EL REGIONALISMO DE LOS REFUGIADOS DEL CALLAO-PERÚ
Tarapacá fue denominada insistentemente “provincia cautiva” por los
discursos del Presidente Leguía y otros políticos peruanos de la época. En
los principales libros de investigadores peruanos sobre el conflicto chilenoperuano, a Tarapacá se le conoce por ese nombre. El libro de registro civil de
Lima donde se inscribieron los refugiados sin documentación en regla, se le
conoce como de “las cautivas de Tarapacá”. Sin embargo, previo al acuerdo
del 1929, ese término desaparece de los discursos oficiales, y Tarapacá quedó
notoriamente fuera de toda reivindicación peruana, centrándose el interés
sólo por Arica-Tacna, reconociendo de ese modo los términos del Tratado de
Ancón que en su artículo 2 dejaba bajo soberanía chilena a perpetuidad, la
provincia de Tarapacá.
El más duradero de los cautiverios ha estado en la mente de los propios
tarapaqueños refugiados que, a pesar de los años, no olvidan su identidad
forjada en el siglo pasado y comienzos de éste en la pampa del Tamarugal y en
la costa salina de Tarapacá. Como el regionalismo es un sentimiento, la idea,
la imagen de Tarapacá, se transformó en una obsesión, en una fe, la “patria
chica” como ellos le llamaban y le llaman aún se endiosa y se transforma en
un motivo cotidiano de vivir.
Lima, y específicamente el Callao, fue el destino escogido por los
refugiados de Tarapacá, pero también otros lugares del Perú como Moliendo
y Arequipa.
Aquellos se hallaron ubicados en cines, manicomios, escuelas,
verdaderos albergues provisorios que se tornaron permanentes por la falta de
empleo, generando una nueva frustración en los refugiados. Enfrentados a
este problema y al convencimiento que Tarapacá no sería devuelto al Perú, el gobierno de A. Leguía decretó la Ley N° 5443 del 13 de marzo de 1926, que
concedió terrenos de 300 metros cuadrados a las familias de tarapaqueños
pobres. Una vez realizado el empadronamiento de aproximadamente 418
lotes, se adquirió el 18 de julio de 1929 (aprovechando tal vez los recursos
provenientes del propio tratado con Chile), el fundo “La Chalaca” ubicado en
el Callao.
Acta de nacimiento de peruana nacida en la Provincia Cautiva de Tarapacà, emitida por la Municipalidad Metropolitana de Lima.
Recién en 1948 se autorizó a los tarapaqueños a ocupar sus lotes.
De éstos emergió la Urbanización Tarapacá. La cantidad de repatriados que
llegaron a Lima-Callao varía según la fuente: según el diario La Voz del Sur
fueron 13.000 (31 de marzo de 1921) y El Tarapaqueño del Callao anuncia
40.000 (21 de octubre de 1971).
En la urbanización “Tarapacá”, están todavía los refugiados, a más de
setenta años de las últimas expulsiones haciendo reuniones, conmemorando
fechas, realizando bailes a beneficio como en las viejas mutuales, y recordando
una tierra que ni siquiera algunos conocen. Sin embargo, el “ser tarapaqueño”
los hace distintos en el Callao, diferentes en Lima, doblemente peruanos en
el Perú y un poco chilenos en la intimidad familiar.
Allí están las calles con sus nombres tarapaqueños, Iquique, Canchones,
Huara, etc., un espacio virtual de la provincia que sus abuelos, sus padres o
ellos mismos, cuando niños, abandonaron un día, pero que nunca la dejaron
del todo.
Como las razones de la expulsión-partida fue una mezcla de razones
patrióticas y motivos económicos, posiblemente ello mismo exacerbó
el sentimiento asociado al regionalismo y avivó la llama de la identidad
tarapaqueña, resistiéndose y complementándose a otras identidades a nivel
meso como la de ser “chalaco” (Callao) o Limeño. Quizás podríamos decir
-como Benedict Anderson se refirió a las comunidades que originaron el
nacionalismo- (Anderson; 1993) que los tarapaqueños del Callao “imaginaron”
y continúan imaginándose una región que ya no existe en el territorio que
abandonaron un día, pero en cambio han construido una comunidad que es
real, posee identidad, organización, son todavía un movimiento social que
se diferencia de todas las demás comunidades que conforman la sociedad
peruana contemporánea. En otras palabras, los tarapaqueños del Callao son
una comunidad real, con un sentimiento regionalista de gran profundidad
histórica, construido en base a una región imaginada. Recorrer las calles de la
urbanización Tarapacá es recordar; cada calle tiene el nombre de un pueblo, de un valle, de un toponimio tarapaqueño. La mayoría de los vecinos tienen
raíces y tienen dolores que vienen de Tarapacá, pues dejaron familiares, dejaron
pertenencias, dejaron vivencias, dejaron lo que no querían dejar, sus hogares,
sus amigos. Ya por la cruz de alquitrán, pintadas en las puertas por las Ligas
Patrióticas, ya por sus propios temores o por la crisis, y aprovechando las
facilidades de transporte (vapores) entregados por el consulado peruano en
Iquique y Pisagua, miles iniciaron una marcha que para la mayoría fue sin
retorno.
Con ello se fue una imagen de región: el Tarapacá del ciclo salitrero, pero
si entendemos a la región como un espacio socialmente construido (Boisier;
1989 y 1990) y al regionalismo como un sentimiento,
Tarapacá ha sido en
su acontecer histórico producto de diversos constructos culturales y tenido
distintos sentimientos asociados a ellos. El Tarapacá de nuestros días no es
igual a aquel de los tiempos de la Conquista y Colonia cuando pertenecía a
Arequipa, tampoco al Tarapacá peruano que formaba parte del Departamento
de Moquegua, incluso ya poco queda del Tarapacá salitrero que se hermanaba
con Antofagasta y Taltal.
La región así entendida, como un artefacto histórico y cultural, tiene un
espacio funcional que es simétrico con el espacio de pertenencia territorial del
sujeto, aquel espacio que define su identidad a nivel meso como: tarapaqueño,
nortino, etc. Por tanto, la región más que un territorio es una percepción, una
identidad.
Dicha percepción, dicha identidad, puede viajar con el sujeto a cualquier
territorio porque está internalizada en su personalidad. Esa identidad llevó
a los tarapaqueños a fundar en pleno centro de Santiago el famoso “Centro
Hijos de Tarapacá”, como los tarapaqueños del Callao fundaron “La Sociedad
Patriótica Tarapaqueña”.
Interesante es observar como en el caso de la identidad Tarapaqueña, tanto
aquellos habitantes de origen peruano como de origen chileno, enfrentaron su
identidad conflictivamente con la identidad nacional, por ejemplo, para los
limeños el habla y las costumbres de los tarapaqueños del Callao eran “muy
chilenas”; de igual modo, los tarapaqueños chilenos más de alguna vez han
sido motejados de “cholos” por los santiaguinos.
Tarapacá entre 1830-1910 se distinguió por ser una región contenedora
de migraciones venidas de los tres países vecinos y de todas las latitudes del mundo, pero también se caracterizó por una gran tolerancia étnica y de distintas
nacionalidades, como por la existencia de organizaciones obreras y patronales
internacionalistas, y la existencia de clubes sociales, escuelas e incluso curas
peruanos y de otras nacionalidades.
Tarapacá fue una región pluriétnica y
plurinacional, rasgo que definió el carácter y personalidad del tarapaqueño de
ese período. La Liga Patriótica (González y otros; 1994) y el clima nacionalista
generado en la provincia, enfrentado a un siempre amenazador plebiscito por
Arica-Tacna y por el siempre aludido “cautiverio” de Tarapacá, generó una
ruptura definitiva en la percepción de la región.
Esa ruptura provocada en 1911 por la acción del Estado chileno (a través
de sus aparatos ideológicos, como la administración pública y la escuela
fiscal) y la acción de la sociedad civil (a través de ciertos grupos organizados,
como las Ligas Patrióticas), se prolongó hasta 1929, cuando un acuerdo entre
ambos países dio por resultado un Tratado que, además de poner punto final al
conflicto internacional entre ambos, terminó con el conflicto interno en Tacna,
Arica y Tarapacá.
En 1929 Tarapacá ya no era la misma provincia de 1911,
se había transformado en una región chilena homogeneizada y asimilada a la
identidad nacional, su multiculturalidad quedó oculta en ciertas identidades
locales, esparcidas en la región y fuera de ella, una es la de los tarapaqueños
del Callao en Perú.
SERGIO GONZÁLEZ MIRANDA
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TARAPACÁ: REGIÓN EN CONFLICTO (1911-1929)
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Jòvenes futbolistas de ascendencia tarapaqueña, Club Uniòn Tarapacà
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El complejo chileno de la superioridad de su raza ? .......................(Memoria chilena)
Debemos tener cuidado porque el enemigo lo tenemos cerca y no cesarà en sus ambiciones.
Alumnos y profesores. Actividad de primera comuniòn, Escuela Enrique Carcheri Gonzales en la Urbanizaciòn Tarapacà.
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Celebraciones en la Urbanizaciòn por Aniversario Nacional 1957 |
La Casa de Campo de la familia Acevedo. Se ubicaba a pocos metros del Parque Morales Bermudez (Cancha Trece). Actualmente no existe.
Una imagen màs que mil palabras.
Columna de los lectores
JUAN DEL CARMEN LOYOLA ZAPATA
Colegio Médico del Perú: 11500
Registro Nacional de Especialistas: 4293
Email: jloyola14@yahoo.com
Pérez Esquivel: "Un pueblo sin memoria está condenado a ser dominado”