dirección de Inteligencia de la Marina (Dintemar) había estado siguiendo por algunas semanas. Pero las sospechas solo se confirmaron aquel 29 de noviembre, durante la feroz campaña electoral por la presidencia del Perú. Sí, era Eduardo Barrios Coloma. Era el traidor.
La historia es recordada por el periodista Ítalo Sifuentes, quien viene siguiendo el caso del alférez de fragata AP (Armada Peruana) Eduardo Barrios Coloma, sentenciado a 28 años de prisión por traición a la patria en 1989. Veinte años después, a fines del 2009, el caso del suboficial de la FAP (Fuerza Aérea del Perú) Víctor Ariza sitúa la historia en la agenda noticiosa y dibuja inevitables paralelos. Como Ariza, Barrios Coloma tenía apuros económicos. O al menos eso alegaba.
Eran los últimos meses del primer gobierno de Alan García. Barrios Coloma era oficial del Departamento de Comunicaciones del BAP Paita, un ex buque estadounidense que había operado en el Caribe durante la crisis de los misiles en Cuba bajo el nombre del USS Walworth County. Antes de pasar por la Embajada de Chile, el alférez de fragata había retirado “dos hojas mimeografiadas con los formatos XC-305 y XC-306”, precisa el periodista Sifuentes. “Estratégicos documentos que contenían la Relación de Grupos Clave para el elemento 700-Clave General Nº de registro 845 y la Relación de Grupos Clave para elemento 700-Clave Operaciones Navales Nº de registro 557”. Es decir, información en torno a los sistemas de comunicación y navío del Perú.
Una vez identificado y con el fusilamiento en 1979 del suboficial de la FAP Julio Vargas Garayar aún fresco en la memoria colectiva, la Dintemar preparó un operativo de contraespionaje. Ya no había pena de muerte para los delitos de traición a la patria. Pero seguía habiendo espías. Barrios Coloma, al igual que Vargas Garayar, había acudido por cuenta propia a la embajada chilena. Según dijo en ese entonces, para resolver sus compromisos económicos.
El plan para capturar a Barrios estuvo dirigido por un capitán de navío. Bajo su mando, tres oficiales aprendieron el acento y los usos militares sureños. Ellos se hicieron pasar por los agentes de inteligencia chilenos Patricio, Enrico y Sergio. El primer paso fue llamar a Barrios Coloma, a las 18:00 horas del 1 de diciembre de 1989. Patricio levantó el auricular y marcó: 401355. Ante la suspicacia del alférez de fragata, una segunda llamada tuvo que hacerse el 4 de diciembre. Nuevamente, Barrios Coloma insistió en tener una entrevista personal en lugar de una conversación telefónica. También exigió la devolución de los documentos entregados en la embajada, según dijo, de forma inconsciente, pues estaba “de pasada en la zona”.
La entrevista personal fue pactada para el día siguiente, el 5 de diciembre de 1989, en el café Haití de Miraflores. Para ser fácilmente reconocido, Barrios Coloma anunció la vestimenta que llevaría: camisa blanca y lentes de sol colgados al cuello. Por su parte, el agente Patricio le reveló las características del agente Enrico. “Al Haití iría una persona de 1.67, de tez blanca, pelo negro lacio, y 45 a 47 años de edad”. En sus manos, un sobre de manila.
Una vez en el café, Barrios Coloma explicó su situación frente a una gaseosa y una grabadora que no supo distinguir. Estaba a punto de ser desalojado de su casa, y su economía familiar no era precisamente boyante. Pidió US$ 22 mil por la información entregada, y ofreció otros documentos que comprometían la seguridad del Perú. “El Plan de Acción Inmediata, los Procedimientos Operativos Vigentes, los cinco dígitos del elemento Clave 205 o cualquier otra información que se le solicitase”, agrega Sifuentes. Casi al finalizar el encuentro, el agente Enrico le entregó a Barrios Coloma unos documentos idénticos a los formatos XC-305 y XC-306. Eran copias.
El 6 de diciembre del mismo año, una tercera llamada hizo la contraoferta: US$ 11 mil por la información en juego. El 12 del mismo mes, una cuarta y última llamada a las 18:30 horas pactó la cita de entrega para el día siguiente, es decir, el 13 de diciembre. El intercambio se iba a llevar a cabo a las 14:00 horas dentro de una camioneta Bronco con placa XB 1836 pintada de negro con plateado, estacionada en la parte sureste del Parque Salazar, detrás de un kiosco. El agenteSergio (de más o menos 40 años, tez blanca, terno, gafas oscuras y bigote) llevó el dinero. US$ 11 mil previamente fotocopiados que servirían de prueba en el juicio posterior.
La captura se realizó en el mismo Parque Salazar. Aproximadamente a las 14:40 horas, Barrios Coloma fue detenido dentro de la camioneta, frente a la presencia de un fiscal de turno y un juez instructor de la zona judicial de la Marina de Guerra del Perú. Al elaborar el parte, se consignó que el alférez llevaba camuflado en su portaternos de plástico color azul el código operacional Chess edición 1980 (con número de registro 079) rotulado como “estrictamente secreto”, una copia del mensaje naval 122122 de diciembre de 1989 rotulado como expediente “secreto” y una tabla de sustractores para uso de la cadena numérica del Código Chess con la comunicación 1325 del año 1983 (número de registro 082), también “estrictamente secreto”. Además, había llevado el Plan Logístico inicial del Teatro de Operaciones Marítimo Colomar Nº 01-89, ejemplar 104, incluyendo el apéndice III del anexo de Movimientos de Cuadros Resumen. Encima, el alférez había ofrecido entregarles en otra oportunidad las pautas del abastecimiento logístico de las unidades y dependencias al momento de declararse un estado de emergencia ante cualquier ataque enemigo.
El acusado se declaró inocente ante el Consejo de Guerra Permanente de la Marina, en una audiencia pública que duró los siguientes cuatro meses. El 20 de marzo de 1990, Barrios Coloma fue condenado a 28 años de prisión por traición a la patria. Más de cuatro meses antes de que el entonces (y actual) presidente García fuera sucedido en el cargo. (Carlos Cabanillas)

Teléfono Malogrado

Extractos de las conversaciones entre el espía y sus captores.
(En el café Haití)
–¿Enrico?
–Señor Barrios, ¿qué tal? Tome asiento...
–¿Usted sabe quién soy?
–Bueno, un colaborador.
–En realidad, soy oficial de la Marina. Pero ¿qué seguridad me da de que no me va a pasar nada?
–Nosotros sabemos aprovechar las cosas y no delatamos a nadie, tú debes saber cómo son estas cosas.
–Yo tengo temor, mire, cuando hablé con Patricio...(...) en la segunda noté claro que la conversación estaba intervenida.
–Nada de eso. Nosotros sabemos cuidar de esas escuchas clandestinas. Además tomamos las medidas del caso.
–Pero, ¿cómo sé yo que no estoy cayendo en una trampa y en estos momentos puedo ser detenido?
(Última llamada telefónica)
–Ahora no sé a qué hora podemos encontrarnos.
–Dos de la tarde, ¿está bien?
–Dos de la tarde, perfecto, dos de la tarde. La persona que va a hacer el contacto es el señor Sergio.
–Ya (...)
–Y va a tener un fólder similar al que tuvo Enrico.
–Ya, oye, la vez pasada tenía el fólder, tenía engrapado mi nombre. Por favor...
–¿Perdona?
–La vez pasada ese fólder tenía un papel engrapado con mi nombre.
–Papel engrapado con su nombre.
–Con mi nombre. Es un error. No me parece justo, realmente, que arriesguen de esa manera mi identidad. Por favor...

Seguridad Nacional, ¿Qué es Eso?


El reciente descubrimiento de un espía en las filas de la FAP llevó a una situación de tensión en nuestras siempre complejas relaciones con Chile, motivando propuestas de todo tipo, desde las que reclamaban el empleo de las reservas nacionales para mejorar nuestras capacidades defensivas hasta las que indicaban que América Latina debía renunciar al armamentismo. Lo cierto es que dejaron percibir no solo la endémica improvisación peruana en temas de seguridad nacional, sino su lamentable estrecha visión, que reduce el tema a los aspectos de equipamiento militar.
Para lograr un adecuado nivel de seguridad nacional se requiere de una política de estado, que revisándose periódicamente oriente y vincule los esfuerzos de la política exterior, de la política de defensa y de los mecanismos de inteligencia del estado. Pero lamentablemente, en países cortoplacistas, como en muchos aspectos lo es el nuestro, dichas políticas, cuando existen, son usualmente inconexas. El resultado son propuestas de desarme o de adquisiciones de sistemas sin consultar a las partes que debieran estar involucradas en las decisiones.
Naturalmente, la existencia de una política de seguridad nacional no es, por sí sola, garantía suficiente para alcanzar un nivel de seguridad deseable. Se requieren medios humanos y materiales para ponerla en ejecución. Los segundos, referidos a sistemas de armas, plataformas o equipos, se han ido tornando cada vez más complejos, y no es ningún secreto que en ese aspecto estamos realmente atrasados. Con submarinos que van a cumplir cuarenta años de servicio, con tanques diseñados hace ya medio siglo, y con aviones de combate a los que los que el tiempo ha pasado la cuenta, resulta comprensible el reclamo de algunos por la renovación del material militar. Sin embargo, este es un tema que hay que mirar con cuidado para no volver a cometer los mismos errores del pasado lejano y reciente. Es decir, comprar equipamiento de segunda mano a precios de oportunidad que dan como resultado equiparse con medios de defensa que resultan incompatibles entre sí. O, lo que es peor, comprar bajo la presión de una crisis, pagando sobreprecios por material muchas veces inadecuado. En tal sentido, hay que entender que lo sensato es renovar de manera regular el material, entendiendo que el proceso de selección, construcción y equipamiento de determinadas plataformas militares puede demandar hasta una década.
Pero lo más sensible está en los medios humanos que deben dirigir la seguridad nacional y sus componentes. Son pocos los expertos en temas de seguridad nacional, y la universidad peruana, que debería asumir el reto de formarlos, no está cumpliendo el papel que le corresponde. Una masa crítica de expertos en esos temas es lo que facilitaría elaborar y conducir políticas coherentes, asesorando a los políticos que tengan la responsabilidad de ejecutarlas. Por otro lado, no podemos negar que el mal manejo del sistema de inteligencia nacional durante el gobierno de Fujimori llevó a su práctica destrucción, liquidando en ese proceso a “tirios y troyanos”, vale decir tanto a gente valiosa como a los corruptos. Como resultado tuvimos una inteligencia estratégica sensiblemente debilitada, que viene trabajosamente recomponiéndose. En el campo de la defensa se ha venido produciendo un significativo deterioro en la calidad de sus recursos humanos, particularmente en la captación de nuevos cuadros para el cuerpo de oficiales, que es el que al final del día tiene la responsabilidad de dirigir los medios que la nación adquiera para su defensa. Esta situación responde a los poco atractivos salarios que ofrece la carrera militar, que en las últimas décadas ha llevado a la reducción del número de postulantes a las escuelas militares, así como a las ineficiencias propias de nuestro sistema escolar. La situación se agudiza por la cada vez más reducida inversión en su capacitación, tanto en esas escuelas como en las de especialización y en las de estudios superiores. Sus plantas académicas son casi inexistentes, y la enseñanza recae en profesores contratados por lo general carentes de grado doctoral. Sus bibliotecas apenas merecen tal nombre, la investigación es usualmente limitada y mucho menos publicada. Esto contrasta de manera notable con lo que sucede con el cuerpo diplomático, que ha logrado mantener una captación y una formación de calidad. (Escribe: Jorge Ortiz Sotelo*)
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*Jorge Ortiz Sotelo es capitán de fragata en retiro. Graduado en Historia en la PUC, con estudios de especialidad en Historia marítima y naval en la Universidad de Londres, y doctorado en Historia marítima en la Universidad de Saint Andrews, Escocia. Es secretario general de la Asociación de Historia Marítima y Naval Iberoamericana y autor de Miguel Grau: el hombre y el mar (Lima, Congreso de la República, 2003).

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