La Estrella de Arica, 22-X-2000
Desentrañando la Historia de Arica
"El patriotismo suele ser la valoración arbitraria de los bienes raíces por encima de los principios" (George Jean Natham)
La chilenización de Arica
En forma majadera he insistido que, desde el punto de vista geo-histórico y cultural, Arica pertenece al "mundo", ethos o "país" Circumtiticaca. Cuando los chilenos conquistaron este territorio en 1880, la mayor parte de la población era aymara y residía en lo que hoy no son más que pueblos reducidos a una mínima expresión republicana y a una paupérrima existencia.
El gran contacto que los aymaras tenían con el mundo occidental eran los curitas que vivían con ellos en el interior, directamente y también a través de la gestión económica de la iglesia, administrada por un fabriquero, ciudadano investido de tal cargo por el Obispo de Arequipa y responsable de la administración de la iglesia y de la gestión de los terrenos que ésta administraba. Además debía "propender a todo aquello que contribuya a la conservación de ciertas costumbres piadosas... Debe pues el Fabriquero no omitir esfuerzo alguno para la continuación de todas ellas y muy particularmente en que todos los años cumplan los fieles con las fiestas". Importante gestión aquella, la cual le entregaba al fabriquero armas para constituírse en líder comunitario, lo que para la autoridad chilena se hace intolerablemente evidente en la persona del fabriquero de la iglesia de Putre, Antonio Mollo (también llamado "El Principal", tal era su influencia). A principios del siglo XX, cuando las iglesias de la Región Arica dejaban de depender de los peruanos, este señor protagonizó "delitos escandalosos" en abierta rebeldía contra la autoridad civil chilena, apoyando las festividades religiosas aymaras y oponiéndose a la imposición de las chilenas. Pedro Humire de Socoroma y otros fabriqueros protagonizaron gestiones similares.
El Tratado de Ancón que selló la paz entre Chile y el Perú en 1883, dejó a Tacna y a Arica entre el río Sama y el río Camarones, bajo la administración chilena por 10 años. La nacionalidad de este territorio sería definida por un plebiscito que nunca se realizó porque, según se nos dice, Perú hizo saber en 1893 que sólo consideraría los votos de los ciudadanos peruanos. Hay razones para pensar que Chile habría perdido el plebiscito, pues por entonces Arica no quería ser chilena. Aún 30 años después del tratado, en 1917, el censo realizado por la autoridad chilena contabiliza a 3.067 personas, 44,6% peruanas, 29,3% chilenas y 26,1% bolivianas.
Desde la firma del Tratado de Ancón las autoridades chilenas trataron de "ganarse" a los ariqueños ordenando la vida civil y mejorando la educación. Pese a ello, los indios sufrieron con fuerza el cambio de nacionalidad y fueron descritos por un chileno importante como "pobre gente cuyo intelecto se eleva apenas sobre el de las alpacas". Si bien se les otorgó nacionalidad chilena sin mayor trámite a los indígenas nacidos después de 1880, las obligaciones de tal estado resultaron penosas desde muchos puntos de vista, pese a los beneficios de la mejor educación y administración de justicia. Entre otras cosas, en 1911 pasaron a bienes nacionales todas las tierras comunales que, a juicio de los funcionarios fiscales, no contaban con un título de propiedad, con la poco afortunada prohibición de utilizarlas para el milenario pastoreo sin un permiso explícito. Muchas de esas tierras fueron entregadas a funcionarios fiscales: "De las propiedades que no están ocupadas Ud. se servirá indicarme las personas, chilenas se entiende, a quienes se les puede entregar para su custodia y su cultivo". Esto ha creado un litigio que ha resurgido recientemente, como lo ha informado La Estrella de Arica, pues Chile se comprometió a respetar los títulos de dominio peruanos, lo que en la práctica no se habría cumplido según los lugareños.
Hasta 1910, cuando fueron expulsados por decreto todos los curitas que quedaban en el interior, éstos eran peruanos y predicaban los intereses de ellos y fueron obviamente hostilizados por el poder civil chileno. Nótese que desde entonces no hay sacerdotes católicos residentes en el interior.
Creada la vicaría castrense en 1911, los capellanes militares chilenos se encargan de la misión cristiana de estas latitudes y se transforman en gestores de la conscripción militar obligatoria, establecida por Ley en 1913, a veces manifestando un abierto menosprecio por los indígenas ("La obra más duradera nuestra ha sido llegar al convencimiento del indígena, clavarles la idea, por medio de la repetición, martillando una y mil veces en la dura cabeza: alcohol, ¡veneno!; coca, ¡veneno!") y utilizando abusivamente su gestión sacerdotal con fines políticos: "Pero además de estas razones patrióticas y humanitarias, hay otras muy especiales para que cumplan con su deber de votar por Chile los nativos de esta provincia. Ellos, si nacieron después de 1880, son tan chilenos como los nacidos en cualquier otra parte del territorio nacional y todos los consideramos tan chilenos como nosotros mismos y creemos que, si uno de entre ellos no se considera chileno, ha de ser tenido por perjuro y por traidor. Y ¿quién ignora el estigma que señala a los perjuros y a los traidores? Sólo los que permanecen fieles a sus juramentos merecen llamarse hombres" . Incluso suspendieron por años la celebración de la Virgen de las Peñas, porque la patrona del ejército chileno era la Virgen del Carmen, mientras que la anterior era peruana y sólo se allegó por estos lares buscando fieles más cariñosos.
Pues así se siguió hasta que el arbitraje solicitado a los EE.UU. recomendó en 1925 hacer el plebiscito de una vez por todas. Las autoridades chilenas continuaron tranando de imponer la chilenidad a la usanza de la época, a la vez que civiles chilenos ("mazorqueros") se organizaban en Ligas Patrióticas que hostigaban, amenazaban, acorralaban y asaltaban peruanos. Tal vez los peruanos protagonizaron canalladas, pero tenemos que ser honestos y aceptar que (tal vez, podría ser, a lo mejor y dicen que) los chilenos tampoco fuimos muy inocentes. Entre Arica e Iquique, las Ligas Patrióticas son responsables de la expulsión de más de 5.000 no-chilenos o casi-chilenos que habían hecho de esta tierra su Patria pues, como expresó Aristófanes, "El país de un hombre es aquel donde vive mejor".
El plebiscito nunca se llevó a cabo: se repartió salomónicamente el territorio en disputa en 1929. Parece que fue el Servicio Militar el principal gestor de la "chilenidad" del indígena ariqueño y de la "peruanidad" del de la sierra de más al norte.
En la pampa salitrera pasó algo similar con la "chilenidad", la cual sólo se estableció en Iquique después de la incalificable masacre de la escuela Santa María el 21 de diciembre de 1907. Para que vean cuán poca importancia se le daba a la nacionalidad en la pampa, han de saber que ese día los obreros "bolivianos" y "peruanos" se negaron a salir de la maldita escuela, pues ellos creían tener los derechos de sus hermanos chilenos. Rindiendo honores a la naturaleza trinacional del Tarapacà de entonces, terminaron acribillados igual que los nacidos en Chile. Supongo a quien dió la orden de abrir fuego le daba lo mismo: al fin de cuentas todos no eran más que tarapaqueños...
http:// peruanosactualidad-camav.bl ogspot.com/2011/12/ la-invasion-de-lima-una-pes adilla-que.html
http://www.infoarica.loganmedia.com/renatoaguirre/13chilenizaciondearica1.htm
Desentrañando la Historia de Arica
"El patriotismo suele ser la valoración arbitraria de los bienes raíces por encima de los principios" (George Jean Natham)
La chilenización de Arica
En forma majadera he insistido que, desde el punto de vista geo-histórico y cultural, Arica pertenece al "mundo", ethos o "país" Circumtiticaca. Cuando los chilenos conquistaron este territorio en 1880, la mayor parte de la población era aymara y residía en lo que hoy no son más que pueblos reducidos a una mínima expresión republicana y a una paupérrima existencia.
El gran contacto que los aymaras tenían con el mundo occidental eran los curitas que vivían con ellos en el interior, directamente y también a través de la gestión económica de la iglesia, administrada por un fabriquero, ciudadano investido de tal cargo por el Obispo de Arequipa y responsable de la administración de la iglesia y de la gestión de los terrenos que ésta administraba. Además debía "propender a todo aquello que contribuya a la conservación de ciertas costumbres piadosas... Debe pues el Fabriquero no omitir esfuerzo alguno para la continuación de todas ellas y muy particularmente en que todos los años cumplan los fieles con las fiestas". Importante gestión aquella, la cual le entregaba al fabriquero armas para constituírse en líder comunitario, lo que para la autoridad chilena se hace intolerablemente evidente en la persona del fabriquero de la iglesia de Putre, Antonio Mollo (también llamado "El Principal", tal era su influencia). A principios del siglo XX, cuando las iglesias de la Región Arica dejaban de depender de los peruanos, este señor protagonizó "delitos escandalosos" en abierta rebeldía contra la autoridad civil chilena, apoyando las festividades religiosas aymaras y oponiéndose a la imposición de las chilenas. Pedro Humire de Socoroma y otros fabriqueros protagonizaron gestiones similares.
El Tratado de Ancón que selló la paz entre Chile y el Perú en 1883, dejó a Tacna y a Arica entre el río Sama y el río Camarones, bajo la administración chilena por 10 años. La nacionalidad de este territorio sería definida por un plebiscito que nunca se realizó porque, según se nos dice, Perú hizo saber en 1893 que sólo consideraría los votos de los ciudadanos peruanos. Hay razones para pensar que Chile habría perdido el plebiscito, pues por entonces Arica no quería ser chilena. Aún 30 años después del tratado, en 1917, el censo realizado por la autoridad chilena contabiliza a 3.067 personas, 44,6% peruanas, 29,3% chilenas y 26,1% bolivianas.
Desde la firma del Tratado de Ancón las autoridades chilenas trataron de "ganarse" a los ariqueños ordenando la vida civil y mejorando la educación. Pese a ello, los indios sufrieron con fuerza el cambio de nacionalidad y fueron descritos por un chileno importante como "pobre gente cuyo intelecto se eleva apenas sobre el de las alpacas". Si bien se les otorgó nacionalidad chilena sin mayor trámite a los indígenas nacidos después de 1880, las obligaciones de tal estado resultaron penosas desde muchos puntos de vista, pese a los beneficios de la mejor educación y administración de justicia. Entre otras cosas, en 1911 pasaron a bienes nacionales todas las tierras comunales que, a juicio de los funcionarios fiscales, no contaban con un título de propiedad, con la poco afortunada prohibición de utilizarlas para el milenario pastoreo sin un permiso explícito. Muchas de esas tierras fueron entregadas a funcionarios fiscales: "De las propiedades que no están ocupadas Ud. se servirá indicarme las personas, chilenas se entiende, a quienes se les puede entregar para su custodia y su cultivo". Esto ha creado un litigio que ha resurgido recientemente, como lo ha informado La Estrella de Arica, pues Chile se comprometió a respetar los títulos de dominio peruanos, lo que en la práctica no se habría cumplido según los lugareños.
Hasta 1910, cuando fueron expulsados por decreto todos los curitas que quedaban en el interior, éstos eran peruanos y predicaban los intereses de ellos y fueron obviamente hostilizados por el poder civil chileno. Nótese que desde entonces no hay sacerdotes católicos residentes en el interior.
Creada la vicaría castrense en 1911, los capellanes militares chilenos se encargan de la misión cristiana de estas latitudes y se transforman en gestores de la conscripción militar obligatoria, establecida por Ley en 1913, a veces manifestando un abierto menosprecio por los indígenas ("La obra más duradera nuestra ha sido llegar al convencimiento del indígena, clavarles la idea, por medio de la repetición, martillando una y mil veces en la dura cabeza: alcohol, ¡veneno!; coca, ¡veneno!") y utilizando abusivamente su gestión sacerdotal con fines políticos: "Pero además de estas razones patrióticas y humanitarias, hay otras muy especiales para que cumplan con su deber de votar por Chile los nativos de esta provincia. Ellos, si nacieron después de 1880, son tan chilenos como los nacidos en cualquier otra parte del territorio nacional y todos los consideramos tan chilenos como nosotros mismos y creemos que, si uno de entre ellos no se considera chileno, ha de ser tenido por perjuro y por traidor. Y ¿quién ignora el estigma que señala a los perjuros y a los traidores? Sólo los que permanecen fieles a sus juramentos merecen llamarse hombres" . Incluso suspendieron por años la celebración de la Virgen de las Peñas, porque la patrona del ejército chileno era la Virgen del Carmen, mientras que la anterior era peruana y sólo se allegó por estos lares buscando fieles más cariñosos.
Pues así se siguió hasta que el arbitraje solicitado a los EE.UU. recomendó en 1925 hacer el plebiscito de una vez por todas. Las autoridades chilenas continuaron tranando de imponer la chilenidad a la usanza de la época, a la vez que civiles chilenos ("mazorqueros") se organizaban en Ligas Patrióticas que hostigaban, amenazaban, acorralaban y asaltaban peruanos. Tal vez los peruanos protagonizaron canalladas, pero tenemos que ser honestos y aceptar que (tal vez, podría ser, a lo mejor y dicen que) los chilenos tampoco fuimos muy inocentes. Entre Arica e Iquique, las Ligas Patrióticas son responsables de la expulsión de más de 5.000 no-chilenos o casi-chilenos que habían hecho de esta tierra su Patria pues, como expresó Aristófanes, "El país de un hombre es aquel donde vive mejor".
El plebiscito nunca se llevó a cabo: se repartió salomónicamente el territorio en disputa en 1929. Parece que fue el Servicio Militar el principal gestor de la "chilenidad" del indígena ariqueño y de la "peruanidad" del de la sierra de más al norte.
En la pampa salitrera pasó algo similar con la "chilenidad", la cual sólo se estableció en Iquique después de la incalificable masacre de la escuela Santa María el 21 de diciembre de 1907. Para que vean cuán poca importancia se le daba a la nacionalidad en la pampa, han de saber que ese día los obreros "bolivianos" y "peruanos" se negaron a salir de la maldita escuela, pues ellos creían tener los derechos de sus hermanos chilenos. Rindiendo honores a la naturaleza trinacional del Tarapacà de entonces, terminaron acribillados igual que los nacidos en Chile. Supongo a quien dió la orden de abrir fuego le daba lo mismo: al fin de cuentas todos no eran más que tarapaqueños...
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http://www.infoarica.loganmedia.com/renatoaguirre/13chilenizaciondearica1.htm
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