domingo, 26 de enero de 2014

E.Lisson Chàvez en la Causa de los Santos


Caretas, 7 de diciembre 2000

PROMOCION Y REMOCION

Lima, 28 de noviembre del 2000

Los peruanos también estamos aguardando la renuncia de monseñor Cipriani. Sólo él falta. ¿O tendremos que solicitar a El Vaticano que declare su "incapacidad religiosa"?
Eduardo Luna Cervantes
(eluna24@hotmail.com.pe)

El acercamiento de Cipriani al gobierno de Fujimori y su temperamento autoritario no son suficientes para reclamar su incapacidad moral, pero algunos recuerdan a monseñor Emilio Lisson, Arzobispo de Lima en 1931. Su incondicionalidad al gobierno de Leguía le mereció el destierro al serle aplicada por la curia romana una "promoción" que lo sacó del país. No es que CARETAS proponga semejante procedimiento. Cipriani, en todo caso, puede lavar la bandera o besar las manos de quienes lo han hecho.


Emilio Lisson Chàvez

Lissón rige los destinos de la iglesia de Lima de 1918 a 1931, al tiempo que lo hace Augusto B. Leguía para toda la nación peruana. Éste, en su primer gobierno (1908-12), había tratado de arreglar las cuestiones territoriales pendientes con Brasil, Chile y Bolivia. En el segundo mandato, llamado el "oncenio" (1919-30), accede al poder mediante un golpe militar. Promulgó una nueva Constitución política, se definieron los límites con Chile y Colombia, con sacrificio territorial y humano terribles para el Perú. La preocupación del estadista era aplicar su proyecto “Patria Nueva” que se concretaba en irrigar la costa, construir caminos y urbanizar . Con el deseo de resolver los problemas encontrados, orientó su acción hacia la clase media. Con la ruptura del orden institucional político, se presenta –y en parte lo consigue- como el instaurador del orden. La expectativa creada por su decidida acción, la supo acompañar de una frenética actividad material como la construcción de grandes obras públicas. De este modo, la industria pesada como la del cemento, por ejemplo, tuvo un rápido crecimiento en 1925 con la producción de casi 12 mil toneladas y 50 mil en 1927. Lima cambió de rostro; consiguió convertirla en una ciudad moderna, a la altura de los tiempos. Así, al margen de las donaciones recibidas por las celebraciones del Centenario de la Independencia (Museo Italiano o monumento a Manco Cápac), se inauguró la Plaza San Martín, se abrieron avenidas como Leguía (hoy Arequipa), Progreso (hoy Venezuela), La Unión (hoy Argentina), Nicolás de Piérola y Brasil; se levantaron el Ministerio de Fomento, el Palacio Arzobispal y se diseñó el nuevo Palacio de Gobierno; se iniciaron los edificios del Congreso y del Palacio de Justicia. Se fundaron barrios como el de Santa Beatriz, San Isidro y San Miguel. Se construyó la Atarjea para brindar de agua potable a Lima; en otras ciudades se instalaron sistemas de alcantarillado con un total de 992.000 metros de tuberías de agua y desagüe. Se construyeron 18 mil kilómetros de carreteras por la Ley de Conscripción Vial que estipuló la obligatoriedad de 10 días de trabajo. También se inició el Terminal Marítimo del Callao, se abrió la Escuela de Aviación de Las Palmas, se compraron los primeros submarinos y se profesionalizó a la policía. Finalmente, se inició el proyecto de irrigación de Olmos y se dejaron listos otros tantos en Cañete y Piura. Su decidido desarrollo comenzó a detenerse en 1928 con la caída de las exportaciones (cobre, lanas, algodón y azúcar) y, con la crisis económica mundial de 1929. Todo ello, como es lógico, le acarreó desconfianza y descrédito en la opinión pública. Por otro lado, creció el malestar del ejército por los polémicos arreglos fronterizos con Colombia (entrega del Trapecio Amazónico) y Chile (pérdida de Arica). La corrupción al interior del régimen y el evidente desgaste abonaron el descontento. De todas maneras, ante las elecciones de 1929 Leguía se presentaba sin oposición organizada, pero con un latente malestar popular. Finalmente, el repudio al “tirano” será recogido e interpretado en la revolución desatada en Arequipa (1930) por el comandante Luis M. Sánchez Cerro.
Sábado 31 de Mayo de 2008
EL CARDENAL GARCIA-GASCO CLAUSURA EN VALENCIA LA FASE DIOCESANA DE CANONIZACION DEL OBISPO PERUANO MONSEÑOR LISSON
El prelado vivió en Valencia desde 1948 a 1961 ayudando al arzobispo

VALENCIA, 31 MAY. (AVAN) .- El cardenal arzobispo de Valencia, Agustín García-Gasco, ha presidido esta mañana la clausura del proceso diocesano de canonización del obispo peruano monseñor Emilio Lissón Chaves, que murió en el destierro en Valencia en 1961, después de haber ayudado durante 13 años al entonces titular de la archidiócesis valentina monseñor Marcelino Olaechea.

El proceso fue abierto en septiembre de 2003 en la Catedral de Valencia, donde se inició la causa “por ser el lugar en el que el prelado peruano pasó los últimos años de su vida, murió y fue inicialmente enterrado”, según han indicado a la agencia AVAN fuentes de la comisión diocesana para las Causas de los Santos del Arzobispado, que ha logrado reunir más de 5.000 documentos en la instrucción.

Además, la apertura del proceso se realizó atendiendo la petición de numerosos obispos peruanos y españoles y de fieles que le conocieron en vida, han añadido.

Biografía


Monseñor Emilio Lissón, que fue arzobispo primado de Lima, colaboró 13 años con el entonces arzobispo de Valencia monseñor Marcelino Olaechea. En este tiempo, ayudó en la administración del sacramento de la confirmación, en las visitas pastorales y en las ordenaciones. Según el Boletín Oficial del Arzobispado y el Libro de Visitas de la Archidiócesis, monseñor Lissón administró un total 146.447 confirmaciones y 1.600 jóvenes recibieron de sus manos “las órdenes sagradas”, han añadido.

Nacido en Arequipa (Perú) en 1872, Emilio Lissón ingresó en la congregación de la Misión (Padres Paúles) y fue ordenado sacerdote en 1895 en París. El papa Pío X, hoy santo, le nombró obispo de la diócesis amazónica de Chachapoyas en 1909, donde desarrolló una gran labor evangélica. Tenía 37 años y recorrió todo su territorio diocesano, tanto en canoa como a pie ayudado por los nativos. En 1918, con 46 años, Benedicto XV le nombró arzobispo de Lima, donde abrió cuatro seminarios menores, fundó un periódico cristiano, y visitó parroquias a las que no había acudido un prelado desde hacía más de 400 años, según han indicado.

Sin embargo, en 1931 se vio obligado a presentar la renuncia a su sede episcopal por presiones de las autoridades peruanas que le acusaron "sin fundamento alguno de injerencias en política, mala administración y poca formación teológica". A pesar de que años después sus acusadores le pidieron perdón y reconocieron lo injusto de sus imputaciones, monseñor Lissón fue desterrado y estuvo confinado durante nueve años en la Casa Internacional que la congregación de la Misión tiene en Roma. A lo largo de ese tiempo estudió arqueología e historia eclesiástica y se dedicó a dar retiros espirituales.

En 1940 se le permitió venir a España invitado por el entonces obispo de Navarra, monseñor Marcelino Olaechea, que lo llevó con él a Valencia cuando fue nombrado arzobispo de esta diócesis. "Es un santo y de Valencia no sale ni vivo ni muerto", dijo monseñor Olaechea en cierta ocasión cuando le reclamaban de otros lugares de España la presencia del prelado peruano. Monseñor Lissón permaneció en la diócesis de Valencia desde 1948 hasta su muerte en 1961, cumpliendo los encargos pastorales que le indicaba continuamente monseñor Olaechea. Según atestiguó el propio arzobispo de Valencia, durante esos años, Lissón "practicó en grado heroico las virtudes de caridad, humildad, obediencia y pobreza".

Monseñor Lissón falleció el 24 de diciembre de 1961 en el palacio arzobispal de Valencia, donde residía por expreso deseo de monseñor Olaechea. Fue enterrado en la catedral de Valencia y en 1991 los peruanos solicitaron el traslado de sus restos mortales a la catedral de Lima donde descansan en la actualidad. En la Seo valenciana se conservan su anillo, su pectoral y el cáliz con el que celebraba la eucaristía. 

Documentación acumulada
Con la documentación conseguida, los expertos crearon un “fondo especial” con el nombre de ‘Fondo Lissón’ en el archivo de la Congregación de la Misión. Después de clasificados más de 5.000 documentos existentes, “se ha realizado la investigación y se ha hecho la selección de escritos y documentos para la causa”, han añadido. Entre la documentación figuran escritos espirituales de monseñor Lissón, su correspondencia, discursos y guiones para la predicación, nombramientos recibidos y cargos desempeñados en su misión pastoral, hechos destacados de su vida, biografías así como artículos de prensa y comentarios “sobre su vida y fama de santidad”, han añadido.

Tras la clausura de la fase diocesana, las cajas con dos ejemplares, trasunto y copia pública del proceso informativo diocesano, que junto a otra copia que se quedará en Valencia asciende a un total de 5.364 folios, serán entregadas en la Congregación para las Causas de los Santos en Roma.