MARCO AURELIO DENEGRI: La Academia está desinformada
Efectivamente, la Real Academia Española (RAE) afirma en su Diccionario (DRAE) que la palabra cojudez es americanismo y que tiene un solo significado: "Cualidad de cojudo." Doble falsedad. Sí, doble, porque cojudez es peruanismo y no tiene un solo significado, sino cinco, a saber:
1. Cualidad de cojudo.
2. Necedad, tontería.
3. Cosa de mala calidad.
4. Cosa baladí o insignificante.
5. Situación, cuestión o asunto problemático, espinoso o delicado.
(Véase el siguiente ejemplo vladimírico de esta quinta acepción: "Si la cojudez es así –dice Vladimiro Montesinos–, es mejor que hoy presente su renuncia al Jurado y que se vaya, hermano." (Citado por Luis Jochamowitz, en su compilación titulada Vladimiro. Conversando con el Doctor.)
Téngase por perfectamente averiguado que en ningún país hispanohablante es de uso general el vocablo cojudez, salvo en el Perú, aunque con la excepción de Loreto. En Loreto y particularmente en Iquitos no se dice cojudez, sino cojudeza. Esto me lo han asegurado varios loretanos y en primer lugar Luis Ángel Pinasco.
En 1908, en su respuesta al poema "Adiós a Lima", del colombiano Gabriel Olaya Zanabria, dice Leonidas Nicolás Yerovi Douat lo siguiente, en la penúltima estrofa:
"Revisa so rechucha de tu madre / Siquiera el Diccionario a veces, / Y aprende bien la lengua de Cervantes / Para que así no escribas cojudeces / Ni rebuznes, baboso, cuando cantes."
Según el mismo Yerovi, y así consta en su Parodia de Don Juan, de 1909, al referirse Don Juan a los ángeles, arcángeles y querubines, dice que todos ellos son "de cojudez bien notoria".
En carta fechada en Nápoles el 15 de febrero de 1914, y dirigida a Enrique Bustamante y Ballivián, el remitente Abraham Valdelomar, comentando el derrocamiento de Billinghurst, expone entre otras consideraciones las siguientes:
"No creí que tan pronto nos cayéramos del tejado; y sobre todo por cojudeces. Porque allí, amigo mío, todas son cojudeces. Hasta tener talento es una cojudez."
Ahora bien: para adentrarnos en la cojudez y captar su meollo y esencia, hay que vivirla. Tal es el sentir de Sofocleto, y el mío también.
"En el Perú –dice Sofocleto– la cojudez va mucho más allá de las definiciones, la gramática, la etimología y los diccionarios. Es necesario vivir nuestra cojudez, más que definirla. Es indispensable llevarla en el andar, la piel, la sangre, el alma... respirar a través de ella, arrullarse con su hipnosis colectiva y amarla con esa ternura infinita que sólo un cojudo puede poner en la cojudez."
Los peruanos tenemos la particularidad de generar cojudez con una facilidad asombrosa. Somos, pues, cojudógenos. El neologismo cojudógeno designa a la persona que genera cojudez, que la suscita y despierta, que la provoca y engendra. Cuando en una reunión, por ejemplo, comienzan a proliferar las cojudeces, ello indica que hay uno o más circunstantes cojudógenos. El proceso se llama cojudogenia.
El ser humano nunca llegará a ser sápiens o sapiente, lo que se llama sapiente, si no estudia a fondo lo que le impide serlo; es decir, si no investiga detenidamente, rigurosamente, exhaustivamente, su propia cojudez.
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