Chile, Perú, y Bolivia : ante el juicio de cien escritores extranjeros
No aliadòfilo, sino "platòfilo " es el Perù
Dos años atrás, en el momento más obscuro para mi patria, vine aquí, para expresar mis dolores y justicia de mi patria que debía tener un lugar en el sol. Es aquí donde aprendí castellano, y pronuncié mi primera conferencia en este idioma hidalgo entre el generoso público chileno cuya gentileza y hospitalidad son ya proverbiales.
He defendido una causa justa, sin tener ningún interés pecuniario, porque está bien conocido que de tantos miles de pesos que he hecho en Chile, como en otros países, no he tomado un centavo. Tal trabajo fué ayudado por toda la gente culta y generosa, en todas partes, excepto en el Perú.
Voy a hablar sin ira y con argumentos bien documentados. El Perú no es mi enemigo nacional y ningún peruano mi enemigo personal, sino que quiero expresar mi opinión, tratándose de una causa a la cual el Perú pide la justicia de los Aliados, aprovechando la única ocasión para ganar por astucia lo que ha perdido por la espada.
Después de haber triunfado en Chile, me fui al Perú, porque me dijeron que es muy aliadófilo e hidalgo, y que yo, después de una experiencia amarga, verifiqué que el aliadofilismo del Perú existe en la razón, porque no hay influencia alemana allí debido ala falta del capital e inmigración alemana; y además como los aliados son cajeros del mundo y a los peruanos les gusta plata, yo llegué a la conclusión de que los peruanos, en vez de ser aliadófilos, en realidad son «platófilos». Refiriéndome a la hidalguía de los limeños puedo decir que son hidalgos, porque les gustan las corridas de toros.
Pobreza y corrupción de la prensa limeña.
La prensa limeña dió una noticia de mi llegada, mas no quería publicar ningún artículo mío, porque me pedía dinero, excusándose que no tenía espacio, y yo no podía esperar algo mejor dé la prensa más pobre de América y tal vez la más corrompida del mundo.
La prensa de Lima es pobre, entre muchas razones, porque su público, negros, chinos, zambos, cholos, etc., no saben leer o no se interesan por lecturas. Y si hay alguna persona, en el interior, que comprara un diario, para matar el tiempo, con ella no se puede contar, debido a malas comunicaciones, pues cuando un periódico de Lima llega a otra población distante, ha perdido su actualidad. Lo ha dicho muy bien un inglés, que para ir de Lima a Iquitos (ciudad peruana en la orilla del Amazonas), hay que em¬ barcarse en el Callao para Inglaterra y de allí a Brasil, y después por vía fluvial llegar al lugar destinado.
«Las columnas de los diarios están todavía casi en su totalidad ocupadas con la publicación de indecentes sátiras contra los hombres prominentes, y de vez en cuando de despreciables querellas entre actores y cantores, y también de mala poesía.
«Folletos también frecuentemente aparecen en Lima y otras ciudades del Perú, sobre los asuntos políticos, llenos de baldones y libelos. Ellos forman la gran parte del trabajo de la prensa peruana, aunque son escasos.» ( Cuzco and Lima , por Clements Markham, pág. 366).
«Los diarios en Chile equivalen a una institución como en los Estados Unidos. Esto es la verdad, en Santiago, como también en Valparaíso. El Mercurio, que se publica en las dos ciudades, tiene magníficos edificios superiores en sus conveniencias a las oficinas de los diarios en América del Norte y con más comodidades para los editores, repórters, maquinistas y otros empleados que la tierra del periodismo (los Estados Unidos), que está un siglo para atrás en este sentido. Refectorios, salas particulares, oficinas de trabajo con baños, dormitorios, salas de juego, para el personal trabajador de un diario. El edificio de El Mercurio en Santiago es notable no solamente por las comodidades para sí mismo, que son muy completas, sino tiene salones y piezas que están a disposición del público. En los edificios de los diarios en los Estados Unidos es una fortuna poder tener un lugar para escribir de pie su anuncio. En Santiago puede tener un escritorio y sillón y puede quedarse tanto cuanto quiera. Consultando los estantes tienen todo el lujo de una sala de lectura en una biblioteca moderna. Los salones de El Mercurio están abiertos para recepciones públicas y funciones parecidas. El mismo dia¬ rio publica más cablegramas que cualquier diario en una ciudad de un cuarto de millón de habitantes en los Estados Unidos». (Panamá to Patagonia, por Charles M. Pepper, pág. 213).
En polémica, que es muy rara, emplean palabras muy escogidas y aún al mayor enemigo no quieren ofender. Tengo que reconocer que muchos artículos míos, contra el Perú, habían sido suavizados, por los directores, y muchos no se han publicado por haber sido considerados muy fuertes.
«En Lima, al contrario de las otras capitales de América del Sud, la prensa, sea política, literaria o científica, no puede ganar un terreno firme. Al pueblo le falta interés para la prensa; en cuanto los partidos políticos prefieren argumentos por boca que por escrito». (Reisen durch Südanierica , por Johann Jakob von Tschucli, tomo V, pág. 382.)
Sobre la corrupción de la prensa y la influencia del diarismo de su país se expresa en estos términos el señor Prada (peruano):
«En vano los hombres del poder fingen desdeñar al escritor público y tratan de disimular con la sonrisa del desdén los calofríos del miedo a la verdad: si hay algo más fuerte que el hierro, más duradero que el granito y más destructor que el fuego, es la palabra de un hombre honrado.
«Desgraciadamente, nada fué más prostituido en el Perú que la palabra. En nuestro desquiciamiento general, la pluma tiene la misma culpa que la espada.
«El diarismo carece entre nosotros del prestigio de que goza en otros países: aquí no representa el poder intelectual de la nación, sino la fuerza brutal de las malas pasiones.
«Esa exuberancia de frases gastadas y pensamientos triviales, que se vacian en las enormes y amenazadoras columnas del periódico, recuerdan el bullicioso río de fango y piedras que se precipita a rellenar las hondonadas y resquebrajaduras de un valle.
«Desde el editorial ampuloso y kilométrico hasta la crónica insustancial y chocarrera, se oye la diatriba sórdida, la envidia solapada y algo como crujido de carne viva, despedazada por dientes de hiena.
«Nadie negará que desde la guerra con Chile el nivel moral del país ha descendido. ¿Por qué? Por la mentira y falta de probidad en publicistas y literatos.
«La palabra debía unir, y dividió; debía ilustrar, y embruteció; debía censurar, y aduló.
«El escritor público formó atmósfera de prestigio a los detentadores de la hacienda nacional, y el poeta prodigó versos a caudillos salpicados aún con sangre de las guerras civiles. Las sediciones de pretorianos, las dictaduras del Bajo Imperio, las persecuciones y destierros, los asesinatos en las cuadras de los cuarteles, los saqueos al Tesoro Público en plena luz del día... todo fué posible, porque tiranos y ladrones contaron siempre con el silencio o el aplauso de una prensa cobarde, venal o cortesana.
«Como en el Ahasvero de Edgard Quinet pasan a los ojos del poeta las mujeres resucitadas, llevando en el corazón la herida del amor incurable: así mañana, ante las miradas de la posteridad, desfilarán muchos de nuestros escritores, queriendo ocultar en el pecho la lepra de la venalidad.» (Un Viaje por Fuerza a Sudamérica y Europa', por Carlos Selva, pág. 155, Granada de Nicaragua, 1894).
Algún tiempo después de mi llegada a Lima, realicé una conferencia, frecuentada solamente por las colonias aliadas, y al día siguiente salió en un diario, creo que se llama Las Novedades , lo siguiente:
«Anoche realizó su anunciada conferencia el señor Dimitrijevich y he aquí un artículo de un diario chileno que habla sobre sus conferencias». Sigue el artículo.
Tal ataque cobarde nunca me ha pasado en el mundo, pues el deber de un periódico es dar su opinión sobre una conferencia realizada y no la de los otros. Además no era verdad que era un «diario chileno», sino un quincenal de un traidor dálmata que se vendió a los cónsules de los Imperios Centrales en Iquique. Por eso es que no mencionó cómo se llamaba el periódico.
Lo que es más indigno de un hombre es que el Director del diario limeño se había declarado contra Alemania en un manifiesto en favor de Bélgica, habiéndome manifestado personalmente que era un admirador de los serbios; pero, a pesar de todo esto, al día siguiente me atacó cobardemente.
El no es una persona particular, pues su periódico representa una parte de la opinión pública del Perú. Se había declarado aliadófilo, en el papel, pues esto convenía a sus intereses y en relación de mi obra aliada, filantrópica y desinteresada, tomó parte de Judas y Pilatos a un mismo tiempo.
Entonces yo comparé mi situación con la en que se encontraba Chile antes de la guerra con el Perú, que había hecho un pacto secreto con Bolivia contra Chile, al mismo tiempo que le confesaba la mejor amistad.
Después de esto realicé una conferencia en el Callao y me fui, porque los peruanos se interesan solamente, como el vulgo de la antigua Roma, para «panem et circencem».
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