sábado, 29 de septiembre de 2012

Hidalgo y el insulto complaciente a la lectura


Siguiendo con la saga del poeta nacido en Arequipa....
Alberto Hidalgo L. y Ricardo Palma e hijo

Una de sus más recurrentes víctimas fue Clemente Palma. La razón de tal “preferencia” quizá encuentre elucidación, en principio, por tratarse del hijo del más connotado adversario de su admirado Manuel González Prada: Ricardo Palma. En segundo lugar, está un comentario –que evidentemente le sentó pésimo a Hidalgo– que escribió Clemente Palma en Variedades con motivo de la aparición del poemario de tono futurista Arenga lírica al emperador de Alemania. Al autor de Cuentos malévolos Hidalgo le dirigió párrafos como éstos: “El doctor Clemente Palma ha resollado por la herida. Ha respondido al juicio que hice de su persona y obra en mi libro Hombres y bestias, diciendo, sin nombrarme por supuesto, que mi ‘baba corrosiva le ha manchado los zapatos’ y que como he de acabar en una cárcel tendrá paciencia para esperar a reemplazarlos con los que yo fabrique cuando purgue mis culpas. ¡Qué tal tipo!

Le ha parecido demasiado audaz, al doctor Palma, que un mozo de veintitantos años le abofetee el rostro de mico sucio. Le ha parecido demasiado audaz, porque es la primera vez, según entiendo, que en el Perú se tiene la valentía de rebelarse contra la gravedad mestiza de los que se han creído y se creen autoridades literarias. Pero era ya necesario que los jóvenes encañonáramos nuestra rebeldía contra estas fortalezas convencionales que se alzan en medio del camino para interrumpirnos el paso. Y por cierto que mi vanidad personal se infla hiperbólicamente cuando me fijo en que soy uno de los que van a la vanguardia del ejército demoledor.

Con el único título de ser autor de un libro de cuentos, escritos entrando a saco en el cercado ajeno, es que se presentó este señor en el campo de las letras exhibiendo armas de crítico. Y, ¡claro!, para vengar sus fracasos literarios se dedicó a fastidiar a los que iban delante. Siempre con sus chistecillos de barrio bajo, su estilo aglutinado y petulante, su socarronería malsana y sus reticencias cobardes y humildosas. Nunca elogió francamente, nunca supo alentar, nunca estimuló. Cuando decía algún ditirambo lo acompañaba de peros. ¿Y esto por qué? Porque cuando encontraba algo bueno, se ponían a ladrar desaforadamente los canes de su envidia. Y entonces eran derrames de bilis, de sordas cóleras, de bajos sentimientos, sus artículos preñados de sandez. Además, hay que tener en cuenta que este bicho es un alarmante caso de hipertrofia de severidad. Pero los garrotazos que propina no hacen victimas, felizmente. Los a quienes nos atacó –después de habernos elogiado– hemos continuado escribiendo sin hacer caso de sus majaderías, sin escuchar sus consejos; hemos seguido trabajando incansablemente y escuchando, mal que le pese, voces de aplausos y aliento que honrarían a cualquiera: tal la valía de quienes nos las han prodigado.

No debería extrañarme de la bajeza de sus sentimientos, conociendo, como conozco, antecedentes suyos. Además, el ser miserable le viene de raza. Blanco-Fombona nos ha contado la historia de cómo vino al mundo don Ricardo Palma, su padre, en estas breves y justicieras líneas que reproduzco con el objeto de vulgarizarlas más, si cabe: ‘En los ejércitos de la Gran Colombia que pasaron al Perú con el Libertador, había muchos negros de nuestras africanas costas. Conocida es la psicología del negro. La imprevisión, el desorden, la tendencia al robo, a la lascivia, la carencia de escrúpulos, parecen patrimonio suyo. Los negros de Colombia no fueron excepción. Al contrario: en una época revuelta, con trece años de campamentos a las espaldas, y en país ajeno, país al que en su barbarie consideraban tal vez como pueblo conquistado, no tuvieron a veces más freno ni correctivo sino el de las cuatro onzas de plomo que a menudo castigaban desmanes y fechorías. Una de aquellas diabluras cometidas en los suburbios de Lima por estos negros del Caribe fue la violación; un día o una noche, de ciertas pobres y honestas mujeres. De ese pecado mortal desciende Ricardo Palma’. Y si a esto se agrega su bastardía –la de Clemente Palma–, bastardía de que él parece avergonzarse, se tiene que nos encontramos ante un perfecto representativo del hombre ruin.
Y este perfecto representativo del hombre ruin es quien desde las columnas de una revistilla que dirige, hipócritamente, pues no me nombra, ha pretendido asustarme con sus ladridos de despecho, de desvergüenza y de cinismo. Pero se ha equivocado el zopenco. Cuando se es joven no se le teme a ningún zambillo fabricado de contrabando; cuando se es joven no se tiene pelos en la lengua y menos en la pluma; cuando se es joven se tiene el brazo fuerte y el espíritu altivo. Tome nota de ello el señor Palma, que puede que le convenga”. 

En: De muertos, heridos y contusos. Libelos de Alberto Hidalgo. Lima, Sur Librería Anticuaria, 2004, pp. 135-138.

http://www.elhablador.com/hidalgo3.htm

Alberto Hidalgo L. genio del desprecio

SIMPLISMOS (fragmentos) por Alberto Hidalgo


Alberto Hidalgo Lobato (1897-1967) es un escritor que mereció la atención y amistad de José Carlos Mariátegui. Quizá muchos lectores recuerden a Hidalgo únicamente por el estudio dedicado a él en los "7 ensayos de interpretación de la realidad peruana".

Hidalgo frecuentó la bohemia del Palais Concert, junto con su amigo Abraham Valdelomar. Posteriormente colaboró en la revista Amauta. Poeta, libelista o panfletario, fue también cuentista y dramaturgo. Escribió veintitrés libros de poesía, trece de prosa y siete de teatro. Sería necesario conocer el significado de la palabra libelo. Según el diccionario, el libelo (en la primera de sus acepciones) es un escrito infamatorio contra hombres y cosas. Hidalgo no se contentó con escribir libelos, sino que introdujo en sus cuentos y poemas las características de este género.

El crítico literario Álvaro Sarco ha publicado el volumen "Alberto Hidalgo, el genio del desprecio. Materiales para su estudio". El compilador y colaborador de la obra ha realizado una rigurosa pesquisa en archivos, bibliotecas y hemerotecas. Esta investigación es no sólo una de las más completas acerca de un escritor peruano, sino que tiene la virtud de hacernos próxima la imagen y creación de un hombre desmesurado, injurioso, ególatra y paradójicamente tierno en la intimidad.



Se ha recopilado en este libro ensayos y artículos de escritores y críticos consagrados, como Luis Alberto Sánchez, Estuardo Núñez, Luis Jaime Cisneros, José Miguel Oviedo y Hugo Neira. También se incluye una entrevista por parte de Manuel Jesús Orbegozo y cinco artículos del periodista Mario Castro Arenas. Ha colaborado Renzo Valencia Castillo con un artículo acerca de la cuentística de Hidalgo. Se incluyen notas necrológicas y abundante material gráfico, así como profusas y minuciosas notas al pie de página que nos permiten “situar” al poeta en su circunstancia.

Otros aportes rigurosos y sólidos provienen del extranjero. Este es, por tanto, un libro de proyección internacional. Colaboran autores poco conocidos en nuestro medio aunque del más alto nivel: el diplomático e historiador argentino Sergio Baur; el mexicano Evodio Escalante; el sesudo investigador argentino Carlos García; otro investigador argentino como Ariel Gustavo Fleischer; el libretista y ensayista argentino Martín Greco; y la diplomática y escritora argentina May Lorenzo Alcalá.

Provocaciones

El afán provocador de Hidalgo (como una especie de anarquista individualista) se había manifestado ya en su ópera prima "Arenga lírica al Emperador de Alemania", de 1916 (un libro que después Hidalgo rechazaría). Publicará luego Panoplia lírica, un poemario todavía lastrado de rezagos modernistas y que mereció cálidos elogios de Valdelomar y otras figuras de la época, como José María Eguren y Manuel González Prada. Curiosamente el vanguardista Hidalgo admiraba a Chocano.

Es en 1918 cuando publica su primer libro libelista: "Hombres y bestias". Luego vendrían "Jardín Zoológico", en 1919, y "Muertos, heridos y contusos," en 1920. Son antológicas sus páginas, dedicadas, con una gran dosis de malicia y humor negro a desacreditar a personas muy respetadas del medio limeño y transnacional: José Pardo, Nicolás de Piérola, Ricardo Palma, José de la Riva Agüero, José Ingenieros, Leopoldo Lugones, etc. Se salva Manuel González Prada, a quien Hidalgo respetaba mucho.

En 1919, Hidalgo se traslada a Buenos Aires, ciudad cosmopolita, con una gran clase media y atenta a las últimas novedades del Viejo Mundo, especialmente de Francia. Se publican varias revistas culturales, se confrontan los grupos de Florida y Boedo, por razones literarias y políticas. En 1920 viaja a España. Por entonces, también, Juan Parra del Riego (quien se instalaría en Uruguay) desarrolla poemas de cariz vanguardista. Parra del Riego es un caso interesante, pues logra, pese a las limitaciones de los cenáculos limeños cortar las amarras del modernismo, ejercitándose en la composición de poemas de corte futurista, conocidos como polirritmos. Pensamos, como Mirko Lauer, que, al margen de consideraciones puramente literarias, la falta de una burguesía sólida en el Perú hizo que se prolongara más de lo debido el modernismo.

Retorna Hidalgo a la Argentina, país donde vivirá cerca de cuarenta años. Es en los cafés de Buenos Aires —como el Royal Keller— y en las innovadoras revistas —Hidalgo fundaría la Revista Oral— donde se discutían diversos temas literarios. Frecuenta a los colaboradores del grupo Martín Fierro, Proa y Prisma. Conocería a escritores de la talla de Jorge Luis Borges, Macedonio Fernández, Oliverio Girondo, Francisco Luis Bernárdez, etc. Se entusiasma Hidalgo con la “aventura” literaria del ultraísmo, en la cual es muy importante el aporte de Guillermo de Torre, español radicado en Buenos Aires y cuñado de Borges.

Nuevos ísmos

Hidalgo inventa —o, mejor dicho, cree inventar— un nuevo “ísmo”. "Simplismo" está fechado en 1925. En este libro postula la supremacía de la metáfora como un factor esencial de la producción poética y la exclusión de cualquier mensaje moral. Estos postulados del poeta arequipeño no tenían nada de novedoso, al menos en Buenos Aires. Ya Borges y Guillermo de Torre habían aplicado estos procedimientos. El libro pretende ser un manifiesto ilustrado con los poemas de Hidalgo.

Con el paso del tiempo hubo una serie de malentendidos y querellas entre Alberto Hidalgo y los escritores argentinos, involucrando, además, a un chileno. Muestra ejemplar de lo afirmado es la confección del "Índice de la nueva poesía americana" (1926). Según la portada, esta antología poética sería una obra elaborada por Jorge Luis Borges, Vicente Huidobro y Alberto Hidalgo. Como certeramente señala Carlos García en su estudio “El Índice de Hidalgo”, Vicente Huidobro no tuvo la menor participación en la confección de esa selección. En cuanto a Borges, él se ocupó únicamente de un capítulo del prólogo, pero estaba en desacuerdo con la inclusión de poemas suyos que consideraba superados. En especial un poema dedicado a Lenin.

Hidalgo tuvo un “ego” desmesurado y no vamos a indagar en ello, que es tarea de los psicoanalistas. Únicamente indicaremos algunas facetas o componentes de su personalidad: era homofóbico y racista. De lo primero tenemos una muestra en los ataques a José de la Riva Agüero y Víctor Raúl Haya de la Torre. De lo segundo es revelador el libelo dedicado a Clemente Palma. Además, era antisemita. Así lo demuestran sus colaboraciones en el diario Crisol, donde lo expresa con sus ataques obsesivos a Jorge Luis Borges. Era arbitrario. No extraña, entonces, que se ubicara en posiciones ideológicas inconciliables (como el socialismo y el fascismo) solamente para llamar la atención, escandalizar, o zanjar cuentas contra alguien. Estas actitudes lamentablemente han opacado las innegables virtudes de algunos poemarios suyos, como "Poesía inexpugnable".

Empleó palabras duras e injustificadas contra Victoria Ocampo y la revista Sur. Del gran erudito mexicano Alfonso Reyes dijo que era un “coleccionista de sonrisas”. Proclamaba acerca de sí mismo que, junto con Chocano, Vallejo y Eguren, era uno de los mejores poetas del Perú. No dudaba en compararse con Pietro Aretino y hasta con Dante por su facilidad y contundencia para componer libelos. Hidalgo incluso escribió un poema libelista contra Pío XII.

En cuanto a los movimientos de vanguardia, nos parece que el futurismo de Marinetti (quién visitó Buenos Aires para regocijo de Hidalgo) es el que más ha envejecido. Se pensaba que el avance de la tecnología implicaba una “superación” respecto del arte y la cultura de siglos pasados. Ingenuamente se predicaba que el avión y el automóvil eran más “bellos” que objetos artísticos como La victoria de Samotracia. Ahora nos parece que no hay “superación” en las artes, a diferencia de la ciencia y la tecnología. Virgilio no supera a Homero ni Dante supera a Virgilio.

Temas peruanos

Se apodera de Hidalgo la nostalgia hacia su país. De ello son algunas muestras "Carta al Perú"(1953) y "Patria Completa" (1960) o "Historia peruana verdadera" (1961).

Si Alberto Hidalgo escribió un libro encomiástico hacia un tirano, como la "Oda a Stalin" (1945) se debe, según nuestra interpretación, a que “proyectaba” su narcisismo (para decirlo según la jerga del psicoanálisis) a individuos que fomentaban el “culto a la personalidad”, lo cual era muy característico de sí mismo.

Considera Oviedo que los poemas amorosos de Alberto Hidalgo (sobre todo los dedicados a su primera mujer) son muy valiosos. Su sentido del humor, tan peculiar, es muy distinto al del español Ramón Gómez de la Serna, a quien conoció en 1920, en una de las famosas tertulias del café Pombo, liderado por este último. Después de la guerra civil española, Gómez de la Serna se asila en Buenos Aires, pero ya no cultivaría su amistad con Hidalgo.

En su "Diario de mi sentimiento" (1937) escribió nuestro poeta: “He sido, soy siempre, ante todo y sobre todo, un escritor beligerante. Me paso la vida preguntando contra qué o contra quién se puede escribir, pues entiendo esa manera como la más adecuada para escribir a favor de alguien o de algo”.

En este libro se encuentra la cúspide de los libelos de Hidalgo: “Sánchez Cerro o el excremento” (1932).

En contra de lo que podría creerse, Alberto Hidalgo, pese a sus furibundos ataques, no se quedó solo. Influyó en los jóvenes escritores argentinos, que incluso postularon su nombre para el Premio Nobel. Y de esta vigencia es prueba y testimonio el libro compuesto por Álvaro Sarco: "Alberto Hidalgo, el genio del desprecio", tal como llamó al arequipeño el gran Macedonio Fernández.


http://radiaciontransparente.blogspot.com/2011/06/simplismos-fragmentos-por-alberto.html

César Hildebrandt y Aldo Mariátegui

Mariátegui y Hildebrandt, hermanos de mala leche

Una pluma puede hacer cosquillas o cortar como una navaja. Depende del usuario. En el caso de la reciente mecha entre los duelistas César Hildebrandt (H) y Aldo Mariátegui, hubo sus buenos chuzasos. A veces Alditus trocaba la chaira por una botella rota. Finalmente, H sacó el verduguillo y cortó oreja sin manchar de rojo el parquet. No había sangre en esa cara.
¿Qué revelación importante ha dejado el enfrentamiento? Varias que son comidilla de la intelligentsia limeña. Pero sobre todo una: así como hay hermanos de leche, Aldo M. y H son hermanos de mala leche. A continuación, la prueba A:

"Se acaba de morir, en el Madrid de los Austrias, uno de los mayores escritores de periódico que España haya parido. Se llamaba Francisco Umbral y era mi desayuno de cada mañana durante esos años
felices que pasé en el país que jamás pensé amar pero que amé profundamente. La verdad es que era la mitad de mi desayuno. La otra mitad era Eduardo Haro Tecglen, que también se murió años atrás. A Jaime Campmany, otro difunto, se le podía leer pero por su boca hablaba Franco, gritaban los legionarios y mandaba callar la Falange."

"Murió Francisco Umbral, maestro de la pluma que escribía las mejores columnas en España, a mi parecer, tras la muerte de Eduardo Haro Teglen (otros, como Pedro Salinas, preferían antes a Jaime Campmany)."

Además, el propio Alditus ha reconocido en más de una entrevista una influencia, digamos, hildebrandtina, en palabras de Santiago del Prado. Pedro Salinas, a su modo, es una suerte de primo menor en la familia. Su prosa es hildebrandtina pero sin bilis, y es frontal como Alditus a pesar de no compartir sus puntos de vista. ¿Y quién es el pater familia? Umbral, claro. 

Pero el abuelo es sin duda Alberto Hidalgo (ver el Sabogal con su rostro). Combinaba un poco de arequipeño con algo de argentino. Racista y homofóbico como Alditus; faltoso y fosforito con políticos e intelectuales, como H. El libelista se bajó de un plumazo a Ricardo y Clemente Palma, a Andrés A. Cáceres, a Piérola, Riva Agûero, Belaunde --"el buey"-- y Haya. También fue el precursor de Pedro Salinas, pues mucho antes de que Juliaca fuese una caca, Sánchez Cerro era un excremento:

"Es el abanderado de los barriles de la basura, el presidente de los desperdicios. Su nombre no se graba con tinta sino con repugnancia, y es lo que resta sobre el papel higiénico en la reserva de las letrinas, pues no hay trasero que no sepa escribirlo. Sánchez-Cerro, o el excremento." (Sánchez Cerro o el excremento)

Caretas,mayo 2007


Ver galería
La presentación a rayas, setiembre de 1992.



La Novia de Abimael 

La mujer que simbolizaba el poder detrás del líder senderista cumplirá 60 años en los próximos meses. Espera hacerlo como la mujer casada con Abimael Guzmán Reynoso. Condenada a cadena perpetua, en la cárcel dirige y organiza a las 300 senderistas recluidas en la sección de máxima seguridad del penal de Santa Mónica. Las hace hacer resúmenes de prensa de lo que pasa en el Perú y en el mundo, las insta a la danza (taller que dirige Maritza Garrido Lecca) y trata de convencerlas que la lucha armada que costara decenas de miles de muertos valió la pena. Este es el testimonio de una cabecilla terrorista para quien la palabra arrepentimiento no existe.


Está en su celda compartiendo una pollada. Una irónicamente risueña Elena Iparraguirre empieza la conversación reconociendo que su captura junto a la de Abimael Guzmán fue una “negligencia mayúscula”. O, según personal sospecha que no se calla, una traición de Oscar Ramírez Durand, alias Feliciano.

–¿Qué pasó luego de ser capturados?
–Quince días de aislamiento e incomunicación absoluta. Sensaciones de desconcierto, vacío e impotencia, acompañados de una búsqueda veloz de soluciones a la vida del partido y de la revolución. Sentirme agredida en lo más íntimo frente a la brutal presentación a la prensa, para lo cual te obligan por la fuerza y hasta contra tu justa resistencia a vestirte con un traje a rayas de presidiario.
–¿Estaba preparada para la cárcel?
–Me llevaron a la isla San Lorenzo. Me di cuenta porque olía a mar. Me enmarrocaron mis pies, colgaron los grilletes de mis muñecas a unas argollas pegadas a una pared por encima de mi cabeza. Mi estadía en San Lorenzo no la conocía ni el Comité Internacional de la Cruz Roja. Mi madre me cuenta que a diario iba a sus oficinas y le respondían ‘su hija está en un lugar desconocido’.
Era un lugar ófrico, vacío. Con paredes de cemento para que el frío le haga compañía al preso y un servicio con hueco en el piso, sin luces.
El agua la lanzaban por el hueco en el techo por tres minutos sin avisar, tiempo en que aprovechaba para guardarla en las ropas y refrescarme después.
Me prohibían cantar, silbar, hablar. Afuera los marinos eran o mudos o soeces. Me comporté como una comunista y formulé un plan de trabajo diario: gimnasia, análisis político, poesía a componer en mi cabeza, hice 17 poemas y les puse números. Bajé de 57 a 42 kilos.
Me alegré como si fuese Pascua cuando los marinos, al alcanzarme mi peine, distinguí al lado el de Abimael. El primer año de encierro fue el peor de todos.
–¿Cómo fueron los encuentros con Montesinos?
–El Estado peruano envió al doctor Vladimiro Montesinos como interlocutor académico, válido, se sobreentiende. No fuimos nosotros quienes lo escogimos. Con él desenvolvimos las conversaciones, pero nunca llegamos a suscribir ningún acuerdo de paz y es falso que hayamos salido a paseos en nave, chalupa o lancha. Al doctor Guzmán lo trasladaron bajo cubierta a la isla y lo regresaron sobre cubierta en jaula perseguido por dos patrulleros.
Todo el resto es cáscara, papel brilloso para ocultar la realidad. Sin abdicar de nuestra ideología pedimos conversaciones para llegar a un cese de fuego, una desmovilización del Ejército Guerrillero Popular (EGP) y del nuevo poder, manteniendo el partido para que actúe en las nuevas condiciones.
Las reuniones con Montesinos se desenvolvieron dentro de los términos en que se dan las relaciones diplomáticas entre estados o Instituciones contrapuestas. Cada uno con sus propios intereses y desde orillas opuestas de un río, con un objetivo común concebido por ellos como la pacificación. Para nosotros, como luchar por un acuerdo de paz.
De sus malas artes (de Montesinos) nosotros no tenemos por qué responder. Al menos hubo trato correcto, respeto mutuo y medida por medida.
–¿Sobre la masacre de Lucanamarca del 3 de abril de 1983, sienten arrepentimiento?
– Nos reafirmamos en lo dicho al respecto en la entrevista del siglo que dio Abimael Guzmán a “El diario” en 1987 (donde reivindica la masacre para que sirva de escarmiento a todas las demás comunidades campesinas).
Se desarrolló en sintesís una guerra civil. Y como el marxismo nos enseña, una guerra, una revolución, no puede evitar pasar por una potente guerra civil, que fue lo que hubo en el campo ayacuchano, apurimeño y huancavelicano, una guerra campesina que nadie puede negar. Por último, pregunto. ¿Por qué ocultan las matanzas feroces, crueles, inicuas del ingreso de las Fuerzas Armadas?

La Pedida de Mano

El año pasado, con la complicidad de la madre de Iparraguirre, Blanca Revoredo, Guzmán tramó en secreto pedirle la mano a su pareja durante los recesos del juicio. A Doña Blanca se le ocurrió a su futuro yerno entregarle su anillo matrimonial y el de su difunto esposo para que Abimael –sin que los guardias de seguridad se percataran– hiciera le pedida formal. Sucedió el 6 de octubre del 2006, en la Sala de Juzgado del Tribunal que dirige el magistrado Pablo Talavera en la Base Naval del Callao. En un receso del megajuicio el líder terrorista sacó un ramo de rosas rojas y amarillas (colores simbólicos de Sendero Luminoso) y le entregó el anillo a Elena. Con los demás miembros del partido de testigos, Guzmán citó a Karl Marx: “ La relación entre un hombre y una mujer es natural, discreta y necesaria”.
–¿Cómo decidió abandonar a sus dos hijos y su esposo Javier Verástegui?
–A medida que más me comprometía con la lucha revolucionaria, el equilibrio se fue resquebrajando hasta romperse. No era lo mismo llevar a los niños al colegio tomando tres microbuses de casa a la barriada que llevarlos a las marchas o mitines del SUTEP donde el rochabús nos mojaba a mares en pleno invierno, o la repre nos acosaba a bombazos lacrimógenos.
Un día en las casas de los obreros ubicadas en los arenales, mi hijita me dice “¡mami, aquí no hay piso, cárgame!”, Y estas frases me estremecían y presionaban.
Confieso que intenté diversas formas de cumplir con todo, pero no me dieron buenos resultados. Di mil vueltas al problema, no soy de tener cargos de conciencia, más bien analizo, sopeso varios aspectos. Eso me tomó bastante tiempo.
Opté por la ruptura definitiva, me rebelé contra el papel que esta sociedad le impone a la mujer: tener y educar a los hijos y trabajar para aportar a la producción social que sostiene un sistema injusto, me entregué a la brega por transformar tal sociedad.
Me até el corazón con mis tripas y salí sin voltear atrás a riesgo de convertirme en sal. Dije para mis adentros, cuando tomemos el poder volveré a mostrarles el mundo nuevo que construiremos los comunistas y el pueblo nuevo. La guerra les quito a su mamá.
–¿Se arrepiente de la lucha armada?
–(Con furia): Cometimos errores, pero valió la pena la revolución, porque el Estado peruano era una porquería y era la única manera de acabar con las diferencias. Nuestros seguidores fueron cerca de 70,000 personas a inicios de los años noventa; lo cual hizo imposible que pudiéramos manejar a todos los miembros que desataron el terror en Lima y los principales departamentos andinos con bombas, apagones y asesinatos selectivos a las más altas autoridades. Les enseñaron a usar armas antes de entender la ideología político-ideológica.
–¿ Qué quisiera que diga su lápida?
–Que por lo menos ayudé a desarrollar la conciencia política del pueblo más atrasado
–¿ Ayudar? ¿Y las decenas de miles de muertos?
–La única manera de llegar a Palacio (de gobierno) era a través de la lucha armada. La violencia era una necesidad. Nuestros blancos eran los poderosos, pero reconozco que todo se descontroló. Fue una cuota de la guerra.
Lo dice, con fuego en los ojos, una mujer en vísperas de casarse. (Paola Ugaz)

jueves, 27 de septiembre de 2012

Bolivia y el tratado con Chile


Nacional
Jueves 27 de septiembre del 2012. 

Chile responde a Bolivia: el tratado que define límites está "plenamente vigente"

Por Efe - Agencia - 27/09/2012


El ministro de Relaciones Exteriores de Chile, Alfredo Moreno. | Foto archivo  -   Efe Agencia
El ministro de Relaciones Exteriores de Chile, Alfredo Moreno. | Foto archivo - Efe Agencia
SANTIAGO DE CHILE 
El ministro de Relaciones Exteriores de Chile, Alfredo Moreno, afirmó hoy que el tratado con Bolivia está "plenamente vigente" en respuesta al presidente boliviano, Evo Morales, quién dijo en la ONU que Chile no puede prolongar un encierro geográfico "impuesto por la fuerza".
"Es un tratado plenamente válido y vigente, que tiene más de cien años de validez", declaró Moreno, según un comunicado difundido por la cancillería chilena.
El Tratado de Paz y Amistad de 1904 fijó los límites entre ambos países y la soberanía chilena sobre territorios que Bolivia perdió durante la Guerra del Pacífico, entre 1879 y 1884.
Eso supuso su pérdida de acceso al mar, un asunto que ha dificultado desde entonces los vínculos entre ambos países, que no tienen relaciones bilaterales a nivel de embajadores desde 1978.
Moreno desestimó las afirmaciones del mandatario boliviano en cuanto a que dicho documento es "injusto e incumplido" y agregó que "el diálogo" es el camino que deben seguir ambos países.
Morales dijo ayer en su intervención en los debates de 67 sesión de la Asamblea General de la ONU que "los tratados, como toda obra humana, pueden ser modificados".     
Emplazó de nuevo a Chile a "poner fin a un daño histórico" y al "enclaustramiento" de Bolivia mediante "un mecanismo de solución de controversias" y solicitó el acompañamiento de la comunidad internacional.
Las Malvinas "son para Argentina y el mar para Bolivia", afirmó en alusión a la disputa de su vecino suramericano con el Reino Unido por la soberanía de esas islas del Atlántico sur.
"¿Cómo podemos cambiar el mundo si no cambiamos Naciones Unidas, responsable del intervencionismo en varios continentes?", se preguntó Morales, quien se refirió al organismo como "Naciones Desunidas".
El jefe de la diplomacia chilena respondió a Moreno al señalar que el tratado de 1904 estableció derechos en favor de Bolivia, particularmente los de libre tránsito de mercancías (a través de la región norteña de Antofagasta) "que Chile ha cumplido absolutamente".
Moreno ha reiterado en varias oportunidades que dicho tratado ha establecido los límites en forma "muy clara" y los derechos que tiene Bolivia "y Chile los está cumpliendo en detalle".
A principios de junio, el presidente chileno, Sebastián Piñera, reiteró que su país "respetará siempre el tratado de 1904", que fijó los límites entre los dos países tras una guerra en el siglo XIX.
"Chile reitera una vez más que el derecho internacional y los tratados internacionales son la base de la convivencia pacífica y civilizada entre los países", recalcó.
Las relaciones entre Chile y Bolivia están suspendidas desde 1962, con un paréntesis entre 1975 y 1978, cuando fracasaron las negociaciones sobre una salida al mar para el país andino.

lunes, 24 de septiembre de 2012

La chilenización de Arica

La Estrella de Arica, 22-X-2000 
 
Desentrañando la Historia de Arica

"El patriotismo suele ser la valoración arbitraria de los bienes raíces por encima de los principios" (George Jean Natham)
 

La chilenización de Arica

En forma majadera he insistido que, desde el punto de vista geo-histórico y cultural, Arica pertenece al "mundo", ethos o "país" Circumtiticaca. Cuando los chilenos conquistaron este territorio en 1880, la mayor parte de la población era aymara y residía en lo que hoy no son más que pueblos reducidos a una mínima expresión republicana y a una paupérrima existencia.
El gran contacto que los aymaras tenían con el mundo occidental eran los curitas que vivían con ellos en el interior, directamente y también a través de la gestión económica de la iglesia, administrada por un fabriquero, ciudadano investido de tal cargo por el Obispo de Arequipa y responsable de la administración de la iglesia y de la gestión de los terrenos que ésta administraba. Además debía "propender a todo aquello que contribuya a la conservación de ciertas costumbres piadosas... Debe pues el Fabriquero no omitir esfuerzo alguno para la continuación de todas ellas y muy particularmente en que todos los años cumplan los fieles con las fiestas". Importante gestión aquella, la cual le entregaba al fabriquero armas para constituírse en líder comunitario, lo que para la autoridad chilena se hace intolerablemente evidente en la persona del fabriquero de la iglesia de Putre, Antonio Mollo (también llamado "El Principal", tal era su influencia). A principios del siglo XX, cuando las iglesias de la Región Arica dejaban de depender de los peruanos, este señor protagonizó "delitos escandalosos" en abierta rebeldía contra la autoridad civil chilena, apoyando las festividades religiosas aymaras y oponiéndose a la imposición de las chilenas. Pedro Humire de Socoroma y otros fabriqueros protagonizaron gestiones similares.
El Tratado de Ancón que selló la paz entre Chile y el Perú en 1883, dejó a Tacna y a Arica entre el río Sama y el río Camarones, bajo la administración chilena por 10 años. La nacionalidad de este territorio sería definida por un plebiscito que nunca se realizó porque, según se nos dice, Perú hizo saber en 1893 que sólo consideraría los votos de los ciudadanos peruanos. Hay razones para pensar que Chile habría perdido el plebiscito, pues por entonces Arica no quería ser chilena. Aún 30 años después del tratado, en 1917, el censo realizado por la autoridad chilena contabiliza a 3.067 personas, 44,6% peruanas, 29,3% chilenas y 26,1% bolivianas.
Desde la firma del Tratado de Ancón las autoridades chilenas trataron de "ganarse" a los ariqueños ordenando la vida civil y mejorando la educación. Pese a ello, los indios sufrieron con fuerza el cambio de nacionalidad y fueron descritos por un chileno importante como "pobre gente cuyo intelecto se eleva apenas sobre el de las alpacas". Si bien se les otorgó nacionalidad chilena sin mayor trámite a los indígenas nacidos después de 1880, las obligaciones de tal estado resultaron penosas desde muchos puntos de vista, pese a los beneficios de la mejor educación y administración de justicia. Entre otras cosas, en 1911 pasaron a bienes nacionales todas las tierras comunales que, a juicio de los funcionarios fiscales, no contaban con un título de propiedad, con la poco afortunada prohibición de utilizarlas para el milenario pastoreo sin un permiso explícito. Muchas de esas tierras fueron entregadas a funcionarios fiscales: "De las propiedades que no están ocupadas Ud. se servirá indicarme las personas, chilenas se entiende, a quienes se les puede entregar para su custodia y su cultivo". Esto ha creado un litigio que ha resurgido recientemente, como lo ha informado La Estrella de Arica, pues Chile se comprometió a respetar los títulos de dominio peruanos, lo que en la práctica no se habría cumplido según los lugareños.
Hasta 1910, cuando fueron expulsados por decreto todos los curitas que quedaban en el interior, éstos eran peruanos y predicaban los intereses de ellos y fueron obviamente hostilizados por el poder civil chileno. Nótese que desde entonces no hay sacerdotes católicos residentes en el interior.
Creada la vicaría castrense en 1911, los capellanes militares chilenos se encargan de la misión cristiana de estas latitudes y se transforman en gestores de la conscripción militar obligatoria, establecida por Ley en 1913,  a veces manifestando un abierto menosprecio por los indígenas ("La obra más duradera nuestra ha sido llegar al convencimiento del indígena, clavarles la idea, por medio de la repetición, martillando una y mil veces en la dura cabeza: alcohol, ¡veneno!; coca, ¡veneno!") y utilizando abusivamente su gestión sacerdotal con fines políticos: "Pero además de estas razones patrióticas y humanitarias, hay otras muy especiales para que cumplan con su deber de votar por Chile los nativos de esta provincia. Ellos, si nacieron después de 1880, son tan chilenos como los nacidos en cualquier otra parte del territorio nacional y todos los consideramos tan chilenos como nosotros mismos y creemos que, si uno de entre ellos no se considera chileno, ha de ser tenido por perjuro y por traidor. Y ¿quién ignora el estigma que señala a los perjuros y a los traidores? Sólo los que permanecen fieles a sus juramentos merecen llamarse hombres" . Incluso suspendieron por años la celebración de la Virgen de las Peñas, porque la patrona del ejército chileno era la Virgen del Carmen, mientras que la anterior era peruana y sólo se allegó por estos lares buscando fieles más cariñosos.
Pues así se siguió hasta que el arbitraje solicitado a los EE.UU. recomendó en 1925 hacer el plebiscito de una vez por todas. Las autoridades chilenas continuaron tranando de imponer la chilenidad a la usanza de la época,  a la vez que civiles chilenos ("mazorqueros") se organizaban en Ligas Patrióticas que hostigaban, amenazaban, acorralaban y asaltaban peruanos. Tal vez los peruanos protagonizaron canalladas, pero tenemos que ser honestos y aceptar que (tal vez, podría ser, a lo mejor y dicen que) los chilenos tampoco fuimos muy inocentes. Entre Arica e Iquique, las Ligas Patrióticas son responsables de la expulsión de más de 5.000 no-chilenos o casi-chilenos que habían hecho de esta tierra su Patria pues, como expresó Aristófanes, "El país de un hombre es aquel donde vive mejor".
El plebiscito nunca se llevó a cabo: se repartió salomónicamente el territorio en disputa en 1929. Parece que fue el Servicio Militar el principal gestor de la "chilenidad" del indígena ariqueño y de la "peruanidad" del de la sierra de más al norte.
En la pampa salitrera pasó algo similar con la "chilenidad", la cual sólo se estableció en Iquique después de la incalificable masacre de la escuela Santa María el 21 de diciembre de 1907. Para que vean cuán poca importancia se le daba a la nacionalidad en la pampa, han de saber que ese día los obreros "bolivianos" y "peruanos" se negaron a salir de la maldita escuela, pues ellos creían tener los derechos de sus hermanos chilenos. Rindiendo honores a la naturaleza trinacional del Tarapacà de entonces, terminaron acribillados igual que los nacidos en Chile. Supongo a quien dió la orden de abrir fuego le daba lo mismo: al fin de cuentas todos no eran más que tarapaqueños...



7 de junio 

http://peruanosactualidad-camav.blogspot.com/2011/12/la-invasion-de-lima-una-pesadilla-que.html




http://www.infoarica.loganmedia.com/renatoaguirre/13chilenizaciondearica1.htm

viernes, 14 de septiembre de 2012

Manuel Gonzàles Prada y su Tonel de Diògenes



Manuel Gonzàles Prada y su "Tonel de Diògenes" con temas vigentes. La situaciòn con Chile, que a pesar de los olvidos de los "mercaderes polìticos"sigue latiendo en los sentimientos de los irredentos, aquellos "arreados" por el invasor que anduvo y sigue robando, saqueando territorios, so pretexto de "civilizarlos"ya que  en su norte y al sur de la lejana Lima existìa el caos propio de las culturas ancestrales, siendo apremiante el cambio a travès de las armas, para adjudicarse las propiedades de peruanos y bolivianos.
Es cierto como lo dice Gonzàles Prada, no existe una sola cuestiòn -en su tiempo- Tacna y Arica, sino la cuestiòn Tacna, Arica, Iquique y Tarapacà, a lo cual las primeras vìctimas del pandillaje, fueron los tarapaqueños, que siguieron su lucha, sin el correspondiente apoyo de los "mercaderes polìticos" de la Lima de los virreyes, que hunden al paìs, por estar hambrientos de riquezas y poder.


Chile
     
Antes que el prusiano Bethmann-Hollweg tuviera el descaro de llamar a los tratados unas tiras de papel, Chile no les había concedido más importancia: ha carecido de franqueza para afirmarlo, pero no ha tenido reparo en practicarlo atribuyendo al Perú la mala voluntad de cumplirlos. No sabemos si el cinismo del alemán inspira más repugnancia que la hipocresía del chileno.
     
Como nuestro vencedor no ha cumplido con todas las cláusulas estipuladas en el Tratado de Ancón, ese tratado puede considerarse nulo: hasta cabe afirmar que Chile y el Perú se hallan en estado de guerra, en una mera suspensión de hostilidades. Los peruanos tendríamos derecho de atacar a los chilenos sin previa declaratoria de guerra. Y si, como se dice, alguno de nuestros mandatarios pensó en adquirir submarinos para hundir sorpresivamente a la escuadra chilena, ese mandatario habría encontrado la única solución de nuestras cuestiones con el tradicional enemigo del Sur.
     
Al circunscribir en sólo Tacna y Arica todos nuestros. problemas pendientes con Chile incurrimos en un gravísimo error. Debemos recordar al país que entre el vencedor y el vencido de 1879 no existe la sola cuestión Tacna y Arica, sino la cuestión Tacna, Arica, Iquique y Tarapacá. Las razones que tenemos para no ceder el Morro las tenemos para reclamar las salitreras.
     
Con Chile no vale razones: su conducta pasada nos anuncia su conducta venidera, que nunca se guiará por un espíritu de justicia, nunca procederá de buena fe con nosotros: su americanismo no pasa de un gastado recurso oratorio: tiende la mano al Perú con tal que el Perú le conceda cuanto quiere pedirle. Se sorprende o finge sorprenderse de que algún peruano guarde el recuerdo de las abominaciones cometidas en la guerra del 79.

MERCADERES POLITICOS

I

     
La proclamación de la Independencia en 1821, cuando los realistas subyugaban la mayor parte del territorio, no pasa de tina música inefable, por no decir un bluff continental. Nuestra emancipación no se debe a las frases de San Martín en Lima sino a las lanzas de Bolívar en Junín y a los fusiles de Sucre en Ayacucho. Después de 1821, los ejércitos reales dominaron dos veces en la capital. Sin embargo, esa proclamación romántica significa para nosotros un acontecimiento magno, como el ataque a la Bastilla para los franceses, como el 2 de mayo para los españoles.
     
Al conmemorar el 28 de julio, ocurre naturalmente la idea de ver lo realizado por nosotros durante los años de existencia libre. Se puede sintetizar en pocas líneas: hemos seguido una marcha diametralmente opuesta a la recorrida por la Naturaleza en la producción de los seres: la vida comenzó por los animales inferiores y vino a culminar en el hombre; nuestra evolución política empezó con los San Martín, los Bolívar, los Sucre, y vino a parar en un Benavides.

II

     
Como los usurpadores temen que los usurpados les obliguen a rendir cuentas, los gobiernos se afanan por mantener inermes a las naciones. Aceptan la militarización al estilo de Prusia, rechazan la miliciación a la manera de Suiza. La idea de muchedumbres armadas les aterra. Hombres con el rifle del soldado, pero sin haber sufrido la depresión moral de los cuarteles, constituyen una fuerza amenazadora: tienen algo de una tormenta con voluntad o de una avalancha con inteligencia. Los invasores mismos, aunque hayan desbaratado ejércitos poderosos en sangrientas batallas campales, suelen vacilar ante la resistencia de la población civil. De ahí las leyes bárbaras contra los franco-tiradores y la destrucción de las ciudades hostiles.
     
La liberación de un territorio por medio de la guerra puede originar la tiranía: el libertador, elevándose a la categoría de ídolo nacional, sufre el mareo de la ambición y sueña más de una vez en arroparse con el manto de César. Para las clases privilegiadas, el advenimiento del cesarismo no implica una amenaza; por el contrario, ellas miran en la implantación del régimen militar un freno a los amagos de reivindicaciones populares y una seguridad en el usufructo de los privilegios.
     
Pero esa misma liberación del territorio suele ocasionar el encumbramiento de las muchedumbres, quiere decir, una victoria de la democracia. Cuando un pueblo comienza por arrollar al extranjero, adquiere conciencia de su poder y fácilmente concluye por hacer justicia de sus opresores. Quien posee la fuerza realiza el derecho, "quien tiene hierro tiene pan".
     
Los ricos ven muchas veces menos daño en la victoria rápida del invasor que en el triunfo lento y gravoso de la causa nacional. Una batalla cuesta vidas; una resistencia de meses y años cuesta no sólo vidas, sino destrucción de las propiedades, pérdida del crédito. A la salvación de la patria, los burgueses acaudalados y los aristócratas prefieren la conservación de sus casas, de sus haciendas y de sus privilegios. Más le duele al rico perder su dinero que al pobre derramar su sangre.
     
La posesión de la riqueza origina el mismo estado sicológico en los poseedores, sea cual fuere su nacionalidad, resultando más analogía entre un mandarín y un landowner que entre el mismo landowner y un proletario inglés. Los ricos del mundo entero pertenecen a una sola patria: El Dorado; siguen una sola bandera: el negocio; y cuando blasonan de combatir por el bien de la Humanidad o por el triunfo de una idea, sólo defienden el tanto por ciento. Imaginarse que ellos fomenten las revoluciones radicales y patrocinen de buena fe la emancipación de los obreros es acariciar un sueño romántico y respirar el aire de otro planeta. Clases explotadoras favoreciendo a clases explotadas se igualarían con un absurdo biológico, estómagos digeriéndose a sí mismos.
     
Mas hay algo peor que los ricos: los hambrientos de riquezas, los políticos mercantiles o mercaderes políticos. Cuando esos hombres se adueñan del poder, hunden a las naciones: en la paz, con las finanzas; en las luchas internacionales, con los tratados. El Perú (la Cartago sin Aníbal) nos ofrece un ejemplo.

III

    
 Nuestros mercaderes políticos dilapidaron los bienes nacionales y convirtieron al Montecristo de Sudamérica en el mendigo de las bolsas europeas. Durante muchos años toda la ciencia infusa de los hacendistas criollos se redujo a saldar el déficit con préstamos concedidos por los consignatarios, préstamos que eran el mismo dinero fiscal dado con interés subido. Nuestra historia financiera (si por finanzas se entiende el pedir dinero para malversarle y no pagarle) se halla escrita en los libros de corredores y banqueros, más o menos judíos: ahí, en el haber, consta el precio de las conciencias nacionales. Nada o muy poco se benefició el país con el guano y el salitre. Según Billinghurst, la explotación de las guaneras desde 1841 hasta 1879, produjo cerca de ochocientos millones de soles; y de esa suma, solamente diez y ocho a veinte millones fueron invertidos en obras públicas. La riqueza nos sirvió de elemento corruptor, no de progreso material. La venta del guano, la celebración de los empréstitos, la construcción de ferrocarriles, la emisión de los billetes y la expropiación de las salitreras dan margen a los más escandalosos gatuperios. Los contratos con Dreyfus, Meiggs y Grace equivalieron a la celebración de grandes ferias donde figuraron como artículos de venta y cambalache, los diarios, los presidentes de la República, los Tribunales de Justicia, las Cámaras, los ministros de Estado, los cónsules y demás funcionarios públicos. Al ver que en pocos meses y hasta en pocos días algunos improvisaron riquezas fabulosas, cunde en todas las clases sociales el morboso deseo de enriquecerse: crece una verdadera neurosis metálica. Ningún medio de adquirir parece ilícito. Las gentes se habrían arrojado a un albañal, si en el fondo hubieran divisado un sol de oro. Los maridos venden a sus mujeres, los padres, a sus hijas, los hermanos a sus hermanas, etc. Meiggs tiene un serrallo en las clases dirigentes de Lima. No le faltan ni los eunucos.
     
Cegadas hoy las principales fuentes de la riqueza nacional y cerrado el ciclo de las vastas operaciones financieras, solamente quedan los negocios de menor cuantía, los mercados de poca monta, las sisas de cocinera, algo así como las sobras del festín, los desmenuzos del pastel, las raspaduras de la olla. A la dentellada de los grandes paquidermos sucede el mordisco de los pequeños roedores.
     
Algunos europeos se figuran que los latinoamericanos vivimos en una serie interminable de luchas heroicas por la libertad y el derecho. Otros se imaginan que sufrimos continuamente la opresión de bárbaros tan bárbaros como los emperadores de la decadencia romana. Salvo una que otra fiera guarecida en el Palacio de Gobierno, el Perú no ha contado sino mercaderes con espada o frac. Asaltar la presidencia pareció a los Benavides y congéneres medio más seguro de obtener dinero que terciarse un rifle y salir a los caminos. Verdad, tenemos un Chinchao, un Tebes, dos Santa Catalina, un Guayabo, un Pazul, un Napo, etc.; pero en nuestras contiendas civiles, más que brazos repartiendo la muerte, fuimos dedos arañándonos en el fondo de un saco.

IV

     
Si gracias a los políticos mercantiles nuestra vida normal se resume en el despilfarro y la bancarrota ¿se condensa en algo mejor durante las conflagraciones internacionales? Olvidemos Ingavi y el Portete, recordemos vergüenzas más cercanas.
     
En la guerra con Chile no imitamos a los holandeses de 1673 ni a los rusos de 1812: estábamos lejos de los hombres que anegaban territorios para cerrar el paso a los ejércitos de Luis XIV, de los que talaban campos y quemaban ciudades para matar de hambre y frío a las huestes de Napoleón. Los militares, los eternos succionadores de los jugos nacionales, los obligados a defender el país, ofrecen el mal ejemplo. ¿Qué hacen algunos de los jefes enviados al Sur para organizar la victoria? Hurtan los fondos destinados a la tropa, juegan, beben y agotan en brazos de mujerzuelas el vigor que deberían gastar en los campos de batalla. La responsabilidad inmensa no les modifica: permanecen los mismos, los que antes de la guerra vivían enriqueciéndose con plazas supuestas en los batallones, aprendiendo Táctica y Estrategia en las antesalas de los presidentes, ganando ascensos merced a la protección de faldas libidinosas, haciendo grotescas sediciones pretorianas y no sabiendo ni sostener a los amos, pues se dejaban derrotar por desordenados pelotones de montoneros. Así desaparecieron, con todos sus generales y todos sus coroneles, los "formidables ejércitos" de Echenique, Pezet, Prado y Cáceres.
     
Chile encuentra allanado el camino a la victoria y la conquista. El ejército peruano (si ejército se llama la aglomeración de indios semiconscientes arreados por jefes moralmente inferiores a ellos) no resiste el empuje de los batallones chilenos. Tampoco resiste la reserva o milicia compuesta de unidades intelectualmente superiores a los individuos de tropa. La ruina se consuma: todo se desploma en la sangre y el fango, a pesar de los heroísmos individuales y colectivos, porque si existen un Grau y un Bolognesi, no faltan indiadas que al rifle chileno oponen la honda y el rejón.
     
Que el país, sin buenos soldados ni guardias nacionales bien organizadas, estuviese a merced del enemigo tradicional, les importaba muy poco a nuestros mercaderes políticos. Sabían que, hundido el Perú, ellos salvarían del naufragio y saldrían a flote, con el talego en la mano. Si no ¿cuál de ellos muere en el campo de batalla? Los ajenos al peculado, los limpios de toda mancha, los puros, los inocentes en fin, ésos sirven de víctimas expiatorias, ésos escuchan la voz de llamada y caen bajo las balas chilenas. Cuando los políticos mercantiles no huyeron a tierras lejanas, llevándose el cofre de Harpagón, se quedaron para infundir el desaliento, desertarse de los reductos, sostener la conveniencia de la paz a todo trance, conglomerarse alrededor de Iglesias, defender el pacto de Montán y concluir el tratado de Ancón. Se quedaron también para vivir en relaciones íntimas con los incendiarios de Chorrillos yrepasadores de los reservistas heridos en Miraflores.
     
¿Hay algo tan oprobioso y nauseabundo como la actitud de Lima durante la ocupación chilena? Aquí no sopla una sola ráfaga del orgullo paraguayo; y se concibe: los envilecidos con la lluvia de oro no podían ennoblecerse con la derrota y la opresión. Se patentiza la acción deprimente de los mercaderes políticos. Hombres -y no del pueblo- estrechan la mano de los invasores, les sirven de satélites, empleados sumisos, espías, alguaciles, delatores, consejeros en la imposición de los cupos. Jóvenes decentes les pilotean en las casas de prostitución, cuando no les ofrecen en la familia propia lo que se vende en los prostíbulos. Mujeres de todo linaje les prodigan entrañables y fecundasmanifestaciones de cariño. Mientras el Perú sufre una crucifixión y sangra de Norte a Sur, las hembras de la capital se abrazan con los chilenos y engendran unos cuatro o cinco mil bastardos. Siguiendo el instinto del sexo, prefieren el vencedor al vencido, el valiente al cobarde. Merecen disculpa.
    
 En esto se resume la obra de nuestros mercaderes políticos.






DIARIO EL COMERCIO

     
Siempre hemos deseado que algún escritor de chispa y buen gusto fundara un Disparatorio Semanal, donde cada sábado señalara las necesidades y despropósitos almacenados en los diarios durante la semana. Ahí tendría su lugar preferente El Comercio con sus editoriales sin sentido común, sus telegramas sin gramática y sus crónicas sin gramática ni sentido común.
     
Sin embargo de todo esto, (qué ínfulas en los redactores de ese diario! En toda cuestión social o política, religiosa o científica, artística o literaria. El Comercio se encumbra hasta las inconmensurables alturas de su fatuidad y falla sin apelación, pontificalmente. Es el Papa del diarismo nacional, aunque no sabemos si ha sufrido la prueba de la silla gestatoria.
     
Por un rezago de pudor, El Comercio reconoce implícitamente su falta de razón para darse un título honroso y se llama "periódico serio y práctico": tradúzcase "serio" por imaginación de topo, "práctico" por hombre que escribe con una mano y recibe con las dos. El Comercio tiene el espíritu serio del asno que no pudiendo desarmarnos con un chiste ni con una sonrisa irónica nos ensordece con un rebuzno y nos derriba de una coz; posee el genio práctico, del gorrino que se instala en el mejor sitio del comedero, quiere engullir la ración ajena después de engullirse la propia y gruñe o muerde al primero que se le aproxima.
     
Hará unos cincuenta años que don Felipe Pardo y Aliaga llamó a El Comercio "un carretón de basuras tirado por dos mulas chilenas". Muertos Villota y Amunátegui (las dos "mulas" de Pardo) el diario continúa siendo el mismo vehículo repleto de la misma sustancia y jalado por algunos solípedos de nacionalidad ambigua. Lo prueban el asalto a La Idea Libre y los insultos dirigidos a sus adversarios: a Tassara le hieren con garras y dientes, sobre los adversarios descargan la basura.
     
Lejos ya de la caverna y del bosque, habiendo introducido en nuestros corazones el sentimiento de la piedad lo mismo que el respeto a la vida ajena, lo que hoy nos inspira más repugnancia y más horror es la supresión de una existencia. Una honra se repara con una retractación pública, un robo se remedia con una restitución; mas ¿cómo se devuelve una vida? Mal irremediable, el asesinato es el Peor de todos los crímenes.
     
En El Comercio, durante algunos años, "une cruauté morale et surnoise remplace la cruauté brutale et franche. La science d'endolorir les âmes succéde à celle de torturer les corps". (Paul Adam). Pero el día menos pensado, se examinaron, se reconocieron con instintos de fiera, creyeron encontrarse en la época prehistórica y se dijeron "(A operar!". Y en la imprenta de La Idea Libre operaron con la ferocidad y alevosía que todos sabemos. En El Comercio se ve la marcha ascendente del crimen: ayer mancharon honres con la difamación y calumnia; hoy quieren suprimir vidas con el palo: ¿usarán mañana el veneno, el puñal y la dinamita? Son una amenaza pública. Los antiguos romanos tenían la costumbre de poner en la puerta de sus casas un letrero que decía cave canem, cuidado con el perro; los peruanos debemos escribir en todas las paredes de las calles: "Ojo al asesino", "Cuidado con El Comercio".

     
El Comercio es el mal caballero abrumado por la reprobación general, es el reo condenado por la opinión pública: dejémosle revolcarse en el despecho y la rabia, emponzoñarse con su propio veneno. Ya no conviene insultarle ni denigrarle, porque al cubrirle de lodo se le hace el bien de disimularle la sangre. Rojo debe quedar para infundir el horror y el desprecio en todas las gentes honradas.