lunes, 21 de mayo de 2012

Tradiciones peruanas de Ricardo Palma

“Fatuidad humana”
Caricatura de don Ricardo Palma
“Cuando el rey don Juan de Portugal se vio forzado, en los primeros
años del siglo XIX, a refugiarse en el Brasil, tuvo, pues su majestad fue
muy braguetero, por combleza o manfla, querida o menina, a la más
linda mulatica de Río de Janeiro, relaciones pecaminosas que, a la
larga, dieron por fruto un muchacho, lo que nada tiene de maravilloso, 
sino de muy natural y corriente. ¡Esos polvos traen esos lodos!

Entiendo que la moza exprimió al rey don Juan, 
dejándolo con menos jugo que a limón de fresquería. 

Dicen las crónicas que Petrocinio, tal se llamaba la bagaza, 
era caliente y alboratada de rabadilla, lo que la producía gran titilación y
reconcomio en el clítoris.

Con ella, los cortesanos no tenían más que invitarla a beber una copa 
de onfacomelí (licor africano), y ... a cabalgar se ha dicho...

Sospecho que Patrocinio era tan puta como cualquier chuchumeca
de Atenas; cuando a un hombre le venía en gana echar un polvo con
una de esas pécoras, no tenía para qué gastar palabras; bastábale con
cerrar el puño, levantando el dedo índice. Si la hembra no estaba con
patente sucia, o tenía otro compromiso ajustado, le contestaba 
cerrando el pulgar, en la forma de anillo o círculo.

Y ya saben ustedes, por si lo ignoraban, cuál fue el origen de esta mí-
mica, que hasta ahora subsiste, entre las mozas de burdel. El macho
también formaba anillo, metía en él el índice, y daba luego un taponazo, 
que era como decir: All right.  

Barruntos tenía el rey de las frecuentes jugarretas de su coima, pero
no se atrevía a rezongar, por falta de pruebas; al cabo, durmiósele un
día el diablo a la muchacha y sorprendiéndola su señor, como dice la
Epístola de San Pedro illa sub, silte super, allí fue Troya. Don Juan la
encerró, por un año, en la prisión de prostitutas, y mandó al chico al
Seminario de Lisboa; corriendo los tiempos, lo hizo arzobispo de
Coimbra.

Jubilada ya Patrocinio en la milicia de Venus, aunque nunca había 
estado en correspondencia con su ilustrísimo y reverendísimo hijo, 
no pudo negarse a dar una carta de
recomendación, a su confesor,
para el arzobispo de Coimbra,
llamado a entender en el asunto
que la llevara al Portugal.

Leyó su Ilustrísima la carta, complació al portador sus pretensiones, 
y cuando éste fue a despedirse, pidiéndole órdenes para
Río de Janeiro, le dio la siguiente carta para Patrocinio:

Señora: Su recomendado le dirá
que lo he servido a pedir de boca. No vuelva usted a escribirme, 
y menos tratándome como
cosa suya, porque os filos naturales do rey non tenlqern madre.
Dios la guarde.

No era Patrocinio de esas que
lloran a lágrimas de hormiga viuda, ni habría ido a Roma a consultar 
al Padre Santo la respuesta
que cabría dar a la fatuidad del
arzobispillo.
He aquí su contestación:

Señor mío: Agradeciendo las
atenciones que a mi confesor ha
dispensado, cúmpleme decirle
que os filos de puta non tendhem padre. Dios le guarde”.

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