domingo, 24 de junio de 2012

Colombiano,protagonista siglo XIX,en Lima


MI VIAJE AL PERU


Al inscribir este capitulo en el presente libro, no es mi ánimo redactar un artículo de viajes á aquella República, escrito que pertenece á otro género de composicion, sino tratar del importante asunto diplomático que me llevó al Perú, al propio tiempo que de la situación política que el Perú atravesó en 1894, para dar noticia de la manera como terminó en el año siguiente de 1895 la revolución encabezada por el señor Piérola contra el gobierno del General Cáceres, solución inusitada en la larga historia de las revoluciones sudamericanas, y digna de ofrecerse como ejemplo de moderación y de patriotismo, en estos países trabajados por la fiebre de la revolución y de la guerra civil.
En Mayo de 1894 fui llamado por mi estimado amigo el señor D. Marco F. Suárez, Ministro de Relaciones Exteriores, para proponerme, con anuencia y autorizacíón del Presidente de la República, señor Caro, que fuese inmediatamente á Lima á reclamar la audiencia á que Colombia se consideraba con derecho para intervenir en la negociación de límites pendiente entre el Perú y el Ecuador, y en la cual se disponía de gran parte del territorio de la margen septentrional del Amazonas, entre el Napo y el Putumayo, que Colombia reclama como de su propiedad. Acepté no sólo sin vacilación, sino con mucho gusto, la honrosa misión que me ofrecía el Gobierno, y provisto de la correspondiente credencial, dirigida por nuestro Ministro de Relaciones Exteriores a los de igual clase del Perú y del Ecuador, (pues se dejaba á mi arbitrio, según las circunstancias, iniciar la negociación en Lima ó en Quito), y de los plenos poderes conferidos especial y directamente a mi por el Presidente de la República, me puse en camino para el Pacífico á mediados de Junio de 1894. Se une ordenaba, si, en los plenos poderes, que procediera en todo de acuerdo con la Legación Colombiana en Lima ó en Quito, y de consuno con ella.
Al llegar á Guayaquil, el señor Camaño, Gobernador de aquella Provincia, á quien todos llamnaban " Gobernador del Ecuador," tomó vivo interés en que yo me dirigiese de preferencia á Quito para iniciar y radicar allí la negociación, y el Presidente, señor Cordero, alcanzó a dirigirme un telegrama en el mismo sentido; unas yo rehusé, cortés, pero firmemente, acceder á sus deseos, manifestando al señor Camaño que con quien Colombia tenía verdaderamente en disputa la -sujeta- materia del litigio, era con el Perú, por haber estado y estar este país en la persuasión de que su único vecino del norte era el Ecuador; que los Departamentos meridionales de la antigua Colombia de que se había formado aquella República, cubrían toda aquella frontera desde el litoral del Pacifico hasta los confines del Brasil, y que, por lo mismo, era al Perú al que Colombia teñía que convencer, ó por lo menos notificar, del error en que se encontraba, para que admitiese nuestra demanda de intervención; que en este litigio el Ecuador y Colombia formaban una misma parte, porque su título territorial era el mismo, el del Virreinato de Santafé contra el Virreinato del Perú, y por tanto, Colombia nada adelantaría tratando separadamente con el Ecuador, si el Perú no admitía su personería; que por estas razones debía dirigirme á Lima, pero no para tratar tampoco separadamente con el Perú, sino para solicitar que el Ecuador acreditase en aquella capital un plenipotenciario para tratar conjuntamente con ambos gobiernos hasta llegar á un trípartito acuerdo. 
-          El señor Camaño se manifestó satisfecho de mis razones, y me prometió apoyar ante el Presidente el envio de un plenipotenciario.
-          Presentad  mi nota credencial y mis plenos poderes al señor Ministro de Relaciones Exteriores del Perú, fueron admitidos sin demora, calificándose el carácter diplomático que me conferían como de Encargado de negocios en misión especial, y en el acto procedí á formular la demanda de intervención ó de accesión de Colombia á las negociaciones de límites pendientes entre el Perú y el Ecuador, por medio de la nota fecha 13 de Agosto de 1894, que se registra en las páginas 918 á 920 del tomo 5to. de la Colección de documentos diplomáticos del Perú.
La Cancillería peruana dió traslado de esta nota al Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario del Ecuador en Lima, señor doctor Julio Castro, quien la contestó en los siguientes términos:
 « Legación del Ecuador.-Lima, Agosto 21 de 1894.
~' Señor Ministro.
Por la atenta comunicación de Vuecencia, de 18 del presente, me he impuesto de que el Excelentísimo Señor Ministro, Plenipotenciario especial de Colombia, y el honorable señor Encargado de Negocios de la misma Nación, sosteniendo que su patria tiene derecho de dominio sobre cierta porción de la zona territorial amazónica, que es materia de la actual cuestión de límites entre el Perú y el Ecuador, propone que se celebre un tratado tripartito de delimitación, y consideran como el momento más oportuno pata ello, el en que dichas naciones van á tratar de nuevo y directamente para el arreglo de su común frontera. -
« Por decreto legislativo expedido en el Ecuador declarando insubsistente el de aprobación del proyecto de tratado García-Herrera, se autoriza, en electo, al Poder Ejecutivo para abrir nuevas negociaciones directas con el Gobierno del Perú; pero el de mi patria no me ha comunicado aún ninguna orden a este respecto, ni menos las instrucciones necesarias para el caso imprevisto de que el Gobierno de Colombia tratase de inmiscuirse en la cuestión contenida entre el Ecuador y el Perú. Por consiguiente, sin entrar, por ahora, á discutir sobre los derechos alegados por Colombia, y muy especialmente en la forma en que pretende hacerlos valer, me limito á decir á Vuecencia que aguardo las órdenes que tenga por bien darme mi Gobiérno, para lo cual he remitido por el correo de hoy los documentos relacionados con tan importante asunto. Cuando reciba la contestación correspondiente, me será grato entrar en el cambio de ideas á que me invita Vuecencia, tanto sobre la pretensión formuláda por el Excelentísimo Plenipotenciario de, Colombia y el honorable señor Encargado de Negocios de la misma Nación, cuanto sobre la insinuación de que las negociaciones, antes radicadas en Quito, se radiquen hoy en esta capital.
« Aprovecho la oportunidad para reiterar á Vuecencia las seguridades de mi más distinguida consideración.
« JULIO CAsTRo.
« Al Excelentísimo señor doctor D. Manuel Irigoyen, Ministro de Relaciones Exteriores del Perú.»
Era el señor Castro distinguido jurisconsulto, Magistrado de la Corte Suprema del Ecuador, hombre de talento y vasta ilustración, pero sobre todo carácter eminentemente franco, honrado y sano, incapaz de falsedad ni doblez con quien, una vez persuadido de que la Plenipotencia Colombiana procedía animada del mismo espíritu, fué fácil llegar á una leal y franca inteligencia sobre el asunto de mi misión. Así fué que la respuesta definitiva no se hizo esperar mucho tiempo, y el 6 de Octubre recibía el Ministerio de Relaciones Exteriores de Lima la siguiente nota:
 « Legación del Ecuador-Lima, Octubre 6 de 1892. Señor Ministro.
« Tengo á honra poner en conocimiento de Vuecencia que he recibido plenos poderes y las instrucciones respectivas para intervenir á nombre de mi Gobierno en las negociaciones correspondientes a la demarcación de fronteras entre el Perú y el Ecuador. A una y otra Nación interesa sobremanera que su antigua cuestión de linderos llegue por fin á su término; y no dudo que lo tendrá satisfactorio, ora en el pacífico terreno de las mutuas concesiones equitativas, ora en el igualmente pacifico de la discusión tranquila y serena de los derechos de ambos pueblos ante el árbitro encargado de decidir tan delicada como importante cuestión internacional.
« En cuanto á las gestiones encargadas por Colombia á los honorables señores doctor D. Aníbal Galindo y D. Luis Tanco, tengo también plenos poderes para entenderme con ellos á nombre del Ecuador; por manera que no hay ningún inconveniente para que se dé audiencia á los Representantes de Colombia en las conferencias sobre demarcación de fronteras, que pueden comenzar inmediatamente, radicándose las negociaciones en Lima, con arreglo á la indicación hecha á este respecto por Vuecencia y aceptada por mi Gobierno.
ti Aprovecho esta oportunidad para reiterar á Vuecencia los sentimientos de mi más distinguida consideración.
á JULIO CASTRO.
 ti Al Excelentísimo Señor Doctor .D. Manuel Irigoyen, Ministro de Relaciones Extériores del Perú.>
 Satisfactoriamente allanarlas estas dificultades, abriéndose sin pérdida de tiempo el mm de Octubre lasconferencias de los Plenipotenciarios de los tres Gobiernos, en el salón de la Sociedad Geográfica de Lima, las cuales dieron por resultado la celebración de la Convención tripartita de 15 de Diciembre de 1894, que á la letra dice así:
 « CONVENCIÓN ADICIONAL DE ARBITRAJE
 « Los Gobiernos del Perú, Colombia y Ecuador, deseosos de poner fraternal y decoroso termino á la cuestión pendiente entre los tres Estarlos respecto á sus límites territoriales, y anímados del propósito de remover toda causa ó motivo de desavenencia que pueda perturbar la amistad que felizmente mantienen, han creído oportuno provocar un acuerdo entre ellos, y han nombrado con tal fin sus respectivos Plenipotenciarios, á saber:
((Su Excelencia el Presidente de la República del Perú al doctor D. Luis Felipe Villarán, Abogado y Plenipotenciario especial del Perú.
« Su Excelencia el Presidente de la República de Colombia, al doctor D. Aníbal Galindo, Abogado especial de limites y Plenipotenciario especial, y al señor D. Luis Tauco, Encargado de Negocios de Colombia en el Perú.
« Y Su Excelencia el Presidente de la República del Ecuador, al doctor D. Julio Castro, Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario del Ecuador en el Perú.
« Quienes, como resultado de la conferencia tenida en Lima, y después de haber canjeado sus plenos poderes y haberlos hallado en buena y debida forma, han acordado la Convención adicional de arbitraje que se contiene en los siguientes artículos:
 ARTÍCULO I
a Colombia se adhiere á la Convención de arbitramento entre el Perú y el Ecuador, de 1 de Agosto de 1887, canjeada en Lima en 14 de Abril de 1888, pero las tres altas partes contratantes estipulan que el Real Arbitro fallará las cuestiones materia de la disputa, atendiendo no sólo á los títulos y argumentos de derecho que se le han presentado y se le presenten, sino también á las conveniencias de las partes contratantes, conciliándolas de modo que la línea de frontera esté fundada en el derecho y en la equidad.
 ARTÍCULO II
 ti El Gobierno de Colombia cumplirá los deberes que á las partes contratantes impone el artículo 2 de la referida Convención, dentro de ocho meses contados desde la ratificación de la presente. y el del artículo 3 de aquélla, dentro de seis meses contados desde la aceptación del Real Arbitro. A partir de esa fecha se arreglará en todo á los procedimientos pactados en la Convención á la cual se adhiere.
 ti ARTICULO III
 ti Los gastos que ocasione al Arbitro la sustanciación del proceso, los reembolsarán los gobiernos contratantes, erogando cada uno la tercera parte de la suma á que dichos gastos asciendan.
 ti ARTÍCULO iv
 « Si esta Convención fuere desaprobada por la República de Colombia, producirá no obstante sus efectos entre las Repúblicas del Perú y del Ecuador, coyas cuestiones sobre límites serán decididas con arreglo á lo estipulado en el artículo 1.
 ti ARTÍCULO V
 ti Si dicha Convención fuere desaprobada por el Perú, por el Ecuador ó per ambos, continuará vigente entre las dos naciones el Convenio de arbitraje de 1º  de Agosto de 1887, y Colombia quedará en libertad para adherirse pura y simplemente á él, dentro de noventa días contados desde que oficialmente le sea notificada la improbación.
 ti ARTÍCULO VI
 ti La presente Convención será ratificada por los Congresos de las tres Repúblicas contratantes, y las ratificaciones se canjearán en Lima, Bogotá ó Quito, en el menor tiempo posible.
ti En fe de lo cual los Plenipotenciarios de las altas partes contratantes han firmado la presente Convención y la han sellado con sus sellos particulares, en triple ejemplar, en Lima, a los quince días del mes de Diciembre de mil ochocientos noventa y cuatro.
 ti L. F. VILLARÁN.-ANíBAL GÁLINDo.-Luís TÁNco.- JULIO CASTRO.»
 Esta Convención fué aprobada por unanimidad de votos, menos uno, por el Congreso del Perú en 1895, y por el de Colombia de 1896, pero aún no ha sido siquiera tomada en consideración por el del Ecuador.
La Plenipotencia del Perú había sido confiada al eminente jurista doctor D. Luis Felipe Villarán, igualmente distinguido por su intachable reputación de hombre de bien.
Desde el principio la Cancillería peruana acogió la demanda de Colombia, no sólo de buena voluntad, sino con solícito interés. Los tres Jefes del Estado que en el asunto intervinieron, la favorecieron con su amistad. Las negociaciones se abrieron bajo la Presidencia del Coronel Borgoño. El General Cáceres dió á la Convención su pase para el Congreso, y el señor Piérola la recomendó á su aprobación, y una vez aprobada, la proclamó como ley del Perú. Y el culto, el ilustrado señor Irigoyen, Ministro de Relaciones Exteriores, nos colmó de atenciones personales y nos dió todas las facilidades apetecibles para llevar la negociación á buen término.
Finalmente, el distinguido joven señor D. Luis Tanco Argitez, con quien yo debía proceder de acuerdo en su caracter de Encargado de Negocios de la República en Lima, me prestó la más inteligente y eficaz cooperación para el acertado desempeño de mi cometido. Había seguido el señor Tanco con solicito interés toda la historia de a negociación de limites pactada entre el Perú y el Ecuador, con perjuicio de Colombia, en el Tratado García- Herrera, de 2 de Mayo de 1890, que afortunadamente no llegó á ser ratificado, pero que era indispensable conocer á fondo para la acertada dirección de mis gestiones. Púsome, pues, el señor Tanco al corriente de todos los detalles de aquella negociación, proporcionándome, además, muchos otros datos de cancillería sumamente útiles para mis trabajos, por todo lo cual no quise limitarme á cumplir la fórmula de "obrar de acuerdo con él," sino que exigí que cuanto en el asunto se hiciera llevase la firma de ambos, y así se hizo.

Pasémnos ahora á la guerra, pero para relataría en términos tan generales como pudiera hacerlo un artículo para un Diccionario de Historia universal, y tomando por base del relato los hechos más abstractos, admitidos como verdaderos por la opinión general del país.
El General Cáceres había sido Presidente constitucional de la República en el cuatrienio de 86 á 90. Le sucedió el señor Morales Bermúdez para el cuatrienio de 90 á 94; mas el General Cáceres deseaba ser reelegido para el período de 94 á 98, y parece que tenía ó creía tener asegurada la reelección con el apoyo de Morales Bermúdez; pero éste falleció casi súbitamente en Enero de 1894.
Suplen las faltas accidentales ó absolutas del Presidente, conforme á la Constitución, dos Vicepresidentes, denominados 1 y 2, por su orden. Estos dos Vicepresidentes eran los señores Pedro Alejandrino del Solar y Coronel Justiniano Borgoño. El primero era adverso á Cáceres y el segundo su partidario y su amigo. Coludido el General Cáceres que disponía del ejército, con el Coronel Borgoño, para cerrarle el paso á Solar, éste se encontró en absoluta imposibilidad de entrar en ejercicio  del poder. Hiciéronle el vacío en el mismo Palacio y en los Ministeríos. No se presentó por ninguna parte ni un simple portero, á recibir órdenes, mucho mejor un edecán militar.

En estas circunstancias presentáronle las renuncias de
estilo los Ministros del Despacho, y el señor Solar, que no se encontraba en situación de afrontar un conflicto ni de correr riesgos personales, tuvo la imprecaución de resolverlas por escrito, diciendo "que encontrándose en absoluta imposibilidad (sin expresar la causa) de asumir el ejercicio del Poder Ejecutivo, dichas renuncias debían presentarse al segundo Vicepresidente." Los Caceristas creyeron salvadas con esta resolución las fórmulas constitucionales, y el Coronel Borgoño tomó posesión de la Presidencia como segundo Vicepresidente llamado por el primero.
Pero el país no se dió por satisfecho con esta comedia. Consideró el Gobierno del Coronel Borgoño como el resultado de una flagrante imposición, y se alzó en armas para vindicar los fueros de la soberanía nacional, con el señor Piérola á la cabeza de la revolución. Sin embargo, alcanzáronse á verificar las elecciones populares para la elección del Presidente bajo el gobierno del señor Borgoño, y el General Cáceres tomó posesión de la Presidencia ante el Congreso, con toda la solemnidad y formalidades de estilo, el 8 de Septiembre de 1894.
Mas todo fué en vano. En Febrero de 1895 la revolución ea dueña del país, siendo perfectamente claro para todo el mundo que el último combate se libraría en las calles de la capital; y en tal virtud, el Cuerpo Diplomático, después ríe varias reuniones tenidas en previsión de este acontecimiento, concluyó por nombre una Comisión de su seno, compuesta de representantes de las Potencias y del Delegado Apostólico como su Decano á la cual se delegaron todos los poderes del Cuerpo, para tomar cuantas providencias fuesen necesarias á efecto de proteger la segunda de las personas y de los intereses extranjeros en la capital, y para ofrecer la mediación de los Gobiernos, llegado el caso.
- El asedio de la capital principió en la madrugada del miércoles 17 de Marzo de 1895, habiendo quedado en el sangriento combate de ese día más de mil cadáveres tendidos en las calles, y las tropas del General Cáceres casi reducidas al Palacio de Gobierno y manzanas adyacentes.
A eso de las siete de la mañana del 18, encendido ya el fuego, llegó á la casa de la Legación, donde habitábamos juntos el señor Tanco y yo, situada en la plaza de Bolívar (antigua plaza de la Inquisición), el señor D. Alfredo Ayulo, uno de los más respetables ciudadanos de la capital, protegido por una bandera de las ambulancias de la Cruz Roja, en solicitud mía, para suplicarme fuese, acompañado por él, al hotel de la Delegación Apostólica, distante unas tres cuadras, con el objeto de instar al señor Machi para que se apresurase á ofrecer la mediación de los gobiernos amigos, á efecto de poner, de cualquier modo, término á semejante carnicería.
Como el viaje á la Delegación no estaba exento de serios peligros para la vida, traté de excusarme de la emnbajada, diciendo al señor Ayulo que no formando ni el señor Tauco ni yo parte de la Comisión, temía que el Nuncio no recibiese bien mi visita, considerándola como una oficiosa intrusión de mi parte en el cumplimiento de sus delicados deberes; pero habiendo renovado sus instancias el señor Ayulo, manifestándome que no era el caso de detenerse para ayudar á prestar este servicio en escrúpulos de pura delicadeza, sino que era preciso empeñarse por humanidad y por amor al Perú en detener la efusión de sangre de tan bárbaro combate, y en buscar algún medio civilizado de avenimiento para la paz, y temiendo que el señor Ayulo, y con razón, atribuyese mi negativa á cobardía, me puse en marcha con él, protegidos, como he dicho, por una bandera de la Cruz Roja.
Llegados á la Delegación, encontrámos al señor Machi, que es un prelado joven, lleno de noble y buena ambición, inteligente y activo, preparado ya para salir.
-Vengo, (le dije para tantear terreno), á ponerme á disposición de Su Señoría, para cualquier cosa en que yo pueda servirle en desempeño de su misión.
-Pues llega usted á tiempo, une contestó. Precisamente el señor Coronel, señalándomne á un militar que allí estaba, acaba de traerme esta carta (que aún tenía en la mano), del General Cáceres, en que propone que se celebre un armisticio para convocar inmediatamente el Congreso ante el cual él y los dos Vicepresidentes presentarán su dimisión, dejando de esta manera libre el campo para la elección de la persona que se haga cargo del Gobierno; y al mismo tiempo el señor Solar solicita por medio de su hijo, encargado de representarlo (y me parece que el joven se encontraba presente), que debe restituirsele el período de su Vicepresidencia, y reconocérsele como Jefe del Gobierno. ¿Qué dice usted de esto?
-Digo, Excelentísimo Señor, que la pretensión del señor Solar no admite ser tomada en consideración, porque bit tiempo expiró su período y nadie puede devolvérselo. Es la primera vez en mi vida en que yo haya oído hablar de restitución de períodos ó términos constitucionales ó legales expirados, para récobrar el ejercicio del poder público. Y por lo que hace á la proposición del señor General Cáceres, me parece absolutamente impracticable. En primer lugar, el Congreso á cuya autoridad se apela, tiene el mismo origen vicioso de que la revolución acusa el titulo del Presidente, y además, de lo que se trata es de una medida de horas, que ponga inmediatamente término á la efusión de sangre. ¿Cree Su Señoría que el señor Piérola y su ejército van á tomar cuarteles por dos ó tres meses en las calles de Lima esperando la reunión del Congreso? Todo lo que no sea la celebración de un Tratado de paz, por medio de una esponsión militar entre los beligerantes, no tiene nada de práctico.
-Soy de la misma opinión de usted, me contestó el señor Machi, y voy al Cuartel General del señor Piérola, donde me esperan mis compañeros para negociar ante todo una tregua, siquiera sea de veinticuatro horas, y tratar en seguida de la paz.
Pero en este momento llegó el señor Tanco, que hahiendo sabido al levantarse lo ocurrido conmigo, mandó en el acto á buscar una bandera de ambulancia y se dirigió con ella á la Delegación para acompañarme y participar de los mismos riesgos que yo corriera en aquella eventualidad. No contento con esto, el señor Tanco se fué acompañando al señor Machi al Cuartel General del señor Piérola, donde fué nombrado, en premio de su comportamiento, Secretario de la Comisión. El señor Ayulo y yo regresámos á la Legación.
Negocióse, con efecto, un armisticio de cuarenta y ocho horas para recoger muertos y heridos y para tratar de la paz, y celebróse en seguida un Tratado ó esponsión militar entre los beligerantes, por el cual se estableció un Gobierno provisorio con el nombre de " Junta de Gobierno," compuesta de dos Ministros nombrados por el señor Cáceres, dos por el señor Piérola, y un quinto, que sería su Presidente y principal Secretario de Estado, nombrado por la Junta. Fué elegido para esta Presidencia el distinguido hombre de Estado del Perú, señor Candamo.
La Junta de Gobierno recibió en el acto la adhesión y el reconocimiento oficial de todos los representantes diplomáticos acreditados en Lima, constituyó una de las mejores administraciones que ha tenido el Perú, y duró en ejercicio hasta el 8 de Septiembre de 1895, en que tomó posesión de la Presidencia el señor Piérola, elegido por elección popular para el período de cuatro años, que terminó el 8 de Septiembre de 1899.

Tal fué la historia y tales los hechos supuestos verdaderos en que se apoyó la revolución. Si el General Cáceres y el Coronel Borgoño fueron calumniados por la opinión pública del Perú, que responda ella y no yo.

LIMA
Como escribo para Colombia, no debe extrañarse la comparación. Lima es en extensión y población un Bogotá, al cual le pasara el mar por Fontibón, pues que sólo dista legua y media del Callao; pero la planta de la ciudad es mucho mejor, porque es casi plana, cortada en ángulos rectos de calles amplias, y con una población de 100 á 130 mil habitantes. Divídela el riachuelo Rímac, un Fucha grande, no sólo en dos mitades materiales, sino en dos cuarteles sociales. Sobre la margen derecha, que los de la izquierda llaman "abajo del puente," vive la gente menos acomodada, sin pretensiones á lucir en sociedad, y sobre la izquierda se extienden los barrios de la gente rica, ó que no quiere descender de cierto nivel social.
-          Pero la imperial, la opulenta, la aristocrática Lima, la qúe fué en otro tiempo la ciudad más lujosa y más cara del mundo, está hoy pobre, muy pobre, comparada con los tiempos de su antiguo esplendor. Sus mujeres no gastan ya blondas de Nápoles ni chales de Iram, ni sus grandes señores, como en los tiempos del Mariscal Castilla, júegan con puestas de á chino (cada chino se estimaba en 5oo soles) el rocambor (tresilló).
Y eso se comprende. Lima fué por excelencia, desde su fundación, la capital burocrática del mundo. Vivió siempre exclusivamente de la repartición del Tesoro público, sin más industrias que las del comercio distribucion de ese Tesoro, ejercidas pór - extranjeros. La aristocrática sociedad de Lima - mira todavía con cierto desprecio á todos los que vi; en de profesiones manuales, desprecio que aun alcanza algo al médico y al cirujano. Un dentista nó tiene acceso á ningún salón; se le cónsiderá, póco más ó ménos, comO un flébotomista. Duranté los largos anos en que caían como una lluviá de oro en la Tesorería de Lima los millones del húano aquel oro, distribuido en sueldos, contratos y pensiones, que empleaba íntegramente en vivir bien, y todo era, por consiguiente, enormemente caro. Nadie pensó en economizar ni guardar un cuarto, porque nadie creyó que aquel tesoro tendría fin, y después dé que la desgraciada guérra con Chile arrebató al Perú su próvincia salitrera de Tarapacá, todas las fortunas desaparecieron, todos los bolsillos se encontraron casi vacíos, y Lima, como digo, anda relativamente muy pobre.
- En cambio es hoy la única capital del mundo de vida barata, baratura, si se quiere, de mala calidad económica, pues depende de la abundancia de la oferta contra, un pedido muy debatido ó regateado, que mantiene los precios de los artículos alimenticios apenas en la tasa necesaria para que no cese su producción. La abundancia es inmensa. Da gusto ir á la hermosa plaza de mercado de Lima, que cobija bajo su magnifica estructura de hierro una manzana entera, de espaciosas galerías cubiertas de cristal, á contemplar aquella abundancia. Son montañas de granos, de papas, de legumbres, de aves, de huevos, de pescado, de frutas, de cacería, etc., etc., las que diariamente se ofrecen para la alimentación de Lima, todo á precios módicos y al alcance del artesano. El pan y la carne son regalados. El primero vale á 5 centavos libra, y la segunda á 20 centavos el kilogramo, de primera calidad. Todas las huertas de los alrededores de Lima están cultivadas por italianos, y la hortaiiza y la fruta que se pregona todas las mañanas por todas las calles de la ciudad, son ricas y abundantes. Baste decir que la pensión alimenticia en los comedores del Club Nacional, con cocina italiana de primera clase, escogiendo cada comensal su almuerzo y su comida de una lista de 10 á 12 platos, sólo costaba 36 soles de plata al mes.
Qué diferencia con esta miseria, esta mugre y esta carestía de Bogotá, que teniendo á mis pies una de las más feraces y extensas altiplanicies del mundo, cubierta del más rico mantillo de tierra vegetal, casi, casi no puede alimentamos!!
La administración municipal de la ciudad de Lima es magnífica. Se ha conservado á su Municipalidad la categoría que tenía bajo la Colonia. Ocupan aquellos puestos ad honorem, los más respetables ciudadanos de Lima, y es de rigor que el Presidente y los Vicepre-sidentes de la República bajen á ser Alcaldes de la ciudad. Su servicio de aguas es tan abundante como el de Nueva York, y eso que su acueducto, en el erial de aquella costa, es alimentado por pozos artesianos. La ciudad está perfectamente alumbrada por gas, y se la barre todas las noches, de 12 á 4 de la mañana, por numerosas cuadrillas de chinos que hacen este servicio. El de coches es completo. A toda hora, y en
cualquier parte de la ciudad, está usted seguro de encontrar un carruaje, que vale 30 centavos la carrera y $1 la hora.
No tiene Lima edificios públicos que puedan merecer arquitectónicamente el nombre de tales. La Catedral estaba en ruinas; ha sido recientemente restaurada por el señor Piérola; las demás iglesias, excepto San Francisco, valen poco; y el Palacio de la Plaza de Armas es todavía, con poca diferencia, la misma barraca que habitó Pizarro, con una mala fachada.
Termina la ciudad, por su extremidad occidental, en el magnífico Parque de la Exposición, construido en 1872, que cubre unas 6 ú 8 hectáreas de superficie, y es uno de los más bellos jardines del mundo. El Ministro americano me decía: no querría yo más fortuna que este Parque á inmediaciones de Nueva York. Dentro de él se encuentran el magnifico edificio que sirvió para la Exposición de 1872, un espléndido restaurante, un pequeño jardín zoológico ó mónagerie, comí algunas fieras y variado número de animales y aves raras del país, y el Club Revólver, para el tiro de pistola y rifle, al que los peruanos son muy aficionados, y en el cual han vencido varias veces á tiradores europeos que han venido á desafiarlos. El Kiosko del Alcalde, porque á él está destinado, es precioso; puede, si se quiere, constituirse en una magnífica habitación de recreo en la estación del verano.
La alta sociedad de Lima es de lo más distinguido, benévolo y culto que pueda imaginarse. Todo extranjero de distinción tiené seguridad de ser acogido en su seno con la más grande espontaneidad, y de recibir de las familias con quienes se relacione, la más generosa hospitalidad. Es una sociedad de costumbres aristocráticas. Suenan bien á su oído los títulos nobiliarios, y se amolda á todos los refinamientos de la más puntillosa sociedad europea.

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