DOCUMENTO
BOLIVIA,
CHILE Y PERÚ: ¿CAPITALIZACIÓN O DETRACCIÓN DE NUESTRAS RIQUEZAS NATURALES?
NO OLVIDAR LAS LECCIONES DE LA HISTORIA
El presente artículo tiene una triple
motivación, por un lado el valioso artículo del doctor y amigo Luis Siabala
Valer sobre “John North, el llamado Rey del Salitre del siglo XIX”, que explica
uno de los capítulos más oscuros de la historia de Chile, con una sangrienta
guerra civil incluida, significó un punto de quiebre en la historia económica y
política, con el suicidio del presidente constitucional Balmaceda en 1891, y la
enajenación de las riquezas del salitre para el pueblo chileno. En tal sentido
se podría decir que “Chile ganó la guerra pero perdió la paz”.
En segundo lugar, el espectacular despliegue
de las fuerzas armadas de Chile el 19 de septiembre denominado como una jornada
por las glorias del ejército chileno, una fiesta cívica con participación
popular con el uso de símbolos patrios donde la llamada “Guerra del Pacífico”
juega un papel central en la afirmación de la chilenidad.
Es de admirar la marcialidad, sobriedad de
las tropas en el desfile como prusianos de América Latina, la presencia del
pueblo en homenaje a su ejército en la fiesta nacional. Sin embargo, la
presencia de batallones como el “Yungay”, con las vituallas, armamento y
uniforme propios de los ejércitos que participaron en la mal denominada “Guerra
del Pacífico”, tiene varios significados.
En una lectura psicoanalítica del desfile por
el día de las llamadas “Glorias del Ejército”, y la utilización de los hechos
acontecidos en el siglo XIX tiene múltiples lecturas. De un lado, la
reafirmación de una superioridad frente a sus vecinos, hecho innegable si se
analiza el presupuesto de la defensa en los tres países involucrados Bolivia,
Chile y Perú. De otro lado, un gran temor ante posibles “revanchas históricas”,
las presiones demográficas de sus vecinos, el gran potencial minero energético,
y la soberbia de las elites santiaguinas.
Es evidente que en la construcción de un
proyecto nacional chileno se hace necesario levantar el mito del “Ejército
jamás vencido”; mas sería importante recordar en honor de la verdad histórica
la serie de batallas tales como Tarapacá, Pucará, Marcavalle, Concepción, San
Pablo (Cajamarca) y Canta, donde el ejército invasor fue derrotado.
En tercer lugar, mi condición de descendiente
de tarapaqueños, con abuelos maternos, trabajadores del “caliche salitrero” en
Zapiga cerca de Iquique, me obliga a comentar este artículo sobre John North y
sus prácticas especulativas de apropiación de una riqueza que significó una
cruenta e injusta guerra entre Bolivia, Chile y Perú, cuyas consecuencias no
han terminado.
LOS MECANISMOS DE LA ENAJENACIÓN
Debo felicitar la acuciosidad histórica del
artículo del Dr. Siabala Valer sobre uno de los capítulos más importantes de la
historia de Chile y de América Latina. El mencionado artículo “John North Rey
del Salitre”, que reproduzco con la autorización del autor en mi blog, tiene
una extraordinaria vigencia. La explotación de los recursos naturales y los
beneficios que esta podría representar para nuestros países, en razón de los
importantes valores de la renta minera, petrolera, o gasífera que se generan y
analizar la participación de los Estados.
La vigencia de la problemática es actual, y
tiene que ver con la presencia o ausencia del Estado en la explotación de los
recursos naturales no renovables. Ayer fue el guano, salitre, cobre, caucho,
ahora es el petróleo, el gas, y los productos mineros. El Perú, es líder en la
producción mundial minera, con el primer lugar en la producción de plata,
segundos en cobre y zinc, cuarto en la producción mundial de plomo y quintos en
la producción de oro y con un gran potencial energético, al igual que Bolivia.
La gran interrogante es si el excedente
generado por la explotación de los recursos naturales no renovables (RNNR)
capitaliza el país, o es enajenado a nuestros países. En otros términos,
debiera interesar analizar el “valor de retorno” de la explotación de los
recursos naturales, constituido por los impuesto pagados, las compras
realizadas a la industria local y los sueldos y salarios abonados a los
trabajadores. Es decir, nuestros países se capitalizan o no con la explotación
de los RNNR bajo el control de las empresas transnacionales.
En ese sentido, desde el punto de vista
histórico, cabe recordar la presencia británica como instigador central en la
“Guerra del Pacífico”, que según el historiador Jorge Basadre, debiera
denominarse la Guerra del “Guano y Salitre”, cuyas consecuencias aún no han
terminado, en razón de las reiteradas demandas sobre la injusta e infausta
mediterraneidad de Bolivia, la evidente penetración económica de capitales
chilenos en nuestro país por más de 6,000 millones de dólares y el armamentismo
de las fuerzas armadas de Chile que superan en términos percápita a todos los
países de América Latina.
Es bueno recordar también que en 1874 en el
Perú, gracias al gobierno del civilista Manuel Pardo, se postula un modelo
distinto al liberalismo económico, y las concesiones del guano y salitre pasan
a ser propiedad del Estado peruano, cuestión que evidentemente no era del
agrado de los capitales británicos, chilenos e incluso peruanos que se
percibían afectados en sus intereses económicos, ante la pujante bonanza de una
nueva industria.
Es más, se debe recordar frente al renovado
armamentismo de hoy, que en ese entonces, inicios de 1872 mientras Chile ordena
la construcción de dos blindados modernos en Inglaterra, el Blanco Encalada y
el Cochrane, que superaban de lejos en blindaje, capacidad de fuego y velocidad
a la vieja fragata Independencia y al obsoleto monitor Huáscar. Por el
contrario, el gobierno civilista ajusta el presupuesto de las fuerzas armadas,
con una reducción del ejército y marina, con las penosas consecuencias que se
tuvo que asumir en la campaña del sur y la heroica defensa de Lima.
Se dejó de lado la vieja máxima del mariscal
Ramón Castilla Marquesado, ilustre tarapaqueño, educado en Chile que conocía la
psicología de nuestros vecinos, cuando afirmaba “Si Chile compra un buque, el
Perú debía comprar dos”. Lamentablemente la inopia, falta de visión de nuestros
gobernantes, ausencia de un proyecto nacional de desarrollo, en los últimos 30
años nos han llevado a una austeridad crítica en el equipamiento disuasivo ante
cualquier eventualidad bélica.
En 1870, frente al “Estado ausentista”
boliviano en el territorio de Antofagasta controlado de facto por empresas
británicas y chilenas, con intereses privados, que postulaban la doctrina del
“laissez faire laissez passer”. Es decir, mientras el Estado del Perú fomentaba
el intervencionismo estatal, el Estado de Chile postulaba el liberalismo
económico, que fue bien aprovechado por especuladores como John North que se
hizo más fuerte que el propio Estado de Chile, en el gran norte.
Por ello, resulta paradójico que Chile
habiendo vencido en una “guerra injusta” a Bolivia y Perú, haya perdido la paz,
pues la cruenta guerra civil de 1891 significó el despojo de la riqueza
salitrera al Estado de Chile y a su pueblo, que no gozaron de los beneficios de
la riqueza salitrera. Por tanto, no se beneficiaron de la explotación del
salitre cuya bonanza terminó después de la I Guerra Mundial, al descubrir los
alemanes la fabricación del salitre sintético.
Por ello, resulta pertinente citar el
artículo en referencia cuando resume los mecanismos de enajenación de la
riqueza salitrera de parte del especulador inglés John North, que compra a
precios reducidos los valores y las concesiones de capitales peruanos
arruinados por la guerra, convirtiéndose en el “amo y señor” de la explotación
salitrera.
“Entonces North negociando ventajosamente con
aquellos individuos en trámite de ruina, se transformó, muy pronto, en el
tenedor exclusivo de los derechos salitreros y con ello adquirió el manejo
total de la lucrativa industria. Una vez que el gobierno chileno hubo dispuesto
la entrega de las oficinas salitreras a los tenedores de los respectivos
títulos, la riqueza de la provincia ya no regresaría a otras manos que las del
afortunado North. Tampoco Chile habría de gozarla.
Para dar valor soberano al patrimonio,
protegerlo y dotarle de potenciales efectos, el flamante financista viajó a
Inglaterra y en Londres formó una docena de compañías, subsidiarias unas de
otras, con un capital declarado, en 1890, de doce millones de libras
esterlinas. Aquellas empresas controlaron la fuerza eléctrica, los comestibles,
el aprovisionamiento, los repuestos, los transportes marítimos, los seguros,
las agencias de embarque, las faenas portuarias, el agua potable, los
ferrocarriles de la pampa, el carbón, los textiles. Con estas empresas no sólo
dominó la industria salitrera sino todo Antofagasta y su vecina Tarapacá. En
1888, estas compañías dirigidas por North crearon el Banco de Londres y
Tarapacá, independizando el salitre de la tutela bursátil y económica, que
aunque disminuida, ejercían los bancos de Valparaíso”
Resulta interesante preguntarse sobre los
mecanismos que utilizan las transnacionales en nuestros países en especial el
Perú, que ha apostado desde inicios de los noventa por una radical
privatización de las empresas mineras, lotes de hidrocarburos y gas hacia el
sector privado, transfiriendo yacimientos y activos. A diferencia de Chile
donde el Estado controla gran parte de la renta minera a través de Codelco, y
Bolivia que con la presencia de Evo Morales ha nacionalizado los hidrocarburos,
accediendo el Estado boliviano a una mayor participación de la renta gasífera
con los problemas internos que han llevado al país altiplánico al borde de la
guerra civil, por el acceso y control de las regalías de los hidrocarburos.
ESTADO: AGENTE ACTIVO O PASIVO
Según el modelo económico adoptado, los
Estados participan directa o indirecta de la renta generada por la explotación
de los recursos naturales. La forma ortodoxa, fomentada por la ideología
liberal es que solamente debiera participar a través del impuesto a la renta,
transfiriendo la responsabilidad de la propiedad, gestión y administración al
sector privado. Se presume dogmáticamente que el Estado es un “mal
administrador”, por tanto la iniciativa debiera ser privada.
El caso de Chile es un ejemplo de la
continuidad de un modelo mantenido por la derecha pinochetista como por los
socialistas y demócratas cristianos que combina la presencia del Estado en los
sectores básicos como el cobre y el petróleo con empresas estatales rentables y
eficientes, que se comportan en el mercado como cualquier empresa. Así, CODELCO
y ENAP aseguran la presencia del Estado en la renta generada por la explotación
de los recursos naturales. Así, no solamente captan el impuesto a la renta que
abonaría cualquier empresa, sino también abonan el royalty minero, y
capitalizan las utilidades, a ello debe sumarse la denominada ley reservada del
cobre, que económicamente es una regalía del 10 % sobre los ingresos de
exportación.
Así, la empresa estatal del cobre, Codelco,
es líder mundial de la producción cuprífera, participa con más de 2.5 millones
de toneladas de cobre y contribuye con más de 12 mil millones de dólares al
fisco de ese país, tanto como impuesto a la renta, utilidades, ley reservada
del cobre y otros.
El gasto en armas y la modernización en Chile
hoy es evidente gracias a los importantes ingresos de la “ley reservada del
cobre”, que impone el 10 % de los ingresos de exportación de la empresa estatal
del cobre Codelco, sean destinadas a las fuerzas armadas y carabineros. Esto
representa más de 1,500 millones de dólares anuales en razón a los altos
precios del cobre que se mantienen por encima de los tres dólares la libra
desde el 2004.
Resulta evidente que con tales ingresos se
financia la modernización de las fuerzas armadas de Chile a niveles que no
tiene ningún país de América Latina. Modernos tanques “Leopard” que pueden
disparar de día y noche, sofisticados aviones, submarinos “Scorpene” de última
generación, buques de guerra con lo último en misiles. Si tales ingresos
hubiesen sido invertidos en educación y salud, hoy Chile tendría el ingreso y
la seguridad social de un país escandinavo.
PERÚ:
RENTA MINERA CRECIENTE
En el Perú, la participación en la renta
generada en la actividad minera, es indirecta pues no existe ninguna empresa
estatal a nivel productivo. Prácticamente el íntegro de la actividad minera
estatal tales como Centromín (San Cristóbal, Andaychagua, Cerro de Pasco,
Morococha, Yauricocha etc), Cerro Verde, Mra. Tintaya, Hierro Perú, Refinería
de Zinc de Cajamarquilla, el Complejo Minero Metalúrgico La Oroya, la fundición
de Ilo, más los yacimientos de oro y cobre fueron transferidos al sector privado.
De allí, que la más importante participación
del Estado peruano en la renta minera sea por medio del impuesto a la renta
pagado por las empresas titulares de las concesiones mineras que han firmado en
su mayoría contratos de estabilidad jurídica, tributaria y administrativa bajo
el influjo de las reformas estructurales y el proceso de privatización de los
años noventa.
A nivel de la renta de tercera categoría, el
impuesto abonado por las empresas mineras representa un promedio de 40 % del
conjunto de las empresas que operan el país, ello resulta coherente con la
bonanza minera, gracias a los altos precios de los minerales. En millones de
dólares ha significado 658 millones en el 2005, 1,762 millones en el 2006 y
2,782 millones en el 2007. Debiera ser evidente que de profundizarse y
extenderse los efectos de la crisis de la economía norteamericana, gracias a la
globalización, las utilidades de las empresas mineras y por tanto los impuestos
tenderán a la disminución.
Se debe tener presente que el 50 % del impuesto
a la renta pagado por los titulares mineros, por decisión del Estado se
transforma en canon minero, que constituye un importante ingreso para los
gobiernos locales, regionales y universidades públicas.
En segundo lugar, la importancia de las regalías
mineras en nuestro país está limitada por la vigencia de los contratos de
estabilidad jurídica y administrativa de las principales empresas mineras,
tales como Yanacocha, Pierina de la Barrick, Mra. Tintaya, Mra Antamina y Cerro
Verde que no pagan las regalías mineras concebidas como una contraprestación de
hasta el 3% sobre el valor del concentrado o su equivalente.
Si todas las empresas mineras, sin excepción,
pagasen en el Perú las regalías mineras, el Fisco estaría captando más de 500
millones de dólares, y no los modestos 160 millones pagados en el 2007.
Evidentemente con estos importantes montos el Estado tendría recursos para
financiar los gastos de inversión en salud y educación, fomentando ventajas
competitivas en un tenebroso entorno internacional.
Le sigue en importancia, el llamado “Aporte
Voluntario” pagado por las empresas mineras concebido como una participación
del 3.75% de la utilidad neta para las empresas que no abonan las regalías
mineras, y de 1.75% de la utilidad neta para las empresas que sí asumen el pago
de las regalías mineras. Este estaría concebido en el marco de la
responsabilidad social y empresarial. En tal sentido, es voluntario e
importantes empresas a pesar de las importantes utilidades percibidas como Mra.
Volcan y Minsur no aportan al llamado “Fondo de Solidaridad con el Pueblo”
Este llamado “Aporte Voluntario” apenas ha
representado los 166 millones de dólares en el 2007 gracias a las utilidades
netas obtenidas en el 2006, y el monto por distribuir en el 2008 en razón de
las utilidades del 2007 será superior a los 192 millones de dólares. Es
importante señalar que ante una disminución significativa de los precios de los
minerales y menores utilidades el llamado Aporte será afectado.
Por último, los ingresos que capta el Estado
a través de los derechos de vigencia mineros de 41 millones en el 2007, y que
aumentan en la medida que se incrementen los petitorios mineros. El monto de 3
dólares por hectárea concesionada para la gran y mediana minería, y de un dólar
para la pequeña minería, explican los modestos montos captados por este
concepto. Allí, se tiene un potencial de ingresos a futuro por percibir.
En resumen, la participación directa que
capta el Estado gracias a la actividad minera es creciente en función de los mayores
montos del impuesto a la renta que pagan las empresas mineras. Impuesto que
está en función de la actividad económica, ingresos y rentabilidad de las
empresas. Sumados al impuesto a la renta las regalías, los derechos de
vigencia, y el llamado Aporte Voluntario, el Estado capta un conjunto de 3,148
millones de dólares que frente a las exportaciones mineras del año 2007 que
fueron equivalentes a los 17,328 millones, la participación del Fisco
representa un 18.2 % de los ingresos de exportación, superiores al 9.1%
alcanzado el 2005.
En verdad, la capitalización de la minería
que opera en nuestro país es superior al 18.2 % si es que se sumarán los
sueldos y salarios pagados en el sector, más las compras realizadas a la
industria regional y nacional. Estimar el valor de retorno resulta de vital
importancia para definir el grado de capitalización de los recursos generados
por la explotación de los recursos naturales no renovables (RNNR). Mas, lo
cierto y evidente es que el Perú ha perdido el control sobre el acceso del
íntegro de la renta minera, como lo hace CODELCO en Chile, y la regulación
ambiental de la actividad minera es todavía débil.
A nuestro criterio, el problema va más allá
de la presencia o no de la gestión estatal en la minería peruana, que fue
privatizada a precios ridículos y hoy estamos asumiendo las consecuencias. Es
de necesidad pública una mayor participación del Estado en la renta minera, en
razón del factor agotamiento por su carácter no renovable de los recursos
mineros, y por las externalidades negativas sobre todo ambientales más los
pasivos mineros.
Se trata a futuro de promover políticas de
valor agregado a partir de la explotación de los recursos mineros. Ello
requiere un Estado pro activo, promotor que negocie con las empresas transnacionales
una mayor capitalización del país a partir del fomento de la industrialización
de los productos mineros.
Promover las políticas de valor agregado, es
un imperativo, ahora que estamos al borde de una recesión internacional gracias
al capital financiero y especulativo mundial. Para ello, tenemos que aprender
las lecciones de la historia por más dolorosas que estas sean. Esto es más
urgente ahora que han fracasado las políticas del “libre mercado” que fueron
impuestas a nuestros países por el llamado “Consenso de Washington” En tal
sentido, cabe preguntarse ¿ Dónde están nuestros liberales criollos?
“John
North, el Rey del Salitre”
Cuando la declaración de ir a la guerra con
el Perú había sido tomada por el gobierno de Chile, esto es el cinco de abril
de 1879 [1] trabajaba ya en las pampas del caliche en Tarapacá un aventurero
inglés llegado a esas costas peruanas, por el año de 1870. Más tarde el modesto
personaje habría de cosechar fama y fortuna sobre la base de la miseria y el
despojo de los propietarios y trabajadores peruanos. Por entonces era inminente
e inevitable la guerra.
Ayudado por un salitrero peruano en el
conocimiento, extracción y explotación del salitre, John Thomas North se
habituó pronto con el duro clima cuanto con los detalles del mineral, sustancia
cuya riqueza, sustituto de otra, el guano, trocaría muy pronto protagonista de
una dramática historia con el fondo trágico de tres naciones en desigual lucha.
Rotas las hostilidades y muerto ya Miguel
Grau y los heroicos comandantes del Huáscar, se había de producir el desembarco
en las mal guarnecidas, escasamente defendidas y peor avitualladas costas
peruanas. Esto fue en Pisagua [2]. Después del bombardeo y posterior descalabro
aliado en San Francisco, que dio lugar a la ocupación de la rica provincia
litoral de Tarapacá, el jefe de las fuerzas expedicionarias Patricio Lynch [3]
tuvo contacto y se percató de la presencia de este inglés con el que conversó y
buscó sacar partido. El servicial North, recibió entonces la comisión para
equipamiento y suministro de los transportes de guerra, tarea por la que
recibió en pago 40,000 quintales de guano peruano, que colocados a buen precio
hubieron de reportarle la base de una inesperada y considerable fortuna
inicial.
El sorpresivo y adverso resultado de la
batalla de San Francisco [4], la inmediata victoria de Tarapacá -inútil en
cuanto a la detención de la invasión chilena- y la fijación de la débil línea
de defensa de Arica llevó consigo la quiebra del valor de los bonos salitreros
de Tarapacá, la mayoría de ellos en poder de peruanos, y, en general, de todos
los tenedores de aquellos títulos. El momento se mostraba especulativo. North
con la ayuda de su paisano Jeffrey Harvey, convertido ahora en banquero y
usando los dineros de influyentes financistas chilenos de Valparaíso, a quienes
convenció para el préstamo inicial con el afianzamiento de un consorcio peruano
ante los tenedores de bonos en Inglaterra, adquirió, a precio de regalo, los
bonos de los salitreros peruanos, quienes presionados por el codicioso inglés,
hubieron de ceder sin remedio.
Entonces North negociando ventajosamente con
aquellos individuos en trámite de ruina, se transformó, muy pronto, en el
tenedor exclusivo de los derechos salitreros y con ello adquirió el manejo
total de la lucrativa industria. Una vez que el gobierno chileno hubo dispuesto
la entrega de las oficinas salitreras a los tenedores de los respectivos
títulos, la riqueza de la provincia ya no regresaría a otras manos que las del
afortunado North. Tampoco Chile habría de gozarla.
Para dar valor soberano al patrimonio,
protegerlo y dotarle de potenciales efectos, el flamante financista viajó a
Inglaterra y en Londres formó una docena de compañías, subsidiarias unas de
otras, con un capital declarado, en 1890, de doce millones de libras
esterlinas. Aquellas empresas controlaron la fuerza eléctrica, los comestibles,
el aprovisionamiento, los repuestos, los transportes marítimos, los seguros,
las agencias de embarque, las faenas portuarias, el agua potable, los
ferrocarriles de la pampa, el carbón, los textiles. Con estas empresas no sólo
dominó la industria salitrera sino todo Antofagasta y su vecina Tarapacá. En
1888, estas compañías dirigidas por North crearon el Banco de Londres y
Tarapacá, independizando el salitre de la tutela bursátil y económica, que
aunque disminuida, ejercían los bancos de Valparaíso.
La central del Banco estaba en Inglaterra, su
principal agencia en Chile quedó instalada en Iquique. El gerente general de
esa entidad en el nortino puerto, capital de Tarapacá había de ser el señor
Dawson, quien en la práctica pasó a ser una especie de embajador
plenipotenciario de North ante el gobierno chileno [5].
Así, la Compañía de Nitratos de Liverpool,
otra de las empresas de North, en momento que los abonos nitrogenados
alcanzaban una considerable demanda de una Europa empobrecida por siglos de
explotación de sus tierras, de las cuales Alemania y Francia encabezaban la
lista, empezó un inusitado auge. Agréguese a esto el importante insumo que
representa el salitre en la fabricación de la pólvora, tan demandada en todos
los tiempos.
El otrora modestísimo aventurero inglés,
arribado alguna vez a las costas de Tarapacá con algo más de 10 libras
esterlinas en el bolsillo, inauguraba ahora un imperio personal a cuya cabeza
habría de ubicarse por mucho tiempo. Encumbrado desde su modesto oficio de
mecánico en Antofagasta hasta el del más opulento del mundo occidental, el Rey
del Salitre, como gustaba llamarlo la prensa británica, o el coronel North,
como le gustaba a él, convirtió los ricos territorios de Antofagasta y Taltal
en un estado dentro de otro estado. Al norte del paralelo 27 era el amo.
Resulta importante entonces dar a conocer,
con mayor detalle que el expuesto hasta aquí, los acontecimientos preliminares
que finalmente resultaron favorables para este paradigma de especulación:
La consecuente ocupación de Tarapacá y
Antofagasta produjo la explotación del salitre por cuenta de Chile; el invasor
cobra los derechos de exportación de todas las oficinas chilenas y extranjeras,
pues había intereses ingleses entre ellas y hace trabajar las de los peruanos
mediante concesiones. Estos en su mayoría empresas inglesas radicadas en
Valparaíso. Para los peruanos el procedimiento les resultó fatal, especialmente
a quienes bajo el peso de los acontecimientos, optaron por vender sus derechos
en la bolsa internacional tuvieron que hacerlo a precios miserables. Chile no
mostró interés en la adquisición del rico patrimonio por carecer de una
política hacendaria sagaz y de esta forma hacerse para el Estado de todo el
crédito peruano. Fuera de las ofertas directas de los peruanos en ruina hecha a
industriales ingleses, el resto de acciones quedó entregado a la bolsa de
Londres.
En esta situación, desde 1882, John Thomas
North asociado con Jeffrey Harvey, con la garantía del Banco de Valparaíso
adquirió las acciones peruanas en Londres. Para 1886, North poseía el 40 % de
los títulos peruanos puestos a la venta y todas las salitreras que como
resultado de su examen probaron un adecuado rendimiento. Compró luego todos los
aportes iniciales incluyendo los de su socio Harvey constituyéndose desde
entonces en el árbitro salitrero del más alto rango.
Sin embrago, este abrumador auge monopólico,
durante la administración gubernamental de un influyente político de la
burguesía chilena, se habría de tornar escamoso para North.
Don José Manuel Balmaceda Fernández, miembro
de la poderosa clase aristocrática, que aunque liberal en sus propósitos,
seguía con molestia y ostensible desagrado el destino y suerte del magnate del
Norte, para quien la compañía del nitrato y sus múltiples negocios afines
afectaban, además del lucro, un poder creciente sobre los hombres de gobierno
al igual que sobre sus numerosos peones y empleados.
Desde la más simple gestión administrativa
hasta el nombramiento o reemplazo de funcionarios propios o del gobierno en el
Norte, requería de la inexcusable venia del acaudalado, representado por
Dawson.
Se glosan los elocuentes créditos que sobre
estos extremos ha escrito don Mario Barros van Buren, del servicio diplomático
de Chile, en su libro Historia Diplomática de Chile [6]:
"Para mover un empleado público, para
empedrar una calle, para decir un discurso, para dictar un reglamento de
aduanas, había que consultarle. Los grandes magnates chilenos lo elevaron a su
nivel sin la menor dificultad. North se siguió encumbrando por encima de esa
aristocracia monetizada que tan humillada se le ofrecía. Su abogado en
Santiago, don Julio Zagers, se convirtió en el árbitro de la política chilena.
De su "carta blanca" salían los fondos para de las elecciones, las
coimas para los empleados difíciles, los regalos para los incorruptibles, los
grandes bailes para la sociedad. Las listas de diputados y senadores solían
pasar por sus manos, porque los partidarios requerían el "consejo y la
colaboración" del gran hombre de la City. Los documentos han echado luz
sobre la enorme corrupción que North sembró sobre una clase social que, cegada
por el oro, torció una de las tradiciones más nobles de la historia chilena: Su
austeridad. Si bien la profecía de don Manuel Montt de que el salitre pudriría
las riquezas morales del pueblo chileno no se cumplió en toda su extensión,
podemos decir que engendró a una capa social sobre la que descansaba,
precisamente, la estabilidad institucional de un régimen y una tradición de
mando."
Chile, por lo expuesto, no ejercía soberanía
efectiva en el norte calichero por ser predio ajeno o considerarlo así su
omnímodo dueño. Allí la voluntad de North era la única valedera.
Impuesto Balmaceda de esta realidad, decidió
revertir de alguna forma esta vergonzosa situación, pues estaban sometidas a
prueba la soberanía y dignidad nacionales. No resultaba ajeno a su verdadero
espíritu que era tiempo de rescatar para Chile el goce total de la riqueza
conquistada al Perú y a Bolivia, no con poco esfuerzo y sangre, por vía de la
guerra.
Pese a que no inspiraba en el estadista la
idea de la nacionalización, por ser un económico liberal, trató de promover un
trato igualitario al capital chileno con el inglés para la explotación de la
riqueza salitrera del desierto nortino, pero esta política en sus inicios era
reducida y sin mayor importancia. De alguna forma a Balmaceda, que había sido
ministro de Santa María, también le alcanzaba alguna responsabilidad.
Se redujo entonces su política salitrera a la
explotación de los yacimientos no denunciados, la mejora del rendimiento de las
empresas lentas o con rendimiento antieconómico. Subió moderadamente los
impuestos de exportación para aplicarlos en obras públicas. Es decir, una
tímida reacción inicial frente al poderío del británico. Empero, en abril de
1887, dictó un decreto que ponía fin a los certificados salitreros en venta en
Londres revindicándolos para el gobierno. Compró bonos salitreros en poder de
tenedores europeos por un valor de 1,114,000 libras esterlinas, esto es, 65%
del valor nominal de estos derechos con empréstitos que le fueran aprobados por
el Congreso. Para 1890, Balmaceda había rescatado para Chile 71; 60 oficinas
salitreras que el gobierno peruano había declarado en abandono y todos los
yacimientos potenciales de denuncio, descubiertos pero no explotados.
Balmaceda corregía así, junto a su error, el
de la política suicida del gobierno de Santa María [7] en estos importantes
extremos. Pasó entonces a una clara y activa cruzada. Aunque, el conjunto de
patrimonio salitrero rescatado no podía competir con las 21 oficinas de North y
su abrumadora maquinaria industrial y económica, si permitía ensayar un trato
de igual a igual con el potentado.
Enterado el poderoso minero, en su palacio de
los suburbios de Londres, de la campaña abierta por Balmaceda para recuperar el
salitre, decidió formalmente que era tiempo de dar la batalla; fletó un lujoso
navío de pasajeros, invitó a los más conspicuos periodistas de Europa, y
después de veinte años de ausencia de las costas sudamericanas emprendió el
largo recorrido de retorno a la fuente de su riqueza original. El despliegue de
la propaganda fue de la magnitud que sólo él era capaz de proporcionarse.
Ingresó al Pacífico desde Punta Arenas [8],
lejano y pequeño apostadero sobre el Estrecho de Magallanes, donde permaneció
algunos días, continuó luego el viaje y pasó de largo Valparaíso, finalmente se
presentó en Iquique, allí fue recibido por sus entusiastas trabajadores y las
obsecuentes autoridades chilenas, que veían en él, nada más ni nada menos, que
al patrón que retorna a su hacienda.
Los gastos por las fiestas que siguieron al
acontecimiento corrieron de cuenta de la compañía del nitrato. Es decir, se
dispuso que en tanto North permaneciera en Chile todos los gastos de los
trabajadores de las oficinas salitreras serían de cuenta de la empresa.
Finalmente el inglés decidió negociar
directamente con Balmaceda en términos pacíficos. Tomando la iniciativa y
pensando de anticipado en el éxito de sus planes, pues había embarcado en las
bodegas de la nave que lo condujo una fina pareja de caballos de raza árabe, y
en la bahía de Iquique había hecho descender buzos para rescatar el mascarón de
proa de la corbeta Esmeralda, hundida al espolón por el Huáscar el 21 de mayo
de 1879, dispuso remozar la pieza, de gran significación para Chile, por cuanto
representaba la valiente inmolación del capitán Prat, mandó darle un baño con
plata de Calama, y con estos preciados símbolos de la opulencia y la dignidad
nacional, dio al ancla en Valparaíso a donde llegó después de un mes de su
arribo al continente.
La entrevista de Rey del Salitre con el
presidente de Chile fue como era de esperarse, fría y estrictamente protocolar,
habida cuenta del temperamento del mandatario chileno y la soberbia del minero
inglés. Balmaceda agradeció los obsequios, dispuso de inmediato que los
caballos, finísima muestra equina de raza siríaca, se encargaran al zoológico
de Santiago, entonces la Quinta Normal, y el rutilante mascarón de la Esmeralda
fuera conservado por el Museo Militar. El mandatario chileno con esta resuelta
actitud confirmaba su firme propósito de rescatar para Chile la riqueza del
salitre. Avisado por este y otros gestos del fracaso de sus propósitos, el
inglés dejó el palacio de La Moneda y abandonó las costas chilenas para no
regresar jamás.
Poco tiempo después de la partida de North la
armada nacional, surta en Valparaíso, se rebeló contra Balmaceda; levó anclas y
se hizo a la mar llevando a su bordo a los protagonistas de la insurrección;
fondeó en Iquique donde Jorge Montt, cabeza de la revolución, quedó investido
de la jefatura de la Junta del Gobierno Revolucionario en campaña, con sede en
el antiguo puerto peruano. En respuesta Balmaceda ordenó que los cuerpos leales
del ejército marchasen contra los rebeldes.
Había empezado la guerra civil de 1891. El
parlamento contra el ejecutivo. Una guerra que habría de resultar más cruenta
que su precedente del Pacífico; miles de chilenos perdieron la vida y los daños
materiales fueron considerables [9]. Con las batallas de Concón y Placilla [10]
terminaron las acciones que pusieron en derrota a las castigadas tropas leales
al gobierno.
Balmaceda, abandonado a su suerte, depuso el
mando en el veterano general Manuel Baquedano González y se asiló en la
delegación de la Argentina en Santiago donde después de redactar un histórico
testamento, se disparó un tiro el día aniversario de su patria, 18 de
septiembre de 1892, fecha que también concluía su mandato constitucional [11].
Reaccionando a la política reinvidicatoria de
la soberanía nacional de Balmaceda, la Junta revolucionaria de Iquique, formada
por Enrique Maciver, Francisco Puelma, el omnipotente abogado de North Julio
Zegcrs e Isidoro Errázuriz a su cabeza, vendieron muchas de las salitreras que
su acción revolucionaria había colocado al alcance de sus manos.
Posteriormente el gobierno de don Jorge
Montt, "mal inspirado" en el librecambismo y un Congreso dominado por
la alta banca, terminaron la liquidación, dando al traste los esfuerzos de
Balmaceda. Al concluir el siglo el desierto de Tarapacá y Antofagasta era
chileno en su bandera, sus hijos y empleados públicos endeudados a North, pero
ni un gramo de su riqueza pertenecía a su país, que, para ganar su soberanía
había entregado la sangre de 20,000 soldados [12]"
North, en su palacio de Londres, recibió con
serena satisfacción la noticia de la muerte de su rival a quien había
sobrevivido hasta 1896 y también a sus enclaves en el lejano desierto del
Tamarugal y Antofagasta [13]. Había nacido en Yorkshire, Inglaterra, el 30 de
enero de 1842.
Una nota especial sobre la vida de este hábil
especulador podría significar la bella reja colonial retirada de la Catedral de
Lima por las tropas de ocupación, entre otros bienes que fueron presa y botín,
y con excepcional buen gusto la hizo colocar a la entrada de los terrenos de su
mansión en la campiña de Londres, en Avery Hill, Eltham, Kent, cerca a Londres;
dos enormes puertas, donde hasta la fecha, salvo versión en contrario, se las
puede ver.
Notas finales y créditos
[1] La declaración de guerra llevó
inmediatamente el bloqueo de Iquique por las corbetas chilenas Esmeralda y Covadonga,
al mando de los comandantes Prat y Condell, respectivamente.
[2] Más de 15,000 hombres fueron
transportados en numerosos buques convoyados por naves de la Armada. El
desembarco en Pisagua tuvo varios intentos frustrados por el fuego de la
fusilería de las tropas aliadas, al mando del coronel peruano Isaac Recavarren,
parapetadas en los faldeos de los cerros y la costa. Pero el fuego de los
potentes cañones de la escuadra y el incendio de los sacos de salitre que se
apiñaban en el muelle permitieron, con muchas bajas de los atacantes, el
desembarco final y la toma de la plaza. Se había comenzado la ocupación del
Perú.
[3] Patricio Lynch Zaldívar, oficial de la
marina chilena. Por su conocimiento del idioma chino, el mandarín que aprendió
al servicio de la marina inglesa en la Guerra del Opio, y determinadas otras
aptitudes, le fueron encomendadas el mando de tropas de línea y posteriormente
la gobernación militar de la Lima ocupada.
[4] El 19 de noviembre de 1879.
[5] Historia Diplomática de Chile, 1541 –
1938, Mario Barros. 1970. Pp. 462/463. España. Ediciones Ariel. Espulgues de
Llobregat. Barcelona
[6] Obra citada.
[7] Presidente de Chile en el período 1881-
1886.
[8] En octubre de 1996, en visita oficial por
razones electorales, llegué a este lejano puerto austral de Chile. El colorido
de los techos de las casas, la vista del Estrecho y por haber coincidido
casualmente mi llegada con la fecha de su descubrimiento, me produjeron una
especial sensación. El sol se ve lejano por esas latitudes; se muestra la luz
aún pasadas las 22 horas. De allí viajé 200 kilómetros al norte, hasta Puerto
Natales donde embarqué en una goleta que navega esos fiordos y llegué hasta el
ventisquero Baquedano, nombrado así en honor del malogrado presidente. Punta
Arenas ha dedicado un monumento al descubridor del paso del Sur, entre los
inmensos océanos, Fernando Magallanes, en su plaza principal, donde se yergue
en actitud de señalar la Cruz del Sur.
[9] El blindado Blanco Encalada fue volado en
la bahía de Caldera por acción de los cazatorpederos Lynch y Condell con la
pérdida de numerosa tripulación.
[10] Concón y Placilla, jurisdicciones de
Valparaíso y Santiago, en ese orden, representan junto con la matanza de Pozo
Almonte en Iquique, ejemplos de la crueldad con que se batieron los bandos en
pugna. Veteranos de la Guerra del Pacífico tomaron armas por ambos lados y
quedaron anotados como hechos de armas sin antecedente. Dos divisiones
constitucionales al mando, respectivamente, de sus jefes Arrate y Camús se vieron
forzadas a pasar las fronteras del Perú, Bolivia y Argentina, respectivamente,
para salvar la vida y regresar a su patria. La brigada Camús ingresó
furtivamente a territorio de la Argentina, y marchó sin ser molestada, desde
Salta hasta San Juan, repasando la cordillera por San Francisco para unirse a
Balmaceda. La división Arrate, que ingresó al Perú por Tacna, fue desarmada e
internada en Arequipa hasta su repatriación en octubre, finalizada la
revolución.
Los excesos por ambos bandos fueron notables
como execrable el asesinato por tropas gobiernistas de 84 antibalmacedistas en
el fundo Lo Caña en las estibaciones cordilleranas de Santiago, acto libérrimo
que perpetraron tropas cuyo más alto mando provenía del general Orozimbo
Barboza Puga, veterano combatiente de Tacna, Chorrillos y Miraflores y que
derrotado en Con Con fue asesinado por las tropas vencedoras que mandaba el
general Estanislao del Canto Arteaga, otro veterano de la Guerra del Pacífico.
[11] En el Museo Nacional que se ubica en la
Plaza de Armas de Santiago de Chile, segundo piso, sala de presidentes, se
pueden ver los efectos personales y públicos del dañado mandatario; entre ellos
el revólver con que puso fin a sus días. La Corporación de TV de la Pontificia
Universidad de Chile, en AudioVisual, Nueva Imagen, ha preparado un importante
documento fílmico sobre los días del rompimiento de Balmaceda con el congreso y
el drama de la guerra civil; ver:
Balmaceda
[12] Obra citada
[13] Intuyendo que pronto el salitre perdería
importancia, John North vendió sus derechos. Pocos años después Alemania
sintetizaba la urea y gracias a este procedimiento, que alcanzó de inmediato
niveles elevados de producción a precio bajo; el salitre fue reemplazado con
largueza y las vastas pampas calicheras, el sueño dorado y fortuna del Rey del
Salitre quedaron yermas y abandonadas como se puede comprobar hasta nuestros
días.
AUTOR:
JORGE MANCO ZACONETTI (INVESTIGADOR UNMSM Y CONSULTOR
JORGE E. MANCO ZACONETTI
Profesor investigador de la cátedra de Minas y Petróleo en la Facultad
de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Además
es asesor y consultor especializado en energía y minas. Ha realizado
investigaciones relacionadas a la problemática del país, en materia de reformas
estructurales, en particular en el sector minero energético. Así mismo se
desempeña como asesor externo en los temas energéticos en el Congreso de la
República.
www.mancozaconetti.com
AUTOR: “John North,
el Rey del Salitre”
Escribe: Luis Siabala
Valer (Abogado e Historiador Militar)
Tomado de
http://harumalraschid.blogspot.com/2006/10/john-north-el-rey-del-salitre_17.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario