lunes, 15 de abril de 2013

“Chile ganó la guerra pero perdió la paz”.


DOCUMENTO
BOLIVIA, CHILE Y PERÚ: ¿CAPITALIZACIÓN O DETRACCIÓN DE NUESTRAS RIQUEZAS NATURALES?
NO OLVIDAR LAS LECCIONES DE LA HISTORIA

El presente artículo tiene una triple motivación, por un lado el valioso artículo del doctor y amigo Luis Siabala Valer sobre “John North, el llamado Rey del Salitre del siglo XIX”, que explica uno de los capítulos más oscuros de la historia de Chile, con una sangrienta guerra civil incluida, significó un punto de quiebre en la historia económica y política, con el suicidio del presidente constitucional Balmaceda en 1891, y la enajenación de las riquezas del salitre para el pueblo chileno. En tal sentido se podría decir que “Chile ganó la guerra pero perdió la paz”.

En segundo lugar, el espectacular despliegue de las fuerzas armadas de Chile el 19 de septiembre denominado como una jornada por las glorias del ejército chileno, una fiesta cívica con participación popular con el uso de símbolos patrios donde la llamada “Guerra del Pacífico” juega un papel central en la afirmación de la chilenidad.

Es de admirar la marcialidad, sobriedad de las tropas en el desfile como prusianos de América Latina, la presencia del pueblo en homenaje a su ejército en la fiesta nacional. Sin embargo, la presencia de batallones como el “Yungay”, con las vituallas, armamento y uniforme propios de los ejércitos que participaron en la mal denominada “Guerra del Pacífico”, tiene varios significados.

En una lectura psicoanalítica del desfile por el día de las llamadas “Glorias del Ejército”, y la utilización de los hechos acontecidos en el siglo XIX tiene múltiples lecturas. De un lado, la reafirmación de una superioridad frente a sus vecinos, hecho innegable si se analiza el presupuesto de la defensa en los tres países involucrados Bolivia, Chile y Perú. De otro lado, un gran temor ante posibles “revanchas históricas”, las presiones demográficas de sus vecinos, el gran potencial minero energético, y la soberbia de las elites santiaguinas.

Es evidente que en la construcción de un proyecto nacional chileno se hace necesario levantar el mito del “Ejército jamás vencido”; mas sería importante recordar en honor de la verdad histórica la serie de batallas tales como Tarapacá, Pucará, Marcavalle, Concepción, San Pablo (Cajamarca) y Canta, donde el ejército invasor fue derrotado.

En tercer lugar, mi condición de descendiente de tarapaqueños, con abuelos maternos, trabajadores del “caliche salitrero” en Zapiga cerca de Iquique, me obliga a comentar este artículo sobre John North y sus prácticas especulativas de apropiación de una riqueza que significó una cruenta e injusta guerra entre Bolivia, Chile y Perú, cuyas consecuencias no han terminado.


LOS MECANISMOS DE LA ENAJENACIÓN

Debo felicitar la acuciosidad histórica del artículo del Dr. Siabala Valer sobre uno de los capítulos más importantes de la historia de Chile y de América Latina. El mencionado artículo “John North Rey del Salitre”, que reproduzco con la autorización del autor en mi blog, tiene una extraordinaria vigencia. La explotación de los recursos naturales y los beneficios que esta podría representar para nuestros países, en razón de los importantes valores de la renta minera, petrolera, o gasífera que se generan y analizar la participación de los Estados.

La vigencia de la problemática es actual, y tiene que ver con la presencia o ausencia del Estado en la explotación de los recursos naturales no renovables. Ayer fue el guano, salitre, cobre, caucho, ahora es el petróleo, el gas, y los productos mineros. El Perú, es líder en la producción mundial minera, con el primer lugar en la producción de plata, segundos en cobre y zinc, cuarto en la producción mundial de plomo y quintos en la producción de oro y con un gran potencial energético, al igual que Bolivia.

La gran interrogante es si el excedente generado por la explotación de los recursos naturales no renovables (RNNR) capitaliza el país, o es enajenado a nuestros países. En otros términos, debiera interesar analizar el “valor de retorno” de la explotación de los recursos naturales, constituido por los impuesto pagados, las compras realizadas a la industria local y los sueldos y salarios abonados a los trabajadores. Es decir, nuestros países se capitalizan o no con la explotación de los RNNR bajo el control de las empresas transnacionales.

En ese sentido, desde el punto de vista histórico, cabe recordar la presencia británica como instigador central en la “Guerra del Pacífico”, que según el historiador Jorge Basadre, debiera denominarse la Guerra del “Guano y Salitre”, cuyas consecuencias aún no han terminado, en razón de las reiteradas demandas sobre la injusta e infausta mediterraneidad de Bolivia, la evidente penetración económica de capitales chilenos en nuestro país por más de 6,000 millones de dólares y el armamentismo de las fuerzas armadas de Chile que superan en términos percápita a todos los países de América Latina.

Es bueno recordar también que en 1874 en el Perú, gracias al gobierno del civilista Manuel Pardo, se postula un modelo distinto al liberalismo económico, y las concesiones del guano y salitre pasan a ser propiedad del Estado peruano, cuestión que evidentemente no era del agrado de los capitales británicos, chilenos e incluso peruanos que se percibían afectados en sus intereses económicos, ante la pujante bonanza de una nueva industria.

Es más, se debe recordar frente al renovado armamentismo de hoy, que en ese entonces, inicios de 1872 mientras Chile ordena la construcción de dos blindados modernos en Inglaterra, el Blanco Encalada y el Cochrane, que superaban de lejos en blindaje, capacidad de fuego y velocidad a la vieja fragata Independencia y al obsoleto monitor Huáscar. Por el contrario, el gobierno civilista ajusta el presupuesto de las fuerzas armadas, con una reducción del ejército y marina, con las penosas consecuencias que se tuvo que asumir en la campaña del sur y la heroica defensa de Lima.

Se dejó de lado la vieja máxima del mariscal Ramón Castilla Marquesado, ilustre tarapaqueño, educado en Chile que conocía la psicología de nuestros vecinos, cuando afirmaba “Si Chile compra un buque, el Perú debía comprar dos”. Lamentablemente la inopia, falta de visión de nuestros gobernantes, ausencia de un proyecto nacional de desarrollo, en los últimos 30 años nos han llevado a una austeridad crítica en el equipamiento disuasivo ante cualquier eventualidad bélica.

En 1870, frente al “Estado ausentista” boliviano en el territorio de Antofagasta controlado de facto por empresas británicas y chilenas, con intereses privados, que postulaban la doctrina del “laissez faire laissez passer”. Es decir, mientras el Estado del Perú fomentaba el intervencionismo estatal, el Estado de Chile postulaba el liberalismo económico, que fue bien aprovechado por especuladores como John North que se hizo más fuerte que el propio Estado de Chile, en el gran norte.

Por ello, resulta paradójico que Chile habiendo vencido en una “guerra injusta” a Bolivia y Perú, haya perdido la paz, pues la cruenta guerra civil de 1891 significó el despojo de la riqueza salitrera al Estado de Chile y a su pueblo, que no gozaron de los beneficios de la riqueza salitrera. Por tanto, no se beneficiaron de la explotación del salitre cuya bonanza terminó después de la I Guerra Mundial, al descubrir los alemanes la fabricación del salitre sintético.

Por ello, resulta pertinente citar el artículo en referencia cuando resume los mecanismos de enajenación de la riqueza salitrera de parte del especulador inglés John North, que compra a precios reducidos los valores y las concesiones de capitales peruanos arruinados por la guerra, convirtiéndose en el “amo y señor” de la explotación salitrera.

“Entonces North negociando ventajosamente con aquellos individuos en trámite de ruina, se transformó, muy pronto, en el tenedor exclusivo de los derechos salitreros y con ello adquirió el manejo total de la lucrativa industria. Una vez que el gobierno chileno hubo dispuesto la entrega de las oficinas salitreras a los tenedores de los respectivos títulos, la riqueza de la provincia ya no regresaría a otras manos que las del afortunado North. Tampoco Chile habría de gozarla.

Para dar valor soberano al patrimonio, protegerlo y dotarle de potenciales efectos, el flamante financista viajó a Inglaterra y en Londres formó una docena de compañías, subsidiarias unas de otras, con un capital declarado, en 1890, de doce millones de libras esterlinas. Aquellas empresas controlaron la fuerza eléctrica, los comestibles, el aprovisionamiento, los repuestos, los transportes marítimos, los seguros, las agencias de embarque, las faenas portuarias, el agua potable, los ferrocarriles de la pampa, el carbón, los textiles. Con estas empresas no sólo dominó la industria salitrera sino todo Antofagasta y su vecina Tarapacá. En 1888, estas compañías dirigidas por North crearon el Banco de Londres y Tarapacá, independizando el salitre de la tutela bursátil y económica, que aunque disminuida, ejercían los bancos de Valparaíso”

Resulta interesante preguntarse sobre los mecanismos que utilizan las transnacionales en nuestros países en especial el Perú, que ha apostado desde inicios de los noventa por una radical privatización de las empresas mineras, lotes de hidrocarburos y gas hacia el sector privado, transfiriendo yacimientos y activos. A diferencia de Chile donde el Estado controla gran parte de la renta minera a través de Codelco, y Bolivia que con la presencia de Evo Morales ha nacionalizado los hidrocarburos, accediendo el Estado boliviano a una mayor participación de la renta gasífera con los problemas internos que han llevado al país altiplánico al borde de la guerra civil, por el acceso y control de las regalías de los hidrocarburos.

ESTADO: AGENTE ACTIVO O PASIVO

Según el modelo económico adoptado, los Estados participan directa o indirecta de la renta generada por la explotación de los recursos naturales. La forma ortodoxa, fomentada por la ideología liberal es que solamente debiera participar a través del impuesto a la renta, transfiriendo la responsabilidad de la propiedad, gestión y administración al sector privado. Se presume dogmáticamente que el Estado es un “mal administrador”, por tanto la iniciativa debiera ser privada.

El caso de Chile es un ejemplo de la continuidad de un modelo mantenido por la derecha pinochetista como por los socialistas y demócratas cristianos que combina la presencia del Estado en los sectores básicos como el cobre y el petróleo con empresas estatales rentables y eficientes, que se comportan en el mercado como cualquier empresa. Así, CODELCO y ENAP aseguran la presencia del Estado en la renta generada por la explotación de los recursos naturales. Así, no solamente captan el impuesto a la renta que abonaría cualquier empresa, sino también abonan el royalty minero, y capitalizan las utilidades, a ello debe sumarse la denominada ley reservada del cobre, que económicamente es una regalía del 10 % sobre los ingresos de exportación.

Así, la empresa estatal del cobre, Codelco, es líder mundial de la producción cuprífera, participa con más de 2.5 millones de toneladas de cobre y contribuye con más de 12 mil millones de dólares al fisco de ese país, tanto como impuesto a la renta, utilidades, ley reservada del cobre y otros.

El gasto en armas y la modernización en Chile hoy es evidente gracias a los importantes ingresos de la “ley reservada del cobre”, que impone el 10 % de los ingresos de exportación de la empresa estatal del cobre Codelco, sean destinadas a las fuerzas armadas y carabineros. Esto representa más de 1,500 millones de dólares anuales en razón a los altos precios del cobre que se mantienen por encima de los tres dólares la libra desde el 2004.

Resulta evidente que con tales ingresos se financia la modernización de las fuerzas armadas de Chile a niveles que no tiene ningún país de América Latina. Modernos tanques “Leopard” que pueden disparar de día y noche, sofisticados aviones, submarinos “Scorpene” de última generación, buques de guerra con lo último en misiles. Si tales ingresos hubiesen sido invertidos en educación y salud, hoy Chile tendría el ingreso y la seguridad social de un país escandinavo.

PERÚ: RENTA MINERA CRECIENTE

En el Perú, la participación en la renta generada en la actividad minera, es indirecta pues no existe ninguna empresa estatal a nivel productivo. Prácticamente el íntegro de la actividad minera estatal tales como Centromín (San Cristóbal, Andaychagua, Cerro de Pasco, Morococha, Yauricocha etc), Cerro Verde, Mra. Tintaya, Hierro Perú, Refinería de Zinc de Cajamarquilla, el Complejo Minero Metalúrgico La Oroya, la fundición de Ilo, más los yacimientos de oro y cobre fueron transferidos al sector privado.

De allí, que la más importante participación del Estado peruano en la renta minera sea por medio del impuesto a la renta pagado por las empresas titulares de las concesiones mineras que han firmado en su mayoría contratos de estabilidad jurídica, tributaria y administrativa bajo el influjo de las reformas estructurales y el proceso de privatización de los años noventa.

A nivel de la renta de tercera categoría, el impuesto abonado por las empresas mineras representa un promedio de 40 % del conjunto de las empresas que operan el país, ello resulta coherente con la bonanza minera, gracias a los altos precios de los minerales. En millones de dólares ha significado 658 millones en el 2005, 1,762 millones en el 2006 y 2,782 millones en el 2007. Debiera ser evidente que de profundizarse y extenderse los efectos de la crisis de la economía norteamericana, gracias a la globalización, las utilidades de las empresas mineras y por tanto los impuestos tenderán a la disminución.

Se debe tener presente que el 50 % del impuesto a la renta pagado por los titulares mineros, por decisión del Estado se transforma en canon minero, que constituye un importante ingreso para los gobiernos locales, regionales y universidades públicas.

En segundo lugar, la importancia de las regalías mineras en nuestro país está limitada por la vigencia de los contratos de estabilidad jurídica y administrativa de las principales empresas mineras, tales como Yanacocha, Pierina de la Barrick, Mra. Tintaya, Mra Antamina y Cerro Verde que no pagan las regalías mineras concebidas como una contraprestación de hasta el 3% sobre el valor del concentrado o su equivalente.

Si todas las empresas mineras, sin excepción, pagasen en el Perú las regalías mineras, el Fisco estaría captando más de 500 millones de dólares, y no los modestos 160 millones pagados en el 2007. Evidentemente con estos importantes montos el Estado tendría recursos para financiar los gastos de inversión en salud y educación, fomentando ventajas competitivas en un tenebroso entorno internacional.

Le sigue en importancia, el llamado “Aporte Voluntario” pagado por las empresas mineras concebido como una participación del 3.75% de la utilidad neta para las empresas que no abonan las regalías mineras, y de 1.75% de la utilidad neta para las empresas que sí asumen el pago de las regalías mineras. Este estaría concebido en el marco de la responsabilidad social y empresarial. En tal sentido, es voluntario e importantes empresas a pesar de las importantes utilidades percibidas como Mra. Volcan y Minsur no aportan al llamado “Fondo de Solidaridad con el Pueblo”

Este llamado “Aporte Voluntario” apenas ha representado los 166 millones de dólares en el 2007 gracias a las utilidades netas obtenidas en el 2006, y el monto por distribuir en el 2008 en razón de las utilidades del 2007 será superior a los 192 millones de dólares. Es importante señalar que ante una disminución significativa de los precios de los minerales y menores utilidades el llamado Aporte será afectado.

Por último, los ingresos que capta el Estado a través de los derechos de vigencia mineros de 41 millones en el 2007, y que aumentan en la medida que se incrementen los petitorios mineros. El monto de 3 dólares por hectárea concesionada para la gran y mediana minería, y de un dólar para la pequeña minería, explican los modestos montos captados por este concepto. Allí, se tiene un potencial de ingresos a futuro por percibir.

En resumen, la participación directa que capta el Estado gracias a la actividad minera es creciente en función de los mayores montos del impuesto a la renta que pagan las empresas mineras. Impuesto que está en función de la actividad económica, ingresos y rentabilidad de las empresas. Sumados al impuesto a la renta las regalías, los derechos de vigencia, y el llamado Aporte Voluntario, el Estado capta un conjunto de 3,148 millones de dólares que frente a las exportaciones mineras del año 2007 que fueron equivalentes a los 17,328 millones, la participación del Fisco representa un 18.2 % de los ingresos de exportación, superiores al 9.1% alcanzado el 2005.

En verdad, la capitalización de la minería que opera en nuestro país es superior al 18.2 % si es que se sumarán los sueldos y salarios pagados en el sector, más las compras realizadas a la industria regional y nacional. Estimar el valor de retorno resulta de vital importancia para definir el grado de capitalización de los recursos generados por la explotación de los recursos naturales no renovables (RNNR). Mas, lo cierto y evidente es que el Perú ha perdido el control sobre el acceso del íntegro de la renta minera, como lo hace CODELCO en Chile, y la regulación ambiental de la actividad minera es todavía débil.

A nuestro criterio, el problema va más allá de la presencia o no de la gestión estatal en la minería peruana, que fue privatizada a precios ridículos y hoy estamos asumiendo las consecuencias. Es de necesidad pública una mayor participación del Estado en la renta minera, en razón del factor agotamiento por su carácter no renovable de los recursos mineros, y por las externalidades negativas sobre todo ambientales más los pasivos mineros.

Se trata a futuro de promover políticas de valor agregado a partir de la explotación de los recursos mineros. Ello requiere un Estado pro activo, promotor que negocie con las empresas transnacionales una mayor capitalización del país a partir del fomento de la industrialización de los productos mineros.

Promover las políticas de valor agregado, es un imperativo, ahora que estamos al borde de una recesión internacional gracias al capital financiero y especulativo mundial. Para ello, tenemos que aprender las lecciones de la historia por más dolorosas que estas sean. Esto es más urgente ahora que han fracasado las políticas del “libre mercado” que fueron impuestas a nuestros países por el llamado “Consenso de Washington” En tal sentido, cabe preguntarse ¿ Dónde están nuestros liberales criollos?

“John North, el Rey del Salitre”

Cuando la declaración de ir a la guerra con el Perú había sido tomada por el gobierno de Chile, esto es el cinco de abril de 1879 [1] trabajaba ya en las pampas del caliche en Tarapacá un aventurero inglés llegado a esas costas peruanas, por el año de 1870. Más tarde el modesto personaje habría de cosechar fama y fortuna sobre la base de la miseria y el despojo de los propietarios y trabajadores peruanos. Por entonces era inminente e inevitable la guerra.

Ayudado por un salitrero peruano en el conocimiento, extracción y explotación del salitre, John Thomas North se habituó pronto con el duro clima cuanto con los detalles del mineral, sustancia cuya riqueza, sustituto de otra, el guano, trocaría muy pronto protagonista de una dramática historia con el fondo trágico de tres naciones en desigual lucha.

Rotas las hostilidades y muerto ya Miguel Grau y los heroicos comandantes del Huáscar, se había de producir el desembarco en las mal guarnecidas, escasamente defendidas y peor avitualladas costas peruanas. Esto fue en Pisagua [2]. Después del bombardeo y posterior descalabro aliado en San Francisco, que dio lugar a la ocupación de la rica provincia litoral de Tarapacá, el jefe de las fuerzas expedicionarias Patricio Lynch [3] tuvo contacto y se percató de la presencia de este inglés con el que conversó y buscó sacar partido. El servicial North, recibió entonces la comisión para equipamiento y suministro de los transportes de guerra, tarea por la que recibió en pago 40,000 quintales de guano peruano, que colocados a buen precio hubieron de reportarle la base de una inesperada y considerable fortuna inicial.

El sorpresivo y adverso resultado de la batalla de San Francisco [4], la inmediata victoria de Tarapacá -inútil en cuanto a la detención de la invasión chilena- y la fijación de la débil línea de defensa de Arica llevó consigo la quiebra del valor de los bonos salitreros de Tarapacá, la mayoría de ellos en poder de peruanos, y, en general, de todos los tenedores de aquellos títulos. El momento se mostraba especulativo. North con la ayuda de su paisano Jeffrey Harvey, convertido ahora en banquero y usando los dineros de influyentes financistas chilenos de Valparaíso, a quienes convenció para el préstamo inicial con el afianzamiento de un consorcio peruano ante los tenedores de bonos en Inglaterra, adquirió, a precio de regalo, los bonos de los salitreros peruanos, quienes presionados por el codicioso inglés, hubieron de ceder sin remedio.

Entonces North negociando ventajosamente con aquellos individuos en trámite de ruina, se transformó, muy pronto, en el tenedor exclusivo de los derechos salitreros y con ello adquirió el manejo total de la lucrativa industria. Una vez que el gobierno chileno hubo dispuesto la entrega de las oficinas salitreras a los tenedores de los respectivos títulos, la riqueza de la provincia ya no regresaría a otras manos que las del afortunado North. Tampoco Chile habría de gozarla.

Para dar valor soberano al patrimonio, protegerlo y dotarle de potenciales efectos, el flamante financista viajó a Inglaterra y en Londres formó una docena de compañías, subsidiarias unas de otras, con un capital declarado, en 1890, de doce millones de libras esterlinas. Aquellas empresas controlaron la fuerza eléctrica, los comestibles, el aprovisionamiento, los repuestos, los transportes marítimos, los seguros, las agencias de embarque, las faenas portuarias, el agua potable, los ferrocarriles de la pampa, el carbón, los textiles. Con estas empresas no sólo dominó la industria salitrera sino todo Antofagasta y su vecina Tarapacá. En 1888, estas compañías dirigidas por North crearon el Banco de Londres y Tarapacá, independizando el salitre de la tutela bursátil y económica, que aunque disminuida, ejercían los bancos de Valparaíso.

La central del Banco estaba en Inglaterra, su principal agencia en Chile quedó instalada en Iquique. El gerente general de esa entidad en el nortino puerto, capital de Tarapacá había de ser el señor Dawson, quien en la práctica pasó a ser una especie de embajador plenipotenciario de North ante el gobierno chileno [5].

Así, la Compañía de Nitratos de Liverpool, otra de las empresas de North, en momento que los abonos nitrogenados alcanzaban una considerable demanda de una Europa empobrecida por siglos de explotación de sus tierras, de las cuales Alemania y Francia encabezaban la lista, empezó un inusitado auge. Agréguese a esto el importante insumo que representa el salitre en la fabricación de la pólvora, tan demandada en todos los tiempos.

El otrora modestísimo aventurero inglés, arribado alguna vez a las costas de Tarapacá con algo más de 10 libras esterlinas en el bolsillo, inauguraba ahora un imperio personal a cuya cabeza habría de ubicarse por mucho tiempo. Encumbrado desde su modesto oficio de mecánico en Antofagasta hasta el del más opulento del mundo occidental, el Rey del Salitre, como gustaba llamarlo la prensa británica, o el coronel North, como le gustaba a él, convirtió los ricos territorios de Antofagasta y Taltal en un estado dentro de otro estado. Al norte del paralelo 27 era el amo.

Resulta importante entonces dar a conocer, con mayor detalle que el expuesto hasta aquí, los acontecimientos preliminares que finalmente resultaron favorables para este paradigma de especulación:

La consecuente ocupación de Tarapacá y Antofagasta produjo la explotación del salitre por cuenta de Chile; el invasor cobra los derechos de exportación de todas las oficinas chilenas y extranjeras, pues había intereses ingleses entre ellas y hace trabajar las de los peruanos mediante concesiones. Estos en su mayoría empresas inglesas radicadas en Valparaíso. Para los peruanos el procedimiento les resultó fatal, especialmente a quienes bajo el peso de los acontecimientos, optaron por vender sus derechos en la bolsa internacional tuvieron que hacerlo a precios miserables. Chile no mostró interés en la adquisición del rico patrimonio por carecer de una política hacendaria sagaz y de esta forma hacerse para el Estado de todo el crédito peruano. Fuera de las ofertas directas de los peruanos en ruina hecha a industriales ingleses, el resto de acciones quedó entregado a la bolsa de Londres.

En esta situación, desde 1882, John Thomas North asociado con Jeffrey Harvey, con la garantía del Banco de Valparaíso adquirió las acciones peruanas en Londres. Para 1886, North poseía el 40 % de los títulos peruanos puestos a la venta y todas las salitreras que como resultado de su examen probaron un adecuado rendimiento. Compró luego todos los aportes iniciales incluyendo los de su socio Harvey constituyéndose desde entonces en el árbitro salitrero del más alto rango.

Sin embrago, este abrumador auge monopólico, durante la administración gubernamental de un influyente político de la burguesía chilena, se habría de tornar escamoso para North.

Don José Manuel Balmaceda Fernández, miembro de la poderosa clase aristocrática, que aunque liberal en sus propósitos, seguía con molestia y ostensible desagrado el destino y suerte del magnate del Norte, para quien la compañía del nitrato y sus múltiples negocios afines afectaban, además del lucro, un poder creciente sobre los hombres de gobierno al igual que sobre sus numerosos peones y empleados.

Desde la más simple gestión administrativa hasta el nombramiento o reemplazo de funcionarios propios o del gobierno en el Norte, requería de la inexcusable venia del acaudalado, representado por Dawson.

Se glosan los elocuentes créditos que sobre estos extremos ha escrito don Mario Barros van Buren, del servicio diplomático de Chile, en su libro Historia Diplomática de Chile [6]:

"Para mover un empleado público, para empedrar una calle, para decir un discurso, para dictar un reglamento de aduanas, había que consultarle. Los grandes magnates chilenos lo elevaron a su nivel sin la menor dificultad. North se siguió encumbrando por encima de esa aristocracia monetizada que tan humillada se le ofrecía. Su abogado en Santiago, don Julio Zagers, se convirtió en el árbitro de la política chilena. De su "carta blanca" salían los fondos para de las elecciones, las coimas para los empleados difíciles, los regalos para los incorruptibles, los grandes bailes para la sociedad. Las listas de diputados y senadores solían pasar por sus manos, porque los partidarios requerían el "consejo y la colaboración" del gran hombre de la City. Los documentos han echado luz sobre la enorme corrupción que North sembró sobre una clase social que, cegada por el oro, torció una de las tradiciones más nobles de la historia chilena: Su austeridad. Si bien la profecía de don Manuel Montt de que el salitre pudriría las riquezas morales del pueblo chileno no se cumplió en toda su extensión, podemos decir que engendró a una capa social sobre la que descansaba, precisamente, la estabilidad institucional de un régimen y una tradición de mando."

Chile, por lo expuesto, no ejercía soberanía efectiva en el norte calichero por ser predio ajeno o considerarlo así su omnímodo dueño. Allí la voluntad de North era la única valedera.

Impuesto Balmaceda de esta realidad, decidió revertir de alguna forma esta vergonzosa situación, pues estaban sometidas a prueba la soberanía y dignidad nacionales. No resultaba ajeno a su verdadero espíritu que era tiempo de rescatar para Chile el goce total de la riqueza conquistada al Perú y a Bolivia, no con poco esfuerzo y sangre, por vía de la guerra.

Pese a que no inspiraba en el estadista la idea de la nacionalización, por ser un económico liberal, trató de promover un trato igualitario al capital chileno con el inglés para la explotación de la riqueza salitrera del desierto nortino, pero esta política en sus inicios era reducida y sin mayor importancia. De alguna forma a Balmaceda, que había sido ministro de Santa María, también le alcanzaba alguna responsabilidad.

Se redujo entonces su política salitrera a la explotación de los yacimientos no denunciados, la mejora del rendimiento de las empresas lentas o con rendimiento antieconómico. Subió moderadamente los impuestos de exportación para aplicarlos en obras públicas. Es decir, una tímida reacción inicial frente al poderío del británico. Empero, en abril de 1887, dictó un decreto que ponía fin a los certificados salitreros en venta en Londres revindicándolos para el gobierno. Compró bonos salitreros en poder de tenedores europeos por un valor de 1,114,000 libras esterlinas, esto es, 65% del valor nominal de estos derechos con empréstitos que le fueran aprobados por el Congreso. Para 1890, Balmaceda había rescatado para Chile 71; 60 oficinas salitreras que el gobierno peruano había declarado en abandono y todos los yacimientos potenciales de denuncio, descubiertos pero no explotados.

Balmaceda corregía así, junto a su error, el de la política suicida del gobierno de Santa María [7] en estos importantes extremos. Pasó entonces a una clara y activa cruzada. Aunque, el conjunto de patrimonio salitrero rescatado no podía competir con las 21 oficinas de North y su abrumadora maquinaria industrial y económica, si permitía ensayar un trato de igual a igual con el potentado.

Enterado el poderoso minero, en su palacio de los suburbios de Londres, de la campaña abierta por Balmaceda para recuperar el salitre, decidió formalmente que era tiempo de dar la batalla; fletó un lujoso navío de pasajeros, invitó a los más conspicuos periodistas de Europa, y después de veinte años de ausencia de las costas sudamericanas emprendió el largo recorrido de retorno a la fuente de su riqueza original. El despliegue de la propaganda fue de la magnitud que sólo él era capaz de proporcionarse.

Ingresó al Pacífico desde Punta Arenas [8], lejano y pequeño apostadero sobre el Estrecho de Magallanes, donde permaneció algunos días, continuó luego el viaje y pasó de largo Valparaíso, finalmente se presentó en Iquique, allí fue recibido por sus entusiastas trabajadores y las obsecuentes autoridades chilenas, que veían en él, nada más ni nada menos, que al patrón que retorna a su hacienda.

Los gastos por las fiestas que siguieron al acontecimiento corrieron de cuenta de la compañía del nitrato. Es decir, se dispuso que en tanto North permaneciera en Chile todos los gastos de los trabajadores de las oficinas salitreras serían de cuenta de la empresa.

Finalmente el inglés decidió negociar directamente con Balmaceda en términos pacíficos. Tomando la iniciativa y pensando de anticipado en el éxito de sus planes, pues había embarcado en las bodegas de la nave que lo condujo una fina pareja de caballos de raza árabe, y en la bahía de Iquique había hecho descender buzos para rescatar el mascarón de proa de la corbeta Esmeralda, hundida al espolón por el Huáscar el 21 de mayo de 1879, dispuso remozar la pieza, de gran significación para Chile, por cuanto representaba la valiente inmolación del capitán Prat, mandó darle un baño con plata de Calama, y con estos preciados símbolos de la opulencia y la dignidad nacional, dio al ancla en Valparaíso a donde llegó después de un mes de su arribo al continente.

La entrevista de Rey del Salitre con el presidente de Chile fue como era de esperarse, fría y estrictamente protocolar, habida cuenta del temperamento del mandatario chileno y la soberbia del minero inglés. Balmaceda agradeció los obsequios, dispuso de inmediato que los caballos, finísima muestra equina de raza siríaca, se encargaran al zoológico de Santiago, entonces la Quinta Normal, y el rutilante mascarón de la Esmeralda fuera conservado por el Museo Militar. El mandatario chileno con esta resuelta actitud confirmaba su firme propósito de rescatar para Chile la riqueza del salitre. Avisado por este y otros gestos del fracaso de sus propósitos, el inglés dejó el palacio de La Moneda y abandonó las costas chilenas para no regresar jamás.

Poco tiempo después de la partida de North la armada nacional, surta en Valparaíso, se rebeló contra Balmaceda; levó anclas y se hizo a la mar llevando a su bordo a los protagonistas de la insurrección; fondeó en Iquique donde Jorge Montt, cabeza de la revolución, quedó investido de la jefatura de la Junta del Gobierno Revolucionario en campaña, con sede en el antiguo puerto peruano. En respuesta Balmaceda ordenó que los cuerpos leales del ejército marchasen contra los rebeldes.

Había empezado la guerra civil de 1891. El parlamento contra el ejecutivo. Una guerra que habría de resultar más cruenta que su precedente del Pacífico; miles de chilenos perdieron la vida y los daños materiales fueron considerables [9]. Con las batallas de Concón y Placilla [10] terminaron las acciones que pusieron en derrota a las castigadas tropas leales al gobierno.

Balmaceda, abandonado a su suerte, depuso el mando en el veterano general Manuel Baquedano González y se asiló en la delegación de la Argentina en Santiago donde después de redactar un histórico testamento, se disparó un tiro el día aniversario de su patria, 18 de septiembre de 1892, fecha que también concluía su mandato constitucional [11].

Reaccionando a la política reinvidicatoria de la soberanía nacional de Balmaceda, la Junta revolucionaria de Iquique, formada por Enrique Maciver, Francisco Puelma, el omnipotente abogado de North Julio Zegcrs e Isidoro Errázuriz a su cabeza, vendieron muchas de las salitreras que su acción revolucionaria había colocado al alcance de sus manos.

Posteriormente el gobierno de don Jorge Montt, "mal inspirado" en el librecambismo y un Congreso dominado por la alta banca, terminaron la liquidación, dando al traste los esfuerzos de Balmaceda. Al concluir el siglo el desierto de Tarapacá y Antofagasta era chileno en su bandera, sus hijos y empleados públicos endeudados a North, pero ni un gramo de su riqueza pertenecía a su país, que, para ganar su soberanía había entregado la sangre de 20,000 soldados [12]"


North, en su palacio de Londres, recibió con serena satisfacción la noticia de la muerte de su rival a quien había sobrevivido hasta 1896 y también a sus enclaves en el lejano desierto del Tamarugal y Antofagasta [13]. Había nacido en Yorkshire, Inglaterra, el 30 de enero de 1842.

Una nota especial sobre la vida de este hábil especulador podría significar la bella reja colonial retirada de la Catedral de Lima por las tropas de ocupación, entre otros bienes que fueron presa y botín, y con excepcional buen gusto la hizo colocar a la entrada de los terrenos de su mansión en la campiña de Londres, en Avery Hill, Eltham, Kent, cerca a Londres; dos enormes puertas, donde hasta la fecha, salvo versión en contrario, se las puede ver.



Notas finales y créditos

[1] La declaración de guerra llevó inmediatamente el bloqueo de Iquique por las corbetas chilenas Esmeralda y Covadonga, al mando de los comandantes Prat y Condell, respectivamente.

[2] Más de 15,000 hombres fueron transportados en numerosos buques convoyados por naves de la Armada. El desembarco en Pisagua tuvo varios intentos frustrados por el fuego de la fusilería de las tropas aliadas, al mando del coronel peruano Isaac Recavarren, parapetadas en los faldeos de los cerros y la costa. Pero el fuego de los potentes cañones de la escuadra y el incendio de los sacos de salitre que se apiñaban en el muelle permitieron, con muchas bajas de los atacantes, el desembarco final y la toma de la plaza. Se había comenzado la ocupación del Perú.

[3] Patricio Lynch Zaldívar, oficial de la marina chilena. Por su conocimiento del idioma chino, el mandarín que aprendió al servicio de la marina inglesa en la Guerra del Opio, y determinadas otras aptitudes, le fueron encomendadas el mando de tropas de línea y posteriormente la gobernación militar de la Lima ocupada.

[4] El 19 de noviembre de 1879.

[5] Historia Diplomática de Chile, 1541 – 1938, Mario Barros. 1970. Pp. 462/463. España. Ediciones Ariel. Espulgues de Llobregat. Barcelona

[6] Obra citada.

[7] Presidente de Chile en el período 1881- 1886.

[8] En octubre de 1996, en visita oficial por razones electorales, llegué a este lejano puerto austral de Chile. El colorido de los techos de las casas, la vista del Estrecho y por haber coincidido casualmente mi llegada con la fecha de su descubrimiento, me produjeron una especial sensación. El sol se ve lejano por esas latitudes; se muestra la luz aún pasadas las 22 horas. De allí viajé 200 kilómetros al norte, hasta Puerto Natales donde embarqué en una goleta que navega esos fiordos y llegué hasta el ventisquero Baquedano, nombrado así en honor del malogrado presidente. Punta Arenas ha dedicado un monumento al descubridor del paso del Sur, entre los inmensos océanos, Fernando Magallanes, en su plaza principal, donde se yergue en actitud de señalar la Cruz del Sur.

[9] El blindado Blanco Encalada fue volado en la bahía de Caldera por acción de los cazatorpederos Lynch y Condell con la pérdida de numerosa tripulación.

[10] Concón y Placilla, jurisdicciones de Valparaíso y Santiago, en ese orden, representan junto con la matanza de Pozo Almonte en Iquique, ejemplos de la crueldad con que se batieron los bandos en pugna. Veteranos de la Guerra del Pacífico tomaron armas por ambos lados y quedaron anotados como hechos de armas sin antecedente. Dos divisiones constitucionales al mando, respectivamente, de sus jefes Arrate y Camús se vieron forzadas a pasar las fronteras del Perú, Bolivia y Argentina, respectivamente, para salvar la vida y regresar a su patria. La brigada Camús ingresó furtivamente a territorio de la Argentina, y marchó sin ser molestada, desde Salta hasta San Juan, repasando la cordillera por San Francisco para unirse a Balmaceda. La división Arrate, que ingresó al Perú por Tacna, fue desarmada e internada en Arequipa hasta su repatriación en octubre, finalizada la revolución.

Los excesos por ambos bandos fueron notables como execrable el asesinato por tropas gobiernistas de 84 antibalmacedistas en el fundo Lo Caña en las estibaciones cordilleranas de Santiago, acto libérrimo que perpetraron tropas cuyo más alto mando provenía del general Orozimbo Barboza Puga, veterano combatiente de Tacna, Chorrillos y Miraflores y que derrotado en Con Con fue asesinado por las tropas vencedoras que mandaba el general Estanislao del Canto Arteaga, otro veterano de la Guerra del Pacífico.

[11] En el Museo Nacional que se ubica en la Plaza de Armas de Santiago de Chile, segundo piso, sala de presidentes, se pueden ver los efectos personales y públicos del dañado mandatario; entre ellos el revólver con que puso fin a sus días. La Corporación de TV de la Pontificia Universidad de Chile, en AudioVisual, Nueva Imagen, ha preparado un importante documento fílmico sobre los días del rompimiento de Balmaceda con el congreso y el drama de la guerra civil; ver:
Balmaceda
[12] Obra citada

[13] Intuyendo que pronto el salitre perdería importancia, John North vendió sus derechos. Pocos años después Alemania sintetizaba la urea y gracias a este procedimiento, que alcanzó de inmediato niveles elevados de producción a precio bajo; el salitre fue reemplazado con largueza y las vastas pampas calicheras, el sueño dorado y fortuna del Rey del Salitre quedaron yermas y abandonadas como se puede comprobar hasta nuestros días.


AUTOR: JORGE MANCO ZACONETTI (INVESTIGADOR UNMSM Y CONSULTOR
JORGE E. MANCO ZACONETTI
Profesor investigador de la cátedra de Minas y Petróleo en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Además es asesor y consultor especializado en energía y minas. Ha realizado investigaciones relacionadas a la problemática del país, en materia de reformas estructurales, en particular en el sector minero energético. Así mismo se desempeña como asesor externo en los temas energéticos en el Congreso de la República.
www.mancozaconetti.com

AUTOR: “John North, el Rey del Salitre”
Escribe: Luis Siabala Valer (Abogado e Historiador Militar)
Tomado de http://harumalraschid.blogspot.com/2006/10/john-north-el-rey-del-salitre_17.html

No hay comentarios: