viernes, 25 de mayo de 2012

Estados Unidos y latinoamèrica


Allende y la Doctrina Monroe

En mayo de 1971, el director de cine Roberto Rossellini viajó a Santiago para entrevistar a Salvador Allende. Todavía no terminaba la tramitación parlamentaria de la nacionalización del cobre y el presidente Allende aumentaba su apoyo popular. El cineasta italiano conversó largamente con Allende. El resultado: el documental La forza e la ragione (La fuerza y la razón) producido por Renzo Rossellini para San Diego Cinematografica, que fue trasmitido por la RAI el 15 de septiembre de 1973. Reproducimos aquí la parte correspondiente a las relaciones con EE.UU. (en traducción de PF).
Rossellini: Me parece que es posible constatar como una tendencia tradicional en los países latinoamericanos las fuertes relaciones con Estados Unidos, país que ha sido la matriz de su independencia. La historia dice que para ustedes la era colonialista terminó después de la revolución norteamericana y gracias a ella. El 8 de marzo de 1822, Monroe, presidente de Estados Unidos, propuso el reconocimiento de Argentina, Colombia, Chile y Perú. Jefferson sentía entonces que Europa sería cada vez más la tierra del despotismo: Santa Alianza, colonialismo, etc. y América debería ser siempre la tierra de la libertad. La Doctrina Monroe, comunicada al Congreso de Estados Unidos el 2 de diciembre de 1823, dice, entre otras cosas, que todo el continente americano (el norte, el centro y el sur) gracias a la condición libre e independiente que ha conquistado y conserva no debe ser nunca más considerado como objetivo colonial en el futuro. Creo entender que ustedes, los chilenos, partiendo de esa premisa quieren, como hombres libres, comenzar a establecer nuevas relaciones con todo el mundo. ¿No es así?
Allende: “En realidad, esa es una concepción teórica de la Doctrina Monroe. Efectivamente, en la lucha de liberación de los pueblos latinoamericanos contra el colonialismo español se obtuvo una semindependencia política, pero de hecho la lucha económica comenzó pronto, con el choque entre el imperialismo inglés y el imperialismo norteamericano. Y ha habido siempre un choque entre el capital extranjero y nuestro incipiente desarrollo. No quiero referirme a las solemnes declaraciones que hicieron los libertadores frente a la prepotencia de la política norteamericana. Pero Simón Bolívar dijo, por ejemplo, que Estados Unidos quería condenarnos a la miseria en nombre de la libertad y José Martí fue más duro todavía. No quiero repetirlo porque distingo entre el pueblo norteamericano, sus pensadores y algunos de sus gobiernos, y las posturas a veces transitorias de algunos de ellos, de la política del Departamento de Estado y los intereses privados que, desgraciadamente, han podido contar con el apoyo norteamericano.
La Doctrina Monroe consagró un principio: América para los americanos, pero eso no ha sido respetado porque Estados Unidos ha tenido un desarrollo económico que no han tenido América del Sur ni Centroamérica. Por lo tanto, el problema no se ha resuelto sobre la base de una igualdad de intereses, de una comunidad de intereses.
Defender el principio de América para los americanos, siempre ha querido decir por medio de la Doctrina Monroe, defender el principio de América para los norteamericanos. Nosotros sólo aceptamos un tratamiento de dignidad recíproca, un tratamiento de igualdad de posibilidades con Estados Unidos. Insisto en que no tenemos nada contra su pueblo, pero conocemos bien el drama de América Latina que, siendo un continente potencialmente rico, es un continente pobre, sobre todo por la explotación de que es objeto por el capital privado norteamericano.
Nosotros luchamos, fundamentalmente, por una real integración latinoamericana. Creemos que ese es el camino que indicaron los padres de la patria que soñaron con la unidad latinoamericana para disponer de una voz continental frente al mundo. Esto, obviamente, no impide, señor Rossellini, mirar no sólo con simpatía sino también en profundidad lo que significa la presencia del pensamiento del Tercer Mundo. Puedo, por lo tanto, sintetizar mi pensamiento con relación a su pregunta diciendo que luchamos, en primer lugar, por hacer de América Latina un auténtico continente, para su realización y mayor ligazón con los países del Tercer Mundo. Para lo cual es fundamental el diálogo, porque los pueblos como el nuestro luchan por la paz y no por la guerra, por la cooperación económica y no por la explotación, por la convivencia social y no por la injusticia”.

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