martes, 20 de febrero de 2024

Alberto Hidalgo Lobato, representante del vanguardismo

 

<<Yo soy un iconoclasta, los ídolos me revientan, me gustaría mientras los demás se prosternan – es decir, mientras los demás se arrodillan-, me gustaría poder romper a pedradas la cabeza de Dios. Para mí -dice Hidalgo– no hay nada respetable, ni la religión ni la patria, ni siquiera la madre de uno. Si tengo alguna consideración por mí mismo. Es precisamente por esto, porque soy uno de los hombres que han sido más insultados y son más discutidos y negados. El día que yo sea un hombre de respeto, ese día me destapo la cabeza de un balazo.>>


Alberto Hidalgo Lobato, el genio del desprecio, sobre el APRA

 


Alberto Hidalgo y el APRA: Un incidente de 1960

Por Álvaro Sarco
https://alvarosarco.blogspot.com/2010/08/alberto-hidalgo-y-el-apra-un-incidente.html#more

Entre los numerosos hechos del poeta y escritor Alberto Hidalgo (Arequipa, 1897 - Buenos Aires, 1967) resalta el acaecido en 1960. Como se sabe, el vate arequipeño residió en Buenos Aires desde inicios de la década del veinte en un “autoexilio” que habría respondido, básicamente, a los influyentes enemigos que cosechó por estos lares a raíz de sus libelos, y a su inquieto carácter vanguardista que buscó ciudades con mayor movimiento literario. Pocas veces retornó al Perú. Una de esas escasas visitas fue en 1931 y tuvo un carácter político:
He militado en el aprismo desde el año 1930 en que, habiéndonos encontrado con Víctor R. Haya de la Torre, en Berlín, me invitó, dadas nuestras ideas y aspiraciones comunes -justicia social, antiimperialismo, defensa permanente de la libertad y la dignidad humanas, estimación de la llamada América Latina como una sola nación de veinte estados, revalidación del nacionalismo basado en la sangre, el destino y la cultura incaica, etc.- a incorporarme al movimiento iniciado por él con el nombre de APRA y el cual se aprestaba a dar su primera batalla electoral en los comicios de 1931, en los que el partido, por expresas indicaciones de Haya de la Torre, me proclamó su candidato a una de las diputaciones por Arequipa.[1] 

Alberto Hidalgo no logró hacerse de la diputación por Arequipa y regresó a Buenos Aires sin alejarse de su militancia aprista.[2] En 1947 retornaría al Perú, “…mas no con fines políticos -refirió- sino exclusivamente familiares…”. Con todo, en esa oportunidad es recibido calurosamente por los militantes apristas, en circunstancias en que se aproximaba el odriísmo. La participación del partido aprista en una serie de sucesos de la escena política peruana -deshonrosa y claudicante, según la opinión de Hidalgo- lo alejó cada vez más de aquel partido. Su definitiva renuncia vino en 1954 con su folleto ¿Por qué renuncié al Apra? En tal documento expone una larga serie de razones y hechos -que lo impulsaron a su alejamiento- y en los que no abundaré. A manera de síntesis puede citarse:

Mas he aquí llegado el momento de expresar el motivo principal de mi dimisión. En los primeros meses del año actual tuve la desgracia (¡cuánto hubiese dado por seguir ignorando la verdad!) de recibir confidencias, o, más bien, demostraciones de jactancia, de torpe jactancia, según las cuales sería verdad que los crímenes atribuidos al Aprismo fueron en efecto cometidos con el asentimiento en unos casos, la complacencia en otros y por orden o inspiración del jefe del partido en unos más (…) Esta práctica del homicidio como medio de acción política no habría sido nueva en el Apra sino antigua y sistemática: no habría sido fruto de una inmediata reacción -quizá no justificable, pero sí explicable- ante la importancia de luchar contra factores adversos, sino el efecto de una concepción criminal de la política al servicio de individuos ansiosos de conquistar el poder , aunque sea valiéndose del terror y de la muerte (…) Nadie puede, por lo tanto, discutir mi derecho a alejarme de una agrupación en la que mi permanencia podría tener ya el carácter de una complicidad (…) Me voy a casa, para quedarme probablemente solo, no para alquilarme como algunos ni traicionar como otros y sí para refugiarme en mi vocación de pobre y en mi destino de poesía (…) Contrariamente a lo que podría pensarse, no creo yo que Haya de la Torre sea un asesino, ni siquiera en estado potencial. Es, más bien, un hombre propenso a la solidaridad con el dolor ajeno, dueño de no pocas virtudes, nunca acosado por el prurito de enriquecimiento ilícito, dotado de un talento de veras excepcional, sólo que desviado de su verdadero camino pues tengo para mí que, si en vez de dedicarse a la política se hubiera consagrado a la literatura o al arte, habría sido un triunfador, hubiera llegado a ser uno de los más grandes escritores, pintores o músicos de nuestro tiempo. Quiso ser político, y éste ha sido el mayor de sus errores. Porque para el ejercicio de esta carrera se haya inhabilitado -recién ahora lo comprendo- por el mal que padece, posiblemente congénito, que trastorna su mente, deforma o anula sus cualidades morales y lo convierte en instrumento protervo de las peores pasiones y los más execrables apetitos: la inversión sexual (…) Un político, un hombre de gobierno, animado de las mejores intenciones pero atenaceado por una incontrolada pasión sexual, puede transformarse en juguete de esa pasión, y así sabemos que algunos políticos eminentes, que se habían prefijado una conducta recta, sacrificaron ciegamente su destino de gloria ante el altar de una satisfacción amorosa o lúbrica (…) En el caso del político sodomita tales términos se agudizan, por lo mismo que se ve obligado a moverse dentro de una incómoda duplicidad existencial: su actuación pública debe aparecer lo más honorable posible, mientras su lascivia se desenvuelve en el marco de la abyección física, biológica y fisiológica. La consecución primero y la conservación después de un padrillo joven y vigoroso pueden ocasionar la quiebra de la conducta civil, el sacrificio de los principios, la enajenación de los intereses nacionales.[3] 
Obviamente, los señalamientos de Alberto Hidalgo lo convirtieron sino en el principal, en uno de los más notorios enemigos del aprismo. Ello, por cierto, no debió arredrar al poeta y escritor arequipeño dado su contumaz carácter beligerante. Por el contrario, al reconocerse (y en efecto lo fue) un libelista de elevados quilates,[4]  y considerando su convicción de que tales “denuncias” correspondían a la verdad, embistió con mayor rudeza contra el líder aprista, Víctor Raúl Haya de la Torre, en su poemario de corte libelista Odas en contra (1958):      
Víctor Raúl, diente de Hutchinson
Haya de la Torre, disimulado labio leporino
Siempre jurando una pureza pero entregándote a un padrillo

Demoraste por cuántos años no se sabe la revolución en el Perú
Has malogrado a dos generaciones
Has hecho que cayera desde sus esperanzas hasta el piso
Al pueblo que dio crédito a tu voz y magnitud a tus ovarios
Pactaste con la clase algodominerazucarera
Te bajaste los vagos pantalones ante las señas del imperialismo
Los calzoncillos con encaje en los enredos de la oligarquía
Y no por oros más o menos sino porque tus actos se acomodan
al ritmo de tus desórdenes menstruales

No ceñirá la banda presidencial tu pecho[5]
Y si la ciñe será sin silla gestatoria
Y para escarnio del Perú que así tendría su papisa

Hasta el perdón tienes perdido
Porque engañar a las masas desde el llano es peor que
                                                    engañarlas desde arriba
Las has dejado huérfanas, alérgicas a todo conductor
Y ya acaso por lustros no creerán en nadie, en nada
Por eso te maldigo

Oh qué pena la vez que me dijiste que yo no te era “indiferente”
Y yo te conjuré para la búsqueda de un másculo destino
Y juraste con lágrimas ser hombre
Poco después y cuando más la patria confiaba en tu épica palabra
Bifurcaste tu esfínter entre los cactus de las sombras
Los intereses nacionales entre las sodomías del aprismo

Te deseo una muerte a pedacitos
En que vayas perdiendo miembro a miembro parte a parte
Con epilépticas ladillas en tu bolsa engrampadas inexorablemente
En esa tu talaga testicular toda vacía
Y oxiuros picoteando en las infundibuliformidades de tu poto
Que es por donde te gusta y donde pecas[6]
El martes 9 de febrero de 1960, Alberto Hidalgo retornó al Perú en un avión de la Fuerza Aérea Argentina. Arribó al antiguo aeropuerto de Limatambo acompañado de su esposa, María Elisa Dearma de Hidalgo, y fue cordialmente recibido por escritores, periodistas, el editor Juan Mejía Baca, además del Agregado Cultural de la Embajada Argentina, Javier Fernández. La editorial de Juan Mejía Baca acababa de editar el poemario del arequipeño Biografía de Yomismo (1960), pero su “visita” al país no respondía -como principal finalidad- a la presentación de su libro y/o el ofrecer recitales. Hidalgo informó a la prensa:
Vengo al Perú a visitar mi tierra, Arequipa, que acaba de recibir uno de los golpes más rudos de su historia. Sé que, prácticamente, está destruída. Es natural que quiera ver cómo han quedado mi familia y mi casa. Ojalá que las huellas dejadas por el terremoto del 13 de enero último, restañen pronto y vuelva Arequipa a ser lo que siempre ha sido y significado para el Perú (…) De momento no tengo ningún libro en preparación, si bien vivo de ellos. Es mi propósito volver a editar alguno de ellos, pero aún no sé si aquí o en Buenos Aires. Depende del editor.[7]  
Por lo demás, es necesario recordar que durante esta visita de Hidalgo gobernaba Manuel Prado y Ugarteche[8]  para el período de 1956-1962. Había llegado al gobierno derrotando en última instancia a Hernando de Lavalle, a Fernando Belaúnde Terry, y con el apoyo del Apra. Este último partido había recibido el ofrecimiento de Prado de llevarlo a la “legitimidad” (se hallaba fuera de la ley desde el golpe militar de M. A. Odría de 1948). Con el inicio del gobierno de Prado y el soporte del Apra empezó, también, un gobierno conocido peyorativamente como el de “la convivencia”, y que terminaría con el golpe militar del 18 de julio de 1962 acaudillado por el General Ricardo Pérez Godoy. Lo anterior proporciona mayores luces con respecto a la posición política que Hidalgo mantenía por entonces, y hecha pública en Buenos Aires a través del folleto Manifiesto al pueblo peruano (1959). En él, Alberto Hidalgo expresaba que el llamado régimen de “la convivencia” era un engaño contra el pueblo. Según Hidalgo, tras esa convivencia que en apariencia buscaba el loable reencuentro del país con los peruanos perseguidos (los apristas), se ocultaba en realidad “la claudicación con la plutocracia, la repartija de puestos en la administración pública y en el servicio diplomático, entre quienes fueron sus gestores”.
Siguiendo el periplo de Alberto Hidalgo durante su visita de 1960, cabe recordar que alrededor del mediodía del 10 de febrero de aquel año, recibió un homenaje (promovido por los estudiantes) en el salón de grados de la Facultad de Letras de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos:
Hidalgo llegó acompañado del Decano de la Facultad de Letras, doctor Luis E. Valcárcel, de Ciro AlegríaEnrique López Albújar, el Presidente de la FUSM Alberto Campos Lama y otros dirigentes y luego ocupó el estrado de honor.
Se inició la actuación con las palabras del Presidente de la Federación Universitaria de San Marcos, Alberto Campos Lama; y acto seguido, efectuó la presentación del poeta el Decano doctor Valcárcel.
Luego usó de la palabra el poeta Alberto Hidalgo, quien dijo: “Esto francamente no me lo esperaba, es demasiado para mí, que soy un hombre enamorado de la soledad. Cuando se me anunció la realización de este acto pensé que se trataría de un acontecimiento familiar, por medio del cual los estudiantes, mis colegas, querían saludar y ver de cerca a un poeta, de quien se habla en todo el mundo, pero a quien se ve poco felizmente”.
Más adelante Alberto Hidalgo manifestó “por las caras que veo, por los latidos que siento, por las palabras pronunciadas, por los sentimientos de ustedes que llegan hasta mí, me doy cuenta que quieren echar sobre mis hombros una responsabilidad tremenda de orden político y social, y, yo no voy a rehuir esta responsabilidad, quiero tener el honor de asumirla”.
“Nuestro país –continuó diciendo- vive quizá los momentos más trágicos de su historia, sometido a un régimen político social no de ahora sino de hace 40 años, que lo ha detenido en su progreso. Hace pocas semanas apareció aquí, un libro mío, editado por Mejía Baca, en el cual declaro, que es el último libro de poemas que escribo en mi vida; muchas personas me han escrito para que no haga abandono de la poesía. Yo ratifico esa afirmación, pero el verdadero móvil, no es porque considere que la poesía no tiene ya nada qué decir, sino que habiendo vivido tanto tiempo en el extranjero, y, con esporádicas incursiones en política, quiero dedicar el resto de mi vida a las causas populares, a las causas nacionales, a las causas peruanas”.
Continuando con su disertación el poeta Alberto Hidalgo, expresó: “Lo hago y lo haré, sin perseguir interés personal alguno; nada quiero para mí, nada necesitan mis años y mi pobreza. Mi precio y mi dicha, están en la dicha de mi país. No se repetirá conmigo –dijo- el caso de Haya de la Torre, quien desde que tiene uso de razón, está buscando empleo que no se le dará nunca, el empleo de la Presidencia de la República. Como no ha podido conseguir esto, ha inventado la manera de vivir sin trabajar, yo no sé cómo, pero sí sé. Ese caso no se repetirá conmigo, no quiero asumir jefaturas de ningún movimiento, que los jefes salgan solos, y juntos emprenderemos una insurrección electoral, porque en el Perú se da el caso de que el pueblo ha elegido legalmente unas veces y fraudulentas otras, a sus gobernantes, y, a causa de esto ha fracasado porque ha elegido personas no salidas de sus filas”.
Luego habló de que en el Código Penal Común, se debía crear el delito de la criminalidad económica, diciendo “es un crimen agravar la situación del pueblo y mejorar la condición de la oligarquía; es un crimen entregar los bienes nacionales como el petróleo y otros bienes”.
Al término de su disertación, el poeta Alberto Hidalgo fue calurosamente aplaudido.
[9)

 


Notas  

[1] Alberto Hidalgo. De muertos, heridos y contusos. Libelos de Alberto Hidalgo. Editores: David Ballardo, Walter Sanseviero, Álvaro Sarco. Prólogo: Fernando Iwasaki. Epílogo: Álvaro Sarco. Sur Librería Anticuaria. Lima-2004, pp. 109-110.
[2] Al regresar Alberto Hidalgo en 1931 al Perú como militante del Apra “en el puerto del Callao es recibido por Seoane, Cox, Magda Portal, Núñez, en plena vigencia del sanchecerrismo. Alcanzó a dar un discurso en la plaza de armas de Arequipa como parte de la campaña electoral, pero a pesar de su nombradía de prestigiado escritor, no logró acumular los votos necesarios”. Alberto Hidalgo. Antología Poética. Arequipa-1997. UNSALIBROS EL PUEBLO/4, p. 342.
[3] Ver Alberto Hidalgo, De muertos, heridos y contusos. Libelos de Alberto Hidalgo, pp. 113, 115, 122, 124-125-126, 129.
[4] “Aparte de mi condición de poeta, o sea de varón consagrado a descubrir las correspondencias secretas de las cosas, a re crear las palabras violentándolas por la vía de la catacresis, aparte de eso que es la función primaria y esencial de mi vida, soy sin duda un libelista nato. Paralelamente con mis pininos literarios, empecé desde muchacho a vociferar a voz en cuello contra las injusticias sociales, contra las iniquidades de los hombres. Mucha gente reconoció desde temprano en mí los atributos máximos del brulotista excelso. Ya en 1921, Enrique González Martínez me comparaba con León Bloy, ese “empresario de demoliciones”. Alguien me llamó después “el Lautreamont criollo” y hasta el propio canallita de Luis Alberto Chánchez, dijo, y creo que lo escribió, en ocasión de mi filípica contra Sánchez Cerro, que yo era “el más grande panfletario de la lengua castellana”. Como esas páginas las han superado en medida grande estos poemas, imagino que el marrano limeño no tendrá inconveniente en extender mi mayorazgo a todos los tiempos y todos lo s idiomas”. Alberto Hidalgo. Odas en contra. Editorial “Tinta de fuego”. París, 1958, p. 9.
[5] Esta especie de “maldición” de Hidalgo efectivamente se concretó. A pesar de los denodados esfuerzos del líder aprista, éste nunca llegó a la presidencia del Perú.
[6] Ver Alberto Hidalgo. Odas en contra, pp. 85-87.
[7] Diario El Comercio. Edición de la mañana. Lima, miércoles 10 de febrero de 1960, p. 5.
[8] Hijo del general Mariano Ignacio Prado, Presidente del Perú al iniciarse la guerra del Pacífico. La actuación de tal mandatario durante 1879 (luego sería “relevado” por Piérola) ha sido motivo de amplia controversia histórica. El Doctor Jenaro E. Herrera enjuició así al general Mariano Ignacio Prado: “La guerra [contra Chile] sorprendió al Perú, cuando este país se encontraba profundamente dividido, con partidos políticos personalistas que se profesaban mutuamente odios implacables e irreconciliables; sin escuadra, sin armamentos de precisión, sin artillería de retrocarga, sin ametralladoras, sin equipo, sin parques, sin recursos pecuniarios abundantes, sin organización militar; y lo que es más lamentable todavía, sin tener al frente de su gobierno un hábil administrador, que, con talento y actividad febril, se pusiese a la altura de la difícil situación por la que atravesaba la República y tratara de conjurarla, o al menos de aliviarla, por cuantos medios fueran imaginables o posibles.
El General Prado, creyó, sin duda, de buena fé que las relaciones de parentesco espiritual y buena amistad que tenía con el Presidente de Chile, Aníbal Pinto, harían dulcificar un tanto la situación y atenuar para el Perú los males y calamidades propias de la guerra, en cuyo estado nos hallábamos envueltos, desgraciadamente; y como en el conflicto bélico con España en 1866, había tenido relativa buena suerte para dominarlo, de aquí que creyese que la misma buena suerte lo seguiría favoreciendo en esta vez en el terrible trance en que el Perú ahora se hallaba, sin tener siquiera, en 1879 el Ministerio político que tuvo en aquel entonces y él los bríos y energías de la mocedad; y sin tener en cuenta tampoco, que la suerte no es constante, que ella es veleidosa de suyo; y más que todo la diferencia sustancial de adversarios que ahora teníamos, pues los gentiles y nobles españoles de otra época, habían sido reemplazados con gente cruel y sanguinaria [los chilenos], implacable en sus odios e innoble en sus acciones; ni que éstos, de una manera perseverante y encubierta, durante siete años consecutivos, se habían preparado artera y pacientemente para la guerra; empresa en la que se embarcaron, rifando su suerte y su porvenir, con todas las probabilidades del éxito.
De aquí que desde el principio no hubiera un perfecto plan de defensa, así para la guerra marítima como para la terrestre ni que se diera al país la organización militar conveniente, compatible con su azarosa situación, por la que la nación atravesaba y los exiguos recursos económicos de que ella disponía.
Así, se dejó correr lastimosamente el tiempo, sin desplegar esa actividad nerviosa y febril, que el caso requería y es propia de las grandes crisis por la que pasa la vida de los pueblos; y así vemos, que entre la fecha de la declaratoria de guerra, que fué el 5 de abril de 1879; y la de la salida del Presidente Prado para el Sur, que fué el 16 de mayo del mismo año 79, habían trascurrido 41 largos días, sin mayor movimiento ni actividad, y además se cometieron otros errores, aún más graves, como el de la repatriación de los chilenos residentes en el Perú a su propio país, que fueron algunos miles de soldados expertos, aclimatados y conocedores del medio físico nuestro, que se les envió cuando precisamente aquéllos más los necesitaban; que conocían palmo a palmo nuestro territorio y que tanto daño nos hicieron en el ejercicio mismo de las hostilidades marítimas o terrestres, durante el quinquenio de lucha que ella duró (…). Y el viaje que el General Prado, después de su regreso del Sur, emprendió el 18 de Diciembre de 1879, a Europa con el pretexto especioso de ír allí a comprar buques y elementos bélicos de todo linaje, que nos faltaban, tuvo todas las trazas de una verdadera fuga en campaña, por el modo y forma como se llevó a cabo; porque a nadie se le había ocurrido, en la condición de dirigente, hasta aquí, el hacerlo, que para eso, todos los gobiernos nombran comisiones ad-hoc y nunca van ellos personalmente a verificar por sí mismos esas compras; y también, porque jamás dio cuenta, con posterioridad, del desempeño de ese cometido, ni se vió tampoco, en tiempo alguno, los resultados de ese viaje sea en buques o pertrechos de guerra, o sea en parques, armamentos y provisiones”. (Jenaro E. Herrera: La Universidad Mayor de San Marcos y la Guerra del Pacífico. 5 de abril de 1879 – 23 de octubre de 1883. SAN MARTI y Cía. IMPRESORES. Lima, 1929, pp. 73-74-75, 81). 
[9] Diario El Comercio. Edición de la mañana. Lima, jueves 11 de febrero de 1960, p. 5.
                                                                                        

Guerra del Pacìfico 1879, Alfonso Ugarte Vernal, Arica 7 de junio 1880


La muerte de Alfonso Ugarte según Dionisio Vildoso

Por Álvaro Sarco

https://alvarosarco.blogspot.com/2010/09/la-muerte-de-alfonso-ugarte-segun.html



Ningún parte de guerra sobre la Batalla de Arica menciona los pormenores de la muerte del Coronel Alfonso Ugarte. Así, la imagen de Ugarte lanzándose del Morro envuelto en la bandera peruana, la habría tejido sólo cierta leyenda popular o ulteriores remembranzas de variada fuente.

Pero hay una importante indicio ignorado o soslayado. Es el testimonio del Subteniente Dionisio Vildoso, trágico actor y espectador de tales hechos. Este patriota dejó un pormenorizado y vivo relato de la Batalla de Arica. En él se confirma plenamente las circunstancias de la muerte de Ugarte tal y como tradicionalmente se ha sostenido.

A continuación se reproducirá íntegramente el testimonio de Vildoso. La fuente puede encontrarse en el Centro de Estudios Histórico Militares del Perú (Archivo Rubén Vargas Ugarte); a disposición de quien desee confirmar la autenticidad del mismo.

Sobre Dionisio Vildoso existe una semblanza recopilada por Darwin Zarria de la obra "La Batalla de Arica" de Gerardo Vargas Hurtado, edición de 1921. Ella importa por la confirmación de las virtudes que adornaron a Vildoso, las mismas que le confieren credibilidad a su aludido testimonio.
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 SUBTTE DIONISIO VILDOSO

 Del Batallón "Granaderos de Tacna"

Hé aquí uno de los pocos sobrevivientes de Arica, cuya honrosa hoja de servicios es digna de ser conocida por quienes sentimos admiración y gratitud por los que se sacrificaron en defensa de la integridad nacional en la guerra con Chile.

Vildoso es, en efecto, uno de los pocos sobrevivientes que pelearon en el Morro de Arica, guiados por la espada de Bolognesi.

Cuando Chile nos arrastró a la guerra, Vildoso se hallaba en la Escuela de Clases de esta capital, dedicado al estudio de la carrera de las armas, por la que desde niño sintió vocación. Era, por entonces, jefe de este establecimiento el coronel don José Basso.

Después prestó sus servicios en el batallón Cazadores de la Guardia número 7, bajo las órdenes de los coroneles Alejandro Herrera y E. Bustamante, este último muerto gloriosamente en Arica el 7 de junio de 1880.

Pabellón peruano que flameó en Arica
Tacneño de nacimiento, Vildoso perteneció a la plana mayor del batallón Artesanos de Tacna, habiendo sido ascendido a la clase de subteniente pocos días antes del asalto de la plaza, en premio de sus relevantes servicios y competencia militar; pues era uno de los pocos soldados de línea que formaban en ese cuerpo, del que fueron dignos jefes el coronel don Marcelino Varela y el comandante don Francisco Chocano, el último de los cuales tomó el mando del batallón en la retirada de la batería del Este hacia el Morro, por haber caído gravemente herido el coronel Varela.

Vildoso peleó en las distintas etapas del combate, desde la retirada del "Este" hasta el "Cerro Gordo" y el Morro, donde cayó prisionero, salvando la vida milagrosamente en la carnicería de heridos y prisioneros a que se dedicaron los asaltantes.

De regreso de San Bernardo, se estableció en Arica como comerciante.

En este puerto gozó de estimación general; contribuyó a la fundación de la patriótica Sociedad Peruana de Beneficencia, de la que fué tesorero en los períodos presidenciales de los señores José Rey, José Ricardo Cornejo y Gustavo N. Pescetto.

Después se radicó en Mejillones (puerto vecino a Antofagasta), donde, como en Arica, gozó de prestigio social y comercial, y de donde acaba de ser arrojado por 105 desperuanizadores, para venir a respirar en la capital de nuestra patria los saturados efluvios de la libertad.
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Testimomio del Subtte. Dionisio Vildoso sobre la Batalla de Arica





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Transcripción del testimonio de Dionisio Vildoso sobre la Batalla de Arica [1]

"Día memorable el 7 de Junio de 1880.

A la una de la mañana llega el jefe de día, coronel Marcelino Varela a la primera batería del este cerro gordo yendo a decir a los capitanes que en esta madrugada era el asalto. Él como jefe del Batallón de Artesanos de Tacna N° 27 guerra el que guarnecía la batería dio órdenes que tres compañías quedaran adentro, 1°, 2°, 3° y 4°, 5°, 6° salieran afuera para impedir que se nos encorralara. Una vez afuera las tres compañías nos desplegamos en guerrilla desde la puerta de la batería hasta el primer parapeto que queda entre el fuerte y cerro gordo y quedamos cada uno en su puesto esperando al enemigo.
El enemigo apareció entre oscuro y claro, más oscuro. En este momento rompen los fuegos los centinelas perdidos y se generalizó en las dos baterías. En un principio no nos hacían daño porque nosotros quedábamos en altura y nosotros en cambio les hacíamos muchas bajas y en estos momentos se nos viene un jefe chileno a caballo y lo vi desaparecer muy pronto. Él y el caballo después supe que era el comandante del 1° de línea San Martín. Conforme iba aclarando nos principiaron a hacer muchas bajas en nuestras filas y nosotros principiamos a retirarnos al primer parapeto de la coronación del cerro gordo, que también había otra trinchera a que nos sostenimos bastante rato. Ya íbamos quedando muy pocos, en esto llegan los coroneles Manuel C. de la Torre y el jefe de la plaza coronel Francisco Bolognesi y nos dicen hijos un momento más un momento más, y se dirigieron a una casucha que está al lado del parapeto donde estaban los aparatos de las minas. En esos momentos toman la primera trinchera que habíamos dejado la toman los chilenos, y también salen de la casucha los coroneles Francisco Bolognesi y de la Torre y nos dice hijos estamos perdidos no dan fuego las minas, y nos retirábamos para el morro. Bajábamos cerro gordo cuando subían refuerzos, parte del Batallón Iquique y parte del Batallón Tarapacá. Al mando del jefe de la 7ª división Alfonso Ugarte y el comandante Sáenz Peña, y el comandante Carrego. En este lugar nos unimos y seguimos haciendo fuego en retirada al morro para tomar posición del parapeto que está a la entrada del morro. Nos reconcentrábamos todos los jefes y tropa. Aquí se hizo el último esfuerzo, y aquí vi de muerto al coronel Ramón Zavala, y herido así vi al 1° jefe Marcelino Varela. En este grupo estaba el coronel Alfonso Ugarte que llegó momentos antes con su división a protegernos, de ahí nos retirábamos los pocos que quedábamos al centro del morro siempre haciendo fuego. Los chilenos avanzaban por ambos costados de cerro gordo y por la coronación del mismo. Llegamos al plano donde estaban los cañones. Yo llegué al mismo borde del morro y retrocedí inmediatamente al ver el abismo que no se veía más que el mar. Regresé a donde estaban los estanques de agua. De ahí veía detrás a mis compañeros al cuartel de los artilleros en compactos porque los chilenos venían muy cerca haciendo descargas cerradas al cuartel. En este momento dice un sargento de mi Batallón Fabio Corrales, primero, Vildoso el mayor Blondel está herido en el asta de la bandera. Me fui a verlo y era cierto. Lo vi de que estaba abrazado del asta y herido no pude prestarle auxilio porque este momento nos cruzaron los chilenos que venían haciendo una tremenda gritería y sigue la carnicería en el cuartel. En este momento aparece el coronel Alfonso Ugarte en su caballo con una bandera peruana gritando muchachos Viva el Perú y echaba las espuelas a su caballo y desaparece en el abismo. Mi compañero ya estaba herido y a mí me dieron un culatazo para hacerme botar el rifle y quedé prisionero desde este momento. Los chilenos seguían matando a los que se dentraron al cuartel y corría sangre por debajo del entablado porque el piso queda en alta. En esto llega el Coronel Manuel C. de la Torre a la plataforma de los cañones y lo veo que hace una maniobra y hace volar uno de los mejores cañones. En eso llega un oficial chileno, habla con el coronel y le dice que ya ha concluido y hasta cuándo siguen matando y gritando mueran los cholos. Unos cuantos minutos más empiezan a juntar los pocos que había por distintas partes y los que quedaban con vida en el cuartel, y nos hacen formar en hilera de a dos delante del cuartel. Yo calculo que habríamos entre todos 40 oficiales y tropa y nos hacen desfilar para la parte del sur. Ya sabíamos que era para fusilarnos porque ya sabíamos desde días antes que no teníamos cuartel.
Ya marchábamos por frente del cuartel y llegábamos a los cuartos de los oficiales. Veo con sorpresa a nuestro jefe de la plaza Coronel Francisco Bolognesi muerto y sin ropa exterior caído de espaldas, con un balazo en el pecho y el cráneo destrozado desde la parte de la ceja. Calculo yo que esta herida ha sido después de caído con la culata de rifle porque las dos bolsitas de los sesos estaban a 12 pulgadas de distancia del cráneo y estaban enteritas las dos bolsitas. Ahí mismo otra sorpresa. De un cuarto de los oficiales sale uno de los soldados chilenos con una caja de cartón bien grande y tira por encima del cadáver del coronel Bolognesi. Se destrozó la caja y se vacía un estandarte peruano nuevo, sin estrenar el estandarte. En ese momento el sol estaba en su apogeo y llegó a brillar. Yo vertí unas lágrimas muy tristes. Seguíamos la marcha para recibir el último premio por haber cumplido con nuestro deber con nuestra Patria. Nos hacen hacer alto en una pampita y veo que salen a caballo dos jefes, el mayor Salvo del ejército chileno y el comandante Sáenz Peña del ejército Peruano. A los 20 minutos estaba de regreso trayendo la noticia de que no se nos afectara. Inmediatamente nos hicieron marchar para el pueblo y al pasar por el costado de la iglesia vimos una cantidad de nuestros en las gradas de la iglesia que habían fusilado los chilenos. Nosotros quedamos en la Aduana presos hasta marchar a Chile en calidad de presos de guerra.

Dionisio Vildoso".

jueves, 18 de enero de 2024

Ciudad de Moquegua, sur peruano. Invitaciòn para hacer turismo, descubrirla.

SIRENA DE COBRE EN PUERTO DE ILO

MERCEDES CABELLO, ESCRITORA ORIUNDA DE MOQUEGUA

PASEO DE LOS GUARDIANES DE LA HISTORIA DE MOQUEGUA







PLAZA DE ARMAS DE MOQUEGUA

 

lunes, 15 de enero de 2024

Rómulus Romanórum Rex I.

 

De los varones ilustres romanos

by Pseudo Aurelio Víctor, Sexto; Muñoz Álvarez, Agustín

Publication date 1790

https://archive.org/details/AV022/page/3/mode/1up

 





 

Rómulus Romanórum Rex I.

 

Drocas, Rey de los Albanos, tuvo dos hijos, Amulio, y Numitor, a los quales les dexó el Reyno, para que lo gobernasen por turnos de un año. (1) Pero Amulio no le dió el mando a su hermano, y para privarlo de sucesion, (2) hizo Sacerdotisa Maxíma de la Diosa Vesta a Rea Silvia su hija, para que estuviese obligada a guardar virginidad perpetua: la qual, habiendo sido forzada por el Dios Marte, dió a luz a Romulo, y a Remo. Amulio. la puso en prision, y arrojó a los niños al rio Tiber, a los quales dezó el agua en seco. Al llanto acudió una loba, y los alimentó dandoles de mamar. Despues un pastor llamado Edustulo, habiendolos recogido, se los dio a su muger Aca Larencia, para que los criase. Los quales despues, (3) habiendo dado muerte a Amulio, restituyeron el Reyno a su abuelo Numitor.

 

(3) Siendo ya grandes.

 

Ellos, aunados los pastores, edificaron una ciudad, a la qual Romulo, quedando vencedor por el agúero, por haber visto él doce buytres, y Remo solamente seis, la llamó Roma. Y para fortalecerla primero con leyes que con murallas , publicó una orden que ninguno saltase la balla: la qual saltó Remo, haciendo burla, y se dice que fue muerto con un azadon por un Centurion llamado Celer.

 

Romulo primer Rey de los Romanos.

ROMULO abrió asilo (1) para los que concurrian alli, y habiendo juntado un grueso egercito, (2) viendo que faltaban mugeres con quien casar, las pidió por sus Embajadores a las Ciudades vecinas. Las quales habiendoselas negado, fingió las fiestas Consuales,(3) a las que como hubiese concurrido multitud de uno y otro sexó, (4) haciendo señal a los suyos, echaron mano a las doncellas.

(4) De hombres y mugeres.

 

De las quáles llevando: a una muy hermosa, con grande admiracion de todos, (1) respondieron que se la llevaban a Talasio. (2) Las quales bodas por haber salido con felicidad,(3) se estableció que en todas las bodas se invocase el nombre de Talasio. Habiendo robado los Romanos las hijas de sus vecinos, tomaron las armas contra ellos los Ceninenses, los primeros. Contra los quales salió Romulo, y venció con una sola batalla al egercito de ellos, y  su Capitan Acron. Consagró los despojos opimos (4) a Jupiter Feretrio en el Capitolio. Los Antemnates, los Crustuminos, los Fidenates, los Veyentes, y dos Sabinos tomaron tambien las armas contra los Romanos por causa de las robadas. Y acercandose a Roma, habiendo encontrado a la doncella Tarpeya, que habia baxado a sacar agua para los Sacrificios, Tito Tacto le dió la accion de escoger el premio que quisiese, como llevase su egercito al Capitolio. Ella pidió lo que llevaban ellos en las manos: Izquierdas y es a saber, los anillos y los brazaletes, los que habiendoselos prometido engañosamente, llevó a los Sabinos al Alcazar, en donde mandó Tacio.que la enterrasen con los escudos, (1) pues tambien habian: tenido estos en las manos izquierdas. Romulo salió contra Tacio, que tenia tomado el monte Tarpeyo, y trabó el combate en aquel sitio en que está, ahora el foro Romano (2). Alli murió Hosto Hostilio, peleando: esforzadisimamente, con cuya muerte desanimados los Romanos, comenzaron a huir.

(1) Que le echasen encima los escudos, dexandola enterrada entre ellos.

(2) La Audiencia de Roma.

(3) Por haberse celebrado con felicidad,

(4) Despojos Opímos se llamaban los que quitaba el Capitan al Capitan de los enemigos, habiendole dado muerte.

Entonces Romulo ofreció edificar un Templo a Jupiter Estator, (3) y se detuvo el egercito o casualmente, o por milagro. Entonces las robadas se pusieron en medio, (4) y rogando por una parte a sus padres, por otra a sus maridos ajustaron la paz. Romulo hizo el tratado de paz, y recibió a los Sabinos en la Ciudad, y llamó al pueblo Quirítes de Cures, Ciudad de los Sabinos. Llamó Padres a cien Senadores por la piedad. Instituyó tres Centurias de Caballeros, a las quales las llamó  Ramnenses de su nombre, Tacienses del nombre de Tito Tacto, y Lúceres del nombre de Lucumon. Distribuyó la plebe en treinta Curias, y las llamó con los nombres de las robadas. Estando haciendo la revista de su egercito junto a la laguna de la Cabra, desapareció. Por lo qual habiendose originado sedicion entre los Padres y el Pueblo, Julio Proculo, varon noble, vino a la junta, y afirmó con juramento que habia visto a Romulo con una presencia magestuosa, subiendo al Cielo; y que él mismo les mandaba que se abstubiesen de sediciones, y se exercitasen en las armas: que de este modo llegarían a ser los Señores de todas las naciones. Se dió credito a la autoridad de éste. Se edificó un Templo a Romulo en el collado Quirinal, fue venerado por Dios, y llamado Quirino.

(3) Asi se llamó despues por haber detenido (como se creía) en esta ocasion al egercito Romano.

(4) De los dos egercitos.

 

domingo, 14 de enero de 2024

Marco Antonio, de los varones ilustres romanos, Public. date 1790

 Marco Antonio

Marco Antonio VIII

 MARCO Antonio, compañero de Cesar en todas sus expediciones, intentó ponerle la corona en las fiestas Lupercales : y muerto, le decretó honores de Dios. Trató alevosamente a: Augusto , por el qual vencido en Mutina, y rendido por la hambre en Perusio, huyó a la Galia. Allì se juntó con su compañero Lepido: dió muerte a Bruto habiendo sobornado su egercito: y reparadas sus fuerzas volvió a Italia, y hizo las amistades con Cesar. Hecho Triunviro, empezó la proscripcion por su tio Lucio Cesar, Enviado a la Siria, puso guerra a los Partos: por los quales vencido, apenas llevó a Egipto la tercera parte de quince legiones: en donde prendado del amor de Cleopatra, fue vencido por Augusto en la costa: Accíaca, Habiendo vuelto a Alexandria, y habiendose sentado en el Solio Real con las vestiduras de Rey; se dió la muerte por su misma mano.

 Antonio en la proscripcion.


De Cleopatra, algo breve.

De los varones ilustres romanos by Pseudo Aurelio Víctor, Sexto; Muñoz Álvarez, Agustín

La Reyna Cleopatra IX; Cleopatra, hija de Ptolemeo Rey de los Egipcios, habiendo sido expulsada por su hermano y marido Ptolemeo, a quien ella habia querido desfraudar el derecho al Reyno, vino a ver a Cesar a Alexandria en la guerra Civil: y consiguió de él por su hermosura el Reyno, y la muerte de Ptolemeo. Despues se casó con Antonio, y siendo vencida con él, fingiendo que le hacta las exéguias en su mausoléo, se arrimó unos aspides,(1) y murió. (1) Para que le picasen. 

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