jueves, 29 de diciembre de 2011

Tarapaqueño" es el gentilicio de Tarapacá

Perú perdió la provincia de Tarapacá en la Guerra del Pacifico (1879-1884) como lo establece el Tratado de Ancón. Durante años muchos tarapaqueños peruanos y sus organizaciones cuestionaron este tratado, promoviendo incluso gestiones internacionales y campañas nacionales. Allá en Tarapacá los peruanos nacidos en esta provincia y que decidieron continuar siendo peruanos, aunque muchos ya constituían matrimonios mixtos (peruanos, bolivianos, chilenos, italianos, ingleses, etc.), fueron hostigados por grupos nacionalistas radicales chilenos (las ligas patrióticas) y por una política de estado dirigido a “chilenizar” esos territorios, viéndose obligados a repatriarse al Perú en calidad de “irredentos”. Las oleadas migratorias de «tarapaqueños peruanos» hacia el Callao y Lima ocurrieron entre 1907-1909, 1911-1912, pero sobre todo entre 1918 y 1920.
http://centrohijosdetarapaca.blogspot.com/2010/04/tarapaca-region-en-conflicto-1911-1929.html


Tarapaqueño" es el gentilicio de Tarapacá, y Tarapacá es una provincia del norte de Chile que antes de 1879 perteneció al Perú. Los grandes intereses económicos en torno a los yacimientos de salitre de Tarapacá fueron la causa principal de la Guerra del Pacífico. Cuando en 1883 se firmó el tratado de paz, el Perú, que había perdido la guerra, se vio forzado a ceder Tarapacá a Chile.

Al confundirse la cuestión social con la cuestión nacional en Tarapacá, el nacionalismo y el símbolo patrio (González; 1995) encontraron un lugar más propicio para asentarse en la sociedad civil Tarapaqueña. Entre los primeros efectos observados fueron la desaparición de las mancomunales (1910), que fue el principal movimiento obrero internacionalista de la época y la expulsión por las Ligas Patrióticas (1911) de los primeros tarapaqueños de origen peruano. La violencia producto de la rápida chilenización en este período llevó al gobierno del Perú a romper relaciones diplomáticas con Chile en marzo de 1911, cuyo motivo específico fue la expulsión de los curas peruanos de Arica y Tacna. Expulsión de la que no es ajeno el Vicariato Castrense chileno con sede en Arica y Tacna y creado en 1904.
Variados acontecimientos marcaron la violencia hacia 1911 y años posteriores. Ese año desapareció el periódico “La Voz del Perú” y la Escuela para niños peruanos en Iquique. También se clausuraron las primeras escuelas particulares en los valles interiores y se atacaron a los Clubes sociales y comercio peruanos en Iquique y Pisagua.
Se fundó la Sociedad “La Mano Negra” el 3 1 de mayo de 1911. Y comenzó la aparición de periódicos patrióticos que hostigaron a la población de origen peruano, con el propósito de obligarlos a marcharse de la provincia. Periódicos como: El Corvo, El Ajicito, La Liga Patriótica, El Chileno, El Roto Chileno, El Eco Patrio, El Lucas Gómez.
Esto llevó a una resistencia activa por parte de la población de origen peruano, especialmente aquella que se podría definir de ilustrada: curas, empresarios y maestros. Pocos son los casos de obreros acusados de nacionalistas o de instigadores, pero no por ello estuvieron al margen de la persecución, especialmente en los años de crisis económica salitrera cuando fueron el principal blanco de la repatriación. Un grupo organizado de tarapaqueños en Lima, liderado por Ezequiel Ossio, llegaron a presentar un Memorial al presidente de los Estados Unidos, país mediador en el conflicto diplomático entre Perú y Chile por las provincias en litigio. Los tarapaqueños que se resistieron en sus pueblos, valles o campamentos a la xenofobia de grupos nacionalistas chilenos lo hicieron más bien por defensa de una identidad local o regional que nacional; lucharon más por ser tarapaqueños que peruanos. En ese regionalismo, los tarapaqueños refugiados en el Perú, especialmente en el Callao donde llegó el grueso de los expulsados, ha seguido identificándoles hasta nuestros días.

EL REGIONALISMO DE LOS REFUGIADOS DEL CALLAO-PERÚ

Tarapacá fue denominada insistentemente “provincia cautiva” por los discursos del Presidente Leguía y otros políticos peruanos de la época. En los principales libros de investigadores peruanos sobre el conflicto chileno-peruano, a Tarapacá se le conoce por ese nombre. El libro de registro civil de Lima donde se inscribieron los refugiados sin documentación en regla, se le conoce como de “las cautivas de Tarapacá”. Sin embargo, previo al acuerdo del 1929, ese término desaparece de los discursos oficiales, y Tarapacá quedó notoriamente fuera de toda reivindicación peruana, centrándose el interés sólo por Arica-Tacna, reconociendo de ese modo los términos del Tratado de Ancón que en su artículo 2 dejaba bajo soberanía chilena a perpetuidad, la provincia de Tarapacá.
El más duradero de los cautiverios ha estado en la mente de los propios tarapaqueños refugiados que, a pesar de los años, no olvidan su identidad forjada en el siglo pasado y comienzos de éste en la pampa del Tamarugal y en la costa salina de Tarapacá. Como el regionalismo es un sentimiento, la idea, la imagen de Tarapacá, se transformó en una obsesión, en una fe, la “patria chica” como ellos le llamaban y le llaman aún se endiosa y se transforma en un motivo cotidiano de vivir.
Lima, y específicamente el Callao, fue el destino escogido por los refugiados de Tarapacá, pero también otros lugares del Perú como Mollendo y Arequipa. Aquellos se hallaron ubicados en cines, manicomios, escuelas, verdaderos albergues provisorios que se tornaron permanentes por la falta de empleo, generando una nueva frustración en los refugiados. Enfrentados a este problema y al convencimiento que Tarapacá no sería devuelto al Perú, el gobierno de A. Leguía decretó la Ley N° 5443 del 13 de marzo de 1926, que concedió terrenos de 300 metros cuadrados a las familias de tarapaqueños pobres. Una vez realizado el empadronamiento de aproximadamente 418 lotes, se adquirió el 18 de julio de 1929 (aprovechando tal vez los recursos provenientes del propio tratado con Chile), el fundo “La Chalaca” ubicado en el Callao. Recién en 1948 se autorizó a los tarapaqueños a ocupar sus lotes  De éstos emergió la Urbanización Tarapacá. La cantidad de repatriados que llegaron a Lima-Callao varía según la fuente: según el diario La Voz del Sur fueron 13.000 (31 de marzo de 1921) y El Tarapaqueño del Callao anuncia 40.000 (21 de octubre de 1971).
En la urbanización “Tarapacá”, están todavía los refugiados, a más de setenta años de las últimas expulsiones haciendo reuniones, conmemorando fechas, realizando bailes a beneficio como en las viejas mutuales, y recordando una tierra que ni siquiera algunos conocen. Sin embargo, el “ser tarapaqueño” los hace distintos en el Callao, diferentes en Lima, doblemente peruanos en el Perú y un poco chilenos en la intimidad familiar.
Allí están las calles con sus nombres tarapaqueños, Iquique, Canchones, Huara, etc., un espacio virtual de la provincia que sus abuelos, sus padres o ellos mismos, cuando niños, abandonaron un día, pero que nunca la dejaron del todo.
Como las razones de la expulsión-partida fue una mezcla de razones patrióticas y motivos económicos, posiblemente ello mismo exacerbó el sentimiento asociado al regionalismo y avivó la llama de la identidad tarapaqueña, resistiéndose y complementándose a otras identidades a nivel meso como la de ser “chalaco” (Callao) o Limeño. Quizás podríamos decir -como BenedictAnderson se refirió a las comunidades que originaron el nacionalismo- (Anderson; 1993) que los tarapaqueños del Callao “imaginaron” y continúan imaginándose una región que ya no existe en el territorio que abandonaron un día, pero en cambio han construido una comunidad que es real, posee identidad, organización, son todavía un movimiento social que se diferencia de todas las demás comunidades que conforman la sociedad peruana contemporánea. En otras palabras, los tarapaqueños del Callao son una comunidad real, con un sentimiento regionalista de gran profundidad histórica, construido en base a una región imaginada. Recorrer las calles de la urbanización Tarapacá es recordar; cada calle tiene el nombre de un pueblo, de un valle, de un toponimio tarapaqueño. La mayoría de los vecinos tienen raíces y tienen dolores que vienen de Tarapacá, pues dejaron familiares, dejaron pertenencias, dejaron vivencias, dejaron lo que no querían dejar, sus hogares, sus amigos. Ya por la cruz de alquitrán, pintadas en las puertas por las Ligas Patrióticas, ya por sus propios temores o por la crisis, y aprovechando las facilidades de transporte (vapores) entregados por el consulado peruano en Iquique y Pisagua, miles iniciaron una marcha que para la mayoría fue sin retorno.
Con ello se fue una imagen de región: el Tarapacá del ciclo salitrero, pero si entendemos a la región como un espacio socialmente construido (Boisier; 1989 y 1990) y al regionalismo como un sentimiento, Tarapacá ha sido en su acontecer histórico producto de diversos constructos culturales y tenido distintos sentimientos asociados a ellos. El Tarapacá de nuestros días no es igual a aquel de los tiempos de la Conquista y Colonia cuando pertenecía a Arequipa, tampoco al Tarapacá peruano que formaba parte del Departamento de Moquegua, incluso ya poco queda del Tarapacá salitrero que se hermanaba con Antofagasta y Taltal.
La región así entendida, como un artefacto histórico y cultural, tiene un espacio funcional que es simétrico con el espacio de pertenencia territorial del sujeto, aquel espacio que define su identidad a nivel meso como: tarapaqueño, nortino, etc. Por tanto, la región más que un territorio es una percepción, una identidad.
Dicha percepción, dicha identidad, puede viajar con el sujeto a cualquier territorio porque está internalizada en su personalidad. Esa identidad llevó a los tarapaqueños a fundar en pleno centro de Santiago el famoso “Centro Hijos de Tarapacá”, como los tarapaqueños del Callao fundaron “La Sociedad Patriótica Tarapaqueña”.
Interesante es observar como en el caso de la identidad Tarapaqueña, tanto aquellos habitantes de origen peruano como de origen chileno, enfrentaron su identidad conflictivamente con la identidad nacional, por ejemplo, para los limeños el habla y las costumbres de los tarapaqueños del Callao eran “muy chilenas” ; de igual modo, los tarapaqueños chilenos más de alguna vez han sido motejados de “cholos” por los santiaguinos.
Tarapacá entre 1830-1910 se distinguió por ser una región contenedora de migraciones venidas de los tres países vecinos y de todas las latitudes del mundo, pero también se caracterizó por una gran tolerancia étnica y de distintas nacionalidades, como por la existencia de organizaciones obreras y patronales internacionalistas, y la existencia de clubes sociales, escuelas e incluso curas peruanos y de otras nacionalidades. Tarapacá fue una región pluriétnica y plurinacional, rasgo que definió el carácter y personalidad del tarapaqueño de ese período. La Liga Patriótica (González y otros; 1994) y el clima nacionalista generado en la provincia, enfrentado a un siempre amenazador plebiscito por Arica-Tacna y por el siempre aludido “cautiverio” de Tarapacá, generó una ruptura definitiva en la percepción de la región.
Esa ruptura provocada en 1911 por la acción del Estado chileno (a través de sus aparatos ideológicos, como la administración pública y la escuela fiscal) y la acción de la sociedad civil (a través de ciertos grupos organizados, como las Ligas Patrióticas), se prolongó hasta 1929, cuando un acuerdo entre ambos países dio por resultado un Tratado que, además de poner punto final al conflicto internacional entre ambos, terminó con el conflicto interno en Tacna, Arica y Tarapacá. En 1929 Tarapacá ya no era la misma provincia de 1911, se había transformado en una región chilena homogeneizada y asimilada a la identidad nacional, su multiculturalidad quedó oculta en ciertas identidades locales, esparcidas en la región y fuera de ella, una es la de los tarapaqueños del Callao en Perú.

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