jueves, 26 de enero de 2012

Los inicios de la electricidad en el Perú: una distribución de bajo voltaje

La iluminación antes de la electricidad
Las primeras disposiciones para contar con alumbrado público fueron dadas durante la época virreinal. Una ordenanza estableció que los “tenderos” y “pulperos”, es decir, los dueños de las tiendas y ventas de comida, debían mantener en la puerta de sus locales una antorcha encendida hasta una hora determinada de la noche.
Posteriormente se introdujeron los candiles de barro llenos de grasa o manteca y, después, los faroles de vela y de aceite. Con ellos llegó la figura del farolero, curioso personaje que se encargaba, escalera al hombro, de encender y apagar estos artefactos.
En la segunda mitad del siglo XVIII, el alumbrado público experimentó un adelanto tecnológico con la llegada del “farol de reverbero”, innovación traída de Francia que usaba aceite como combustible y contaba con un reflector metálico que permitía  orientar la luz hacia la calzada.
El siguiente adelanto fue la llegada del gas. En 1855, por iniciativa del empresario don Melchor Charón, se estableció en Lima la Empresa del Gas, la cual tendió tuberías hacia las casas y edificios públicos. La ciudad fue tejida de cañerías que transportaban gas para la iluminación particular y pública. Surgió así también el nuevo oficio de “gasfitero”, nombre con el que eran conocidos aquellos que se dedicaban a instalar y reparar las tuberías del gas. Caso curioso es que este nombre sobrevivió al gas, heredando el apelativo quienes hoy se ocupan de reparar las tuberías de agua potable.
En 1857, según cifras de Atanasio Fuentes, citado por Santiago Antúnez de Mayolo en su estupendo trabajo La génesis de los servicios eléctricos de Lima, existían instaladas en la ciudad 2,203 lámparas de gas, con 5,219 luces en las casas particulares, edificios públicos y calles, en estas últimas a razón de cuatro faroles por cuadra.
Con la llegada del gas también llegó el kerosene. En 1860, el comerciante estadounidense John Dockendorff trajo al país este nuevo combustible que tuvo un repentino éxito en su demanda debido a una carestía del gas. Sin embargo, al normalizarse elabastecimiento del gas, muchos hogares ya preferían el kerosene para sus lámparas.





De esta forma, la iluminación en la gran mayoría de casas limeñas dependía de velas de cebo, candiles de aceite o lámparas de kerosene. Solamente las casas de los vecinos más pudientes contaban con alumbrado a gas. Este fue el escenario que la electricidad encontró al llegar al país.

Plaza Mayor de Lima (con faroles a gas) a fines del XIX.
Se aprecian ambos portales y la pileta central.
Revista Caretas Ed 2163, Cuando Lima era el viejo oeste

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